Nea Smirni. |
Ya no quedan
pabellones como los de antes. O casi. De un tiempo a esta parte, han convertido
las pistas de baloncesto en enormes recintos sin personalidad en los que se
realizan eventos de todo tipo, desde mítines políticos a conciertos, pasando
por galas, festivales folclóricos y sesiones nocturnas de DJ’s.
No cambio el Sant Jordi por el Alexandrio, con todos los respetos.
Ya sé que la
magia de los pabellones reside, en buena medida, en los aficionados que lo moran,
pero, salvo excepciones, han conseguido
que jugar en casa no implique comenzar
con ventaja. El sonido se pierde en las alturas y el parqué se aleja cada
vez más. Han hecho tan grandes los recintos que, por mucho que animes, no se oye. El equipo visitante ya no siente la
presión del aficionado rival en el cogote, y es una lástima. No hay nada más
frío que un techado con capacidad para 10.000 personas medio vacío.
Hacer naves tan
grandes ha perjudicado enormemente a los equipos pequeños. La obsesión de la Euroliga
-muy lícita, eso sí- de querer acerarse a la NBA, está
acabando con los equipos de barrio.
A mí me chiflan
los pabellones gamberros, incómodos, sucios y estrechos. En Grecia todavía se
utilizan algunos. Al ser un país pequeño en el que la mayoría de ciudadanos
vive repartida entre dos ciudades, siguen dando vida a la competición muchos
equipos de barrio. No es que no haya recintos más grandes, que los hay, sino
que la gente se niega a desplazarse fuera de su vecindario. Hay enormes
techados erigidos para los Juegos
Olímpicos de Atenas que no se
utilizan para nada.
Cuando desde
Europa empezaron con las exigencias, las cosas se complicaron, si bien es
cierto que se aprovecharon los Juegos
para reformar algunos pabellones. En los últimos años, los clubes que no tenían
su recinto en condiciones debían buscarse la vida. Las emigraciones forzosas a pabellones
extraños no dieron resultado.
Veamos algunos
de los lugares, testigos mudos de un pasado mejor. La nota discordante de
lista, por tamaño y estado de la instalación, es el Alexandrio de Salónica, pero por lo que significa y ha significado
no podía dejarlo fuera. El OAKA y el
Palacio de la Paz y de la Amistad quedan
excluidos por ser recintos modernos y amplios, a pesar de que a veces parezcan
pequeños de tanta gente que se mete.
15. Agios Thomas (Atenas).
El Pabellón de Santo Tomás es la pista del
Marousi, y se halla en el barrio del
mismo nombre. Terminado en 1997, en él caben 1350 aficionados sentados.
Cuando el Marousi subió a la A1, se trasladó allí desde el Spyros Louis. Pequeño e incómodo, sólo
se llenaba cuando jugaban los grandes de Atenas. La idea era ampliarlo a 1000
espectadores más, pero con el hundimiento del equipo por motivos económicos, el
proyecto ha quedado aparcado.
Muchos han sido
los jugadores que han pasado por el club y que han hecho del Marousi el tