domingo, 26 de julio de 2015

El AEK de la temporada 2001-2002.


No ha habido en la historia del AEK ninguna generación parecida a la de los años 60, las cosas como son. Aquel equipo plagado de internacionales marcó una época. Si no ganó más títulos fue porque entonces no existía la Copa de Grecia. Lamentablemente, nadie dio el relevo a aquella inolvidable generación.

La Reina dejó incluso de ser princesa. La Copa de 1981, un oasis en medio del desierto. Años terribles de sequía. El cuarto equipo de Atenas, el sexto, séptimo u octavo del país… Un desastre. Cuando los más viejos del lugar contaban a sus nietos que habían visto al AEK ganar ligas y una Recopa de Europa, aquello les sonaba a cuento de hadas.

¡El AEK no logró juntar una generación decente de jugadores hasta finales de los 90! Los pocos canteranos que conseguían llegar al primer equipo acababan fichando por otros clubs al poco tiempo. Salieron buenos jugadores sueltos, pero no se construyó un equipo, unos años porque no había química entre los miembros de la plantilla, otros porque al presidente se le acababa la paciencia o porque los extranjeros no cuajaban.

Por nombres, sorprende que los bicéfalos del sur pasasen tantos años viviendo de la Copa de 1981, aquella mítica contra el Iraklís en la que Kurt Rambis ganó el MVP.

Vlado Djurovic dio oportunidades a jóvenes de la cantera, pero sólo aguantó una temporada en el banquillo (1994-1995). Fue el último año antes de la Ley Bosman, con Rolando Blackman y Tim Borroughs de extranjeros. La octava plaza fue considerada un fracaso, pero por lo menos el serbio subió al primer equipo a los juniors Michalis Kakiouzis y Nikos Chatzis.

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Diez días después de terminar el Eurobasket de Atenas (1995) se disputó en la misma ciudad el Mundial Junior. La selección de Grecia se deshizo de todos sus rivales y se proclamó campeona, con un Efthimis Rentziás estelar. Junto con Rentziás y Dimitris Papanikolaou, las otras dos figuras de aquel equipo eran Kakiouzis y Chatzis.


La Ley Bosman llegó en el peor momento. De un día para otro, los chavales vieron como jugadores extranjeros les quitaban el sitio. El empresario Giannis Filipou, presidente de FAGE, vio que había negocio en el baloncesto y se metió de lleno en ello.

Filipou no dudó en fichar a Giannis Ioannidis en cuanto tuvo la ocasión. Con el Rubio, el AEK pasó de la décima posición a la segunda. El Olympiacós de Ivkovic fue demasiado rival en la final (3-1) el año del triplete rojiblanco, pero el AEK había dado un salto enorme de calidad hacia arriba.

En su segunda temporada, Ioannidis condujo al AEK hasta la final de la Euroliga, algo impensable un par de temporadas atrás. En dos años, los amarillos se habían dejado la pasta en jugadores de la talla de Prelevic, Coldebela, Lasa, Victor Alexander, Wilie Anderson, Michael Larsen, Jake Tsakalidis, etc…

Tras la triste final de Barcelona (Kinder Bologna-AEK 58-44), el equipo se derrumbó. La cuarta plaza en la liga dejó al AEK fuera de la Euroleague y le costó el cargo a Ioannidis, que acabó bastante mal con algún jugador. El malcarado entrenador garantizaba llegar a finales, pero casi nunca las ganaba. Ejercía tal presión sobre sus jugadores, que muchos acababan peleándose con él. Cuando el Sargento se marchaba, dejaba el club hecho un solar.


Lo mejor de la temporada 98/99 fue el fichaje de Dimos Diokudis, procedente del Larissa, y el regreso al club de Fotis Katsikaris, como asistente de Kalafatakis y luego de Politis. El AEK, como el año anterior, volvió a clasificarse para la final de Copa, pero la volvió a perder.

Filipou optó por una apuesta segura para la temporada 99/00: Dusan Ivkovic. El serbio, que había ganado la liga con el PAOK y el triplete con el Olympiacós, conocía perfectamente el campeonato.

Después de 19 años de sequía, llegaba el primer título, la Copa de Grecia. Ivkovic convirtió a aquel equipo en un grupo ganador. Con un tronco formado por Kakiouzis, Dikoudis, Chatzis, el veterano Koroniós, Tsakalidis y Anthony Bowie, el AEK se impuso al todopoderoso Panathinaikós de Bodiroga, Rebraca, Gentile, Rogers y demás, evitando de pasada el triplete verde.

En la primera fase de la Copa Saporta, el AEK se paseó, concediendo solo una derrota en la pista del Spirou BC. En dieciseisavos se deshizo del Kovinotehna Savinsjka Polzela sin ningún problema, ganando los dos partidos, mientras en los octavos hacía lo propio con el potente TAU Cerámica Baskonia (67-71 y 85-65).

En cuartos, el AEK ganó al Iraklís de Salónica en Atenas por 84-73 y dejó encaminada la eliminatoria. Los azules ganaron el partido de vuelta, pero se quedaron lejos de la hazaña (73-70). El KK Zadar derrotó a los amarillos en el partido de ida de la semifinal (75-70), pero el AEK remontó en la vuelta (82-67), clasificándose para la final de la competición 32 años después ( la Copa Saporta era la Recopa de finales de siglo).


La Kinder de Bologna de Messina volvía a ser el rival del AEK, como dos años atrás en Barcelona. Esta vez, sin embargo, los griegos supieron llevar el partido a su terreno y acabaron imponiéndose por 83-76. Nikos Chatzis y Anthony Bowie se erigieron en héroes de aquella final jugada en Laussane, además de Ivkovic, por supuesto, que seguía engrandeciendo el mito. Nikos Chatzis, jugador poco conocido fuera del país, pero uno de los hombres-récord de la liga griega, recogió la copa de manos del inolvidable Juan Antonio Smaranch.


La temporada del AEK dejó un sabor agridulce, porque acabó cuarto en la liga tras perder la final de consolación contra el Olympiacós (3-1). Sin embargo, podría jugar en la Euroliga debido al cisma que se produjo el año siguiente. El mejor torneo del continente quedó partido en dos.

Hubo bajas sensibles en el roster del equipo la temporada siguiente, puesto que Bowie se fue al Aris y Tsakalidis a Phoenix Suns, pero la plantilla se reforzó muy bien. Con Andrew Betts, Vrbica Stefanov, Ibrahim Kutulay y Nikos Zisis el AEK tenía opciones en las tres competiciones.

En Europa, los de Ivkovic terminaron segundos de grupo, por detrás de la Kinder de Bologna y por delante del TAU. Curiosamente, a la postre serían los finalistas de la competición. En el cruce, el AEK se deshizo del Zalgiris (2-0) y en cuartos de la Benetton de Treviso (2-1).

El TAU Cerámica Baskonia, que se había cargado al Peristeri y al Olympiacós, hizo lo propio con el AEK, al que ganó tres partidos seguidos (3-0). Aquella serie será recordada por el primer partido, que se tuvo que repetir después de que el TAU reclamase una última canasta amarilla –claramente- fuera de tiempo. En la repetición, los vascos aplastaron a los griegos (65-90), a los que apuntillaron pocos días después (67-70). En Vitoria los locales certificaron su paso a la final (76-62). Los vascos aquel año fueron la auténtica bestia negra de los equipos griegos.


Que en el AEK se estaban haciendo las cosas bien lo demuestra el hecho de que se volviera a meter, por cuarto año consecutivo, en la final de la Copa de Grecia. De nuevo Ivkovic se imponía a Obradovic por dos puntitos (66-64), con un gran Kutulay. Era el tercer título en dos años, además de una semifinal de Euroliga.

Sorprendentemente, Giannis Filipou decidió no renovar a Duda la temporada 2001-2002, ocupando el cargo Dragan Sakota, que llevaba más de 10 años trabajando en Grecia. Desde luego, hacer olvidar a Ivkovic no sería tarea fácil. Sin embargo, en aquel grupo había una química muy especial.

El AEK redujo sensiblemente el presupuesto y empezaron los problemas económicos. Menos cartera, más cantera. En el primer equipo se mantenían Zisis, Dikoudis, Chatzis y Kakiouzis, y por debajo empujaban fuerte Giorgos Tsiaras, Ioannis Bourousis, Christos Tapoutos y Pero Antic. J.R. Holden y el veterano Jim Bilba fueron los refuerzos de aquel verano, además de Arijan Komazec. El croata fue la nota discordante de aquel año. Duró poco y fue sustituido por Chris Carr.

En la liga griega, el AEK dominó la fase regular del torneo, quedando por delante del Olympiacós y del Panathinaikós. Curiosamente, tras superar la primera fase de la Euroleague con facilidad, quedó encuadrado con los dos colosos helenos y el Union Olimpija.

Los de Sakota cayeron contra rojiblancos y verdes –a la postre campeones- y quedaron eliminados. Sentó fatal caer contra los dos equipos griegos en Europa, pero se daba por buena la eliminación si se conseguía la liga –partía con ventaja de campo en los play off-. 

Centrado en la competición liguera, porque había caído prematuramente en la Copa contra el Panionios, acabó primero de la fase regular con 23 victorias y 3 derrotas, dos puntos por delante del PAO y 4 del Olympiacós.

Aquella temporada se jugaron unos play off “reducidos”, y el AEK se plantó en la final tras ganar al Iraklís por 2-0. Los atenienses esperaban sacar provecho de la guerra entre el Olympiacós y el PAO. Para los amarillos era “o entonces o nunca”.

Desde luego, nadie podía esperar que aquella temporada terminase como lo hizo: el PAO, que fue eliminado por el Olympiacós en la liga, se proclamó campeón de la Euroliga, los del Pireo, con sus vaivenes, se llevaron la Copa frente a un sorprendente Marousi, y el AEK, después de muchos años sin conseguirlo, triunfó en la liga. Reparto.

El desenlace liguero fue de película.

El Olympiacós derrotó al Panathinaikós por 2-0, pero quedó tocado para la final, porque debido a la múltiple tangana que se produjo hacia el final del segundo partido, varios jugadores fueron sancionados. Eso sí, fue una sanción light porque después de la que se lió bien podrían haberse perdido el resto de la temporada. A los implicados en el quilombo les cayó un partido y una sanción económica, además del cierre del pabellón (un solo partido).


Los de Subotic dieron la campanada en el OAKA y se impusieron al AEK de buenas a primeras (74-82), pese a no poder contar ni con Femerling, ni con Risacher, ni con Ford, ni con Tomic. Ver para creer. El AEK tiraba por la borda toda la ventaja labrada tras una larga temporada de sufrimiento.

En el segundo encuentro, ya con toda la plantilla, pero sin Ford –lesionado-, el Olympiacós volvió a ganar, esta vez en el SEF por 75-70. Los de Sakota naufragaban de nuevo, esta vez en un Pabellón de la Paz y de la Amistad vacío. Con 2-0 a favor para los rojiblancos, pocos esperaban lo que vendría después.

En los días previos al tercer partido, hubo de todo. Por un lado, Sakota se cargó a Chris Carr, con el que tuvo un encontronazo gordo.

Por si fuera poco, cierta prensa publicó que algunos jugadores del AEK habían sido comprados, acusando principalmente a Kakiouzis, involuntario cabeza de turco. A los jugadores les afectó el suceso, pero supieron abstraerse y sacar la fuerza mental de no se sabe dónde para reponerse. Como he dicho tantas veces, en Grecia a las buenas muy bien, pero en cuanto las cosas se tuercen los aficionados se vuelven locos. Todo son contubernios e inventan lo que sea. En lugar de apoyar, meten más presión. Ganar el tercero significaba mantener encendida la llama de la esperanza, perderlo una catástrofe de incalculables consecuencias.


Los jugadores intentaron aislarse del contaminado ambiente, no hacer caso de las infamias difundidas por periodistas malintencionados y consiguieron su primera victoria en el tercer partido (85-78). Fue como quitarse un gran peso de encima. Aunque los amarillos seguían entre la espada y la pared, la presión cambiaba de acera. Los de Subotic estaban obligados a ganar en el SEF para no tener que jugársela en el OAKA.

En un partido tenso a más no poder, rojiblancos y amarillos llegaban igualadísmos al último tramo del cuarto partido. El AEK se sobrepuso a un mal primer cuarto (27-19) y a un arbitraje “sospechoso”. Un parcial de 0-11 en 6 minutos aciagos de los locales puso a los amarillos por delante (29-32). Kakiuouzis, Betts, Holden y Dikoudis tomaron el mando de las opeaciones. Zisis, con tres faltas en el primer cuarto, no pudo ayudar mucho. Al descanso el marcador reflejaba un inquietante 32-36. El público no esperaba tanta resistencia. Los visitantes aguantron el arreón local en el tercer cuarto hasta casi el final. Una discutida cuarta falta de Dikoudis descentró al equipo y el Olympiacós consiguió empatar. A falta de un asalto, empate a 48. Tienen que jugar minutos Panteliadis y Bilba a causa de las faltas.


En el cuarto período el Olympiacós tomó ligeras ventajas pero no conseguía despegarse. Volvió Dikoudis, el héroe de la final, a falta de más de 6 minutos. De nuevo el partido se igualó y la diferencia no superaba nunca los 2 o 3 puntos. A triple de Holden respondía Forrest, a canasta de Kakiouzis anotaba un tiro libre De Miguel, etc...

Forrest empata a 59 cuando faltan 2´30´´. Chatzis mete la última canasta amarilla a falta de 2 minutos. A partir de ahí, errores a partes iguales. Tomic yerra un triple, pero los árbitros señalan la quinta falta de Dikoudis en la lucha por el rebote. Savrasenko falla los dos tiros libres y Betts captura el rebote. La bola a la banda porque el AEK no está en bonus. Holden falla un triple y le da la última opción del partido a Tomic, que es objeto de falta personal. El capitán marra el primer tiro y anota el segundo. Holden falla el primer tiro libre y apedrea el aro en el segundo. Kakiouzis coge el rebote y el partido termina. El AEK ha forzado el cuarto partido cuando parecía imposible, y encima lo jugará en cada.

Antes del quinto encuentro se confirma que James Forrest, el pívot rocoso del Olympiacós, ha dado positivo en el control antidoping del segundo encuentro y no volverá a jugar. Se contrarrestan así las fuerzas, el AEK sin Carr y el Olympiacós sin Forrest.


Ante 11.000 fieles que llenaron el OAKA, el AEK no podía fallar. El 79-70 final no refleja lo que fue el partido, ya que el Olympiacós tuvo sus opciones. Los amarillos salieron fuertes (12-14), pero Risacher estuvo inspirado desde el triple y equilibró las cosas (16-14 al final del primer cuarto). Los locales siempre mantuvieron la inciativa, tanto en el juego como en el marcador, y con la pareja Dikoudis-Kakiouzis on fire el AEK se escaparon en el marcador (34-20). Parecía todo controlado por los de Sakota, que sienta a los titulares para darles descanso. Al final de los primeros 20 minutos, los aficionados creen tocar el título con las manos (43-31).

Nadie duda que el título se quedará en casa después de que el AEK amplíe cada vez más la diferencia (48-31). Sin embargo, asistimos a unos últimos 6 o 7 minutos de cuarto espectaculares de Milan Tomic. El serbio las enchufa de tres que es un primor, apoyado también por el alero francés. Por los locales, sólo Dimos Dikoudis parece tenerlo claro. El Olympiacós juega prosiblemente sus mejores minutos de toda la serie y recorta las distancias (56-61 al final del tercer cuarto). Sigue vivo.

La dinámica ha cambiado y el miedo pasa de la pista a la grada y de la grada a la pista. Los de Subotic están crecidos y con triples de Risacher y tiros libres de De Miguel se ponen por delante. El Olympiacós ha remontado 17 puntos en menos de 10 minutos. Entonces, incomprensiblemente, el técnico esloveno de los marineros protesta desmesuradamente una jugada y los árbitros lo sancionan con una técnica que mete de nuevo de lleno al AEK en el partido (de 59-61 se pasa a 62-61). Sakota “responde” a Subotic protestando exageradamente una posible falta en ataque de De Miguel y también es sancionado con una técnica. Hay nervios, tensión, malos modos y polémica. El partido lo tiene absolutamente todo.


A 5 minutos del final, los de El Pireo se ponen tres puntos por delante (62-65) en lo que sería el último arreón rojiblanco. El parcial final de 17-5 decide el quinto partido y la final, con un gran Chatzis y un excelente Dikoudis. El Olympiacós agota los ataques y sólo anota de tiros libres. La defensa y el rebote amarillo se imponen. Un irregular Holden aparece robando un balón decisivo y el veterano Jim Bilba aporta su granito de arena en la zona. Se desata la euforia en el OAKA y traslada la crisis al puerto. Concluye así una de las series finales más increibles de la historia del baloncesto griego. El Olympiacós se dejó la piel en la remonatda y acabó sin gasolina. Dragan Sakota movió mejor el banquillo y se notó al final. ¿Qué hubiera pasado si Alphonso Ford no hubiera estado lesionado? ¿Y si Forrest no hubiera dado positivo? 


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La plantilla del AEK que ganó la liga en la temporada 2001-02 la formaban J.R. Holden, Nikos Zisis (19 años), Christos Tapoutos (20 años), Nikos Chatzis, Dimos Dikoudis, Jim Bilba, Andrew Betts, Michalis Kakiouzis, Giannis Bourousis (19 años, solo jugó 3 partidos), Pero Antic (20 años, no llegó a debutar), Chris Carr (llegó por Komazec y fue cortado; solo jugó 13 partidos), Giorgos Tsiaras, Vasilis Koikilias, Kostas Paschalis, Arjan Komazec (fue cortado; solo jugó 11 partidos) y Spiros Panteliadis. Entrenador: Dragan Sakota.

A pesar del título, los problemas económicos continuaron. Filipou se enfrentó a sus propios aficionados, harto de pagar multas por el mal comportamiento de los mismos y aquello fue el principio del fin. Algún día hablaremos de los grupos organizados de aficionados y su influencia dentro de los clubes. Acostumbrados como estaban los aficionados a pelear por títulos, no estaban dispuestos a soportar dos temporadas malas. Así fue como poco a poco aquella prometedora generación se fue desintegrando.

Con la marcha del principal accionista, Giannis Filipou en 2006, tras 11 años en la entidad, empezaron las dificultades gordas. Fueron marchándose primero los extranjeros y después los valores nacionales, que acabarían haciendo una carrera más que notable en Grecia y fuera de ella (Giannis Bouroussis, Giorgos Tsiaras, Nikos Zisis…).

Aunque colocó a su hijo en la presidencia, éste no tenía ningún interés en el baloncesto y lo dejó al poco tiempo. La familia se cansó y dejó de apoyar. Los jugadores dejaron de cobrar de la noche a la mañana y el equipo cada año iba a peor, hasta que se consumó la catástrofe. Granitsas, vicepresidente con Filipou padre, se hizo cargo del club, pero los problemas se multiplicaron. A un mes del inicio de la campaña 2006-07 el AEK no tenía entrenador (al final “picó” Vangelis Alexandrís). Llegaron jugadores sin haber hecho pretemporada y con el curso empezado dejaron de cobrar las nóminas. El AEK era el Titánic, con cambio de entrenador incluido y jugadores que se pusieron en huelga. Salvaron el año, pero de ahí hasta el descenso, 5 años para olvidar.


El error de Filipou, propietario junto a su hermano de la mayor empresa de productos lácteos del país, FEGA, fue creer que realmente podía ganar dinero con el club, no como los Angelopoulos o los Giannakopoulos, que primero son “seguidores” y luego presidentes.


Si la generación del AEK campeona de liga en 2002 se hubiera mantenido en el club, estoy convencido de que hubiera disputado la hegemonía verde de Obradovic.

martes, 7 de julio de 2015

Mi referéndum.



¿Papaloukás, Diamantidis o Spanoulis?

Escasas horas después del referéndum de Tsipras, yo convoco el mío: hay que elegir entre Theodorís Papaloukás, Dimitris Diamantidis y Vasilis Spanoulis.

Tres jugadores coetáneos que han marcado época. Tres líderes distintos con elementos comunes. Tres tipos únicos. Uno ya retirado, otro en vías de hacerlo y el tercero todavía en el candelero.

Como trío, a Papaloukás, Diamantidis y Spanoulis los recordamos con la selección bailando a los americanos, peleando contra nosotros en Madrid y doblegando a Nowitzki en Belgrado. Los tres tocaron el cielo con las manos aquella noche mágica de Japón hasta que los muchachos de Pepu les recordaron que a pesar de todo seguían siendo humanos. Anteriormente habían ganado el Eurobasket de Belgrado y nos habían brindado algunos de los momentos más increíbles del baloncesto europeo de la última década, con remontadas absolutamente inverosímiles. A medida que fueron abandonando las concentraciones con la nacional, el equipo se resintió. No sólo era la manera que tenían de jugar la que los hacía especiales, sinó también la de hacer jugar al resto –Lázaros y muchos otros eran mucho mejores a su lado-, la de desesperar al rival, la de analizar el partido desde dentro y dar un volantazo repentino, la de saber jugar los momentos clave de cada enfrentamiento y la de inyectar testosterona a los compañeros. Tres competidores natos, cada uno con su estilo, que se complementaron en grado sumo con la selección y que hicieron de sus clubes campeones del continente.

¿Qué hubiera sido del club que los hubiera juntado varios años en la misma plantilla? 

1. Theorodís Papaloukas, la inteligencia en favor del colectivo. 


Papaloukás (no "Papaloúkas"), así de sopetón, "era una computadora con patas". ¿Lo más parecido a John Stockton que ha dado Europa? Un base alto con una cabeza prodigiosa. 


En sus inicios, no lo tuvo fácil. Tras jugar en el Ethnikós Ellinoroson y los Ambelokoipoi, destacó en el Dafni, lo que le valió para fichar por el Panionios, donde jugó desde 1999 a 2001.  De allí saltó al Olympiacós, que pasaba por su particular calvario, en plena “Dictadura” verde de Zeljko. Todos destacaban su potencial y estaba llamado a ser el sustituto de Milan Tomic en la dirección por los siglos de los siglos, de ahí que le hicieran un contrato de 4 años. Sin embargo, los directivos pretendían reducirle el sueldo tras el primer año y Papaloukás rompió el contrato. 

La mejor versión de Papaloukás como jugador de club la vimos en el CSKA de Moscú. Theo podía pasarse casi todo el primer cuarto en el banquillo “tomando notas”. Su rápida capacidad de análisis le hacía salir a la pista sabiendo exactamente lo que necesitaba el equipo en ese momento. Un lujo para cualquier entrenador, claro. La prolongación de Ettore de Messina en la cancha y luego de Panagiotis Giannakis con Grecia. 


Suena algo irónico que la cualidad máxima de un base tan alto como Papaloukás fuese... la inteligencia. ¿Qué hubiera sido de Theodorís sin su privilegiada cabeza? 

No era un anotador, su mecánica de tiro era manifiestamente mejorable y daba la impresión de ralentizar demasiado el juego, pero cuando el equipo necesitaba correr daba un pase largo, cuando había que buscar a los pívots los encontraba y cuando había que mover la bola lo hacía con maestría. Repartía muchas asistencias y penetraba a canasta si era necesario protegiendo el balón con su mano izquierda. Nunca rehuía de la responsabilidad en momentos difíciles, cualidad ésta que compartía con los otros dos cracks

Con Papaloukás siempre tuve la sensación de que podría haber hecho mejores números, pero probablemente hubiera ganado menos partidos. Su dilatada carrera, sin embargo, le permite aparecer todavía hoy en muchos apartados estadísticos de la Euroleague.


Papaloukás fue el jugador europeo del año en 2006, MVP de la Euroleague en 2007, MVP de la Final Four de 2006, miembro del All-Euroleague Team 4 temporadas consecutivas (2006-2007-2008-2009), miembro del mejor quinteto en el Eurobasket 2005 y en el Mundobasket 2006, incluido dentro de los diez mejores jugadores de la Euroleague de la década 2000-2010, máximo asistente en la historia de la Euroleague y segundo en recuperaciones hasta su retirada en 2013, etc... Hasta hace poco –lo superó Juan Carlos Navarro- era el jugador que más partidos había jugado en la Euroleague y es el hombre que más Final Four ha disputado.

A nivel de clubes, con el CSKA ganó 6 ligas rusas, 3 Copas y 2 Euroleagues (2005/06 y 2007/8), que incluyen un triplete (2005/06). Su primera etapa rusa terminó en 2008. Desde entonces, su carrera fue claramente hacia abajo, a pesar de que con el Olympiacós de Giannakis, los Angelopoulos y los petrodólares llegó dos veces más a la Final Four, sin éxito. Quizás a Papaloukás le quede el sabor amargo de no haber sido profeta en su tierra: Theodorís nunca ganó la liga griega -aunque sólo la jugó 3 temporadas- y perdió la final de París contra el Barcelona. Las tres Copas de Grecia, un título menor en el país, saben a poco. En el Maccabi, como secundario de lujo, sumó una liga y una Copa una temporada antes de regresar a Moscú, donde se retiró en 2013. 

Una carrera larga y exitosa la de Papaloukás, sobretodo fuera de Grecia. Quizás por ello casi ningún griego le votaría a él en el referéndum. Que el Olympiacós dejase marchar a Theodorís después de aquella increíble final de liga contra el AEK en 2002, probablemente haya sido uno de los mayores errores de la historia del club. ¿Acaso no hubiera ganado alguna liga con Papaloukás en plenitud entre 2002 y 2008? 

Un líder, Papaloukás, a los que todos escuchaban y hacían caso. Tuvo siempre el reconocimiento de sus rivales y el respeto de todos. Quizás por ello haya acabado vistiendo traje y corbata en la Euroleague y no chándal. ¿Por qué diablos Theodorís no se hace entrenador? 

2. Dimitris Diamantidis, un líder silencioso.


Hablas hoy con Diamantidis y te contesta con monosílabos y mirando al suelo como hace veinte años. Sigue siendo el chico de Kastoriá que se marchó del pueblo para jugar en el Iraklís de Salónica persiguiendo su sueño. 

Dentro de la cancha, sin embargo, Diamantidis es el que más ha cambiado de los tres, en parte por el cambio físico de la criatura los primeros años y en parte por su conocimiento cada vez mayor del juego. En el Iraklís, Dimitris pegaba unos botes espectaculares. En cuanto firmó por el Panathinaikós y empezó a ganar peso, quedó atrás la etapa de los mates y de los tapones. 

Es imposible separar la carrera de Diamantidis de Zeljko Obradovic. Estoy convencido de que Dimitris no hubiera llegado donde ha llegado si no hubiera sido por Zeljko.

Diamantidis es la mejor zurda que ha dado Grecia –Vasilis Tsartas no cuenta, bribones- y uno de los mejores jugadores europeos de los últimos quince años. Muy inteligente en la pista aunque con menor visión de juego que Papaloukás, Dimitris ha sido más anotador y mejor defensor. 

Sin hacer ruido, Diamantidis siempre nos sorprendía apareciendo en los primeros lugares del apartado estadístico, aunque a él eso le importaba poco. Otro jugador que hacía lo que hiciera falta por el bien del equipo. Un base capaz de hacer muchas cosas bien, desde tirar de fuera a penetrar, doblar o asistir. En defensa, largos brazos y lectura maravillosa para llegar siempre a la ayuda. Un destacado “ladrón” capaz de poner tapones a hombres más altos.


Dimitris dice que nunca quiso ir a la NBA, consciente de que por sus características allí no hubiera hecho nada. No quería ir a Estados Unidos a perder un año o dos, chupando banquillo. Supo siempre hasta donde podía llegar y dio lo máximo. Un tipo con la cabeza en su sitio.

El pick and roll con Batiste, Lasme o Gist dominó la liga y Europa, así como sus triples al límite de la posesión y sus ayudas defensivas. Creo que no exagero si digo que “hizo internacionales” a Tsartsaris, Kaimakoglou y otros, que a su lado mejoraron muchísimo. ¿Quién ha sido mejor en el no looking pass, Dimitris Diamantidis o Saras Jasikevicius

Casi sin quererlo, se convirtió en el heredero natural de Frangiskos Alvertis, mito viviente del club que poco tenía que ver con la manera de ser de Dimitris. Alvertis gesticulaba, gritaba, se dirigía al público y levantaba el puño. En cambio, Diamantidis siempre fue to kaló paidí, el “buen chico” que nunca había roto un plato. Aunque sí es verdad que con los años Diamantidis se fue avinagrando un poco, nunca dejó de ser el niño de Kastoría del Mini Cooper.


El currículum de Diamantidis es espectacular y todos los títulos de club los ha conseguido con el Panathinaikós, en el que juega desde la temporada 2004-2005. Ha ganado 3 Euroleagues (2 tripletes), siendo MVP en 2011, además de MVP en las Final Four de 2007 y 2011. Elegido en el All-Euroleague First Team en 4 ocasiones y escogido mejor defensor nada menos que en 6 ocasiones. Está entre los 10 mejores jugadores de la Euroleague entre 2000 y 2010, como Papaloukás.

En Grecia ha ganado 9 ligas, siendo MVP 6 veces y máximo asistente 2, y 9 Copas. En 2007 fue elegido mejor jugador europeo y mejor atleta de Grecia.

Con la Selección, al oro de Belgrado y a la plata de Japón, hay que sumar un bronce en los Juegos Mediterráneos de Pescara 2001 y una Copa Stankovic en 2006.

3. Vasilis Spanoulis, el brazo ejecutor.


Spanoulis es rock and roll. Si Papaloukás era el teórico y Diamantidis el multiusos, Spanoulis es “el ejecutor”. Una auténtica estrella. El que brilla delante de las cámaras y se siente cómodo jugando bajo presión. El último gangster. Probablemente, el jugador más parecido a Nikos Galis desde su retirada.

Para el espectador, Kill Bill es el jugador total, el asesino de la katana. No lee tan bien los partidos como Papaloukás ni defiende como Diamantidis, pero en ataque es un auténtico killer. Asiste y dobla como los otros dos, pero lanza y choca mejor. Su brillantez ofensiva “disimula” su mayor laguna: pierde demasiados balones. 


Spanoulis empezó jugando en Lárisa, su ciudad natal, para fichar luego por el Marousi, club que a principios de siglo llegó a ser el tercero del país. De allí fichó por el Panathinaikós de Obradovic, donde era uno de los líderes del grupo, aunque no el único líder. Tras un año de éxitos, dio el salto a la NBA para jugar en Houston. 31 partidos jugados y 3 puntos por encuentro fueron el triste bagaje de Vasilis en la mejor liga del mundo. Un año perdido. Supongo que le quedó la espinita del sueño americano clavada en el pecho, pero decidió regresar y convertirse en el mejor jugador de Europa.

En su segunda etapa verde, las cosas no podían ir mejor. A los títulos conseguidos había que sumarle los éxitos con la Selección. Sin embargo, desavenencias con Obradovic le llevaron a fichar por el Olympiacós en 2010, donde llegó a la plena madurez. Con su fichaje por el eterno rival, el dominio del Panathinaikós se tambaleaba. El tiempo le daría la razón a Spanoulis a pesar de que el PAO ganase todavía un par de ligas. Convertido ya en el nuevo gangster, el “Galis del siglo XXI” se coronó Rey de Europa.


Excelente en el uno contra uno, Spanoulis es experto en penetrar, chocar y anotar. Su pick and roll frontal con pívots de la talla de Dunston o Hines tienen denominación de origen. Sus triples dando un saltito hacia atrás, aunque sean desde 8 metros, han matado a más de un equipo y han dado muchas alegrías a los marineros. A parte de su fortaleza física, de Spanoulis destacaría su dureza mental. No suele fallar cuando el Olympiacós lo necesita y nunca pierde la calma cuando las cosas se complican. Esa garra que hace que los griegos no se marchen del partido a pesar de ir 10 puntos por debajo es la que contagia Vasilis a sus compañeros. Es un auténtico líder.

El de Lárisa ha ganado 3 Euroleagues (1 con el PAO el año de un triplete y 2 con el Olympiacós), logrando ser MVP de la Final Four en las tres, y siendo MVP de la competición en 2012 y en 2013. Además, llevó al Olympiacós al subcampeonato esta temporada. Con los verdes ganó 4 ligas y 4 Copas de Grecia, mientras que con el Olympiacós ya lleva 2 ligas, 1 Copa y 1 Copa Intercontinental, en la que fue MVP

Elegido 2 veces en el All-Star Team de la Euroleague y 4 en el segundo equipo, en 2012 y en 2013 fue elegido mejor jugador de Europa. En Grecia ha sido MVP en 2009 y 2012, mientras que en 2009 fue elegido Mejor Jugador de los Balcanes. En 2013 recibió el prestigioso premio Giuseppe Sciacca.
Con la Selección, su palmarés empieza con la U18, con la que ganó el bronce en el Eurobasket de 2000. Ganó la plata en los Juegos del Mediterráneo de 2001 y el oro en el Eurobasket U20 de 2002. Con la absoluta suma el oro del Eurobasket 2005, la plata del Mundobasket de Japón 2006, la Copa Stankovic 2006 y el bronce del Eurobasket 2009, donde fue incluido en el mejor quinteto.
     
¿Qué tienen en común estos tres fenómenos?

Pues sin duda, los tres son tipos ganadores. Son grandes competidores que siempre han dado la cara en partidos importantes. Tres hombres que no se esconden y que parecen llevar en la sangre la garra del luchador. Son raza balcánica.

Los tres son maestros del pick and roll. ¡La de asistencias que han debido dar entre los tres! Algo tan aparentemente sencillo como el bloqueo y continuación no veíamos hacerlo tan bien desde la Jugoplástica de Bozidar Maljkovic. Los pases a los interiores, verdaderos caramelos. ¡La de alley-oops que nos han regalado Diamantidis y Spanoulis!

Los tres han sido líderes en sus equipos: Diamantidis en el PAO, Papaloukás en el CSKA y Spanoulis en el Olympiacós. En sólo una temporada, Vasilis se convirtió en el jugador-franquicia del club rojiblanco viniendo del enemigo, algo insólito. Es alucinante la cantidad de títulos que suman entre los tres, siendo siempre piezas-clave en todos. Y eso que no he querido anotar finales perdidas, que las hay, y cuartos puestos con la Selección.

Destacaría, para terminar, la dureza mental de los tres. Todos son capaces de leer el encuentro y saber lo que toca en cada momento. No les tiembla el pulso y son temperamentales.  

¿Y la NBA?


El único que lo intentó fue Spanoulis, que volvió con la cabeza gacha. Por suerte, lejos de hundirse, el de Lárisa regresó y acabó callando bocas. Nunca sabremos si Diamantidis o Papaloukás hubieran tenido más suerte que Vasilis, aunque a ellos nunca les convenció la NBA. ¿Por qué los griegos –Antetokounmpo es la excepción- no se adaptan a la NBA?

¿Con cuál de los tres os quedáis?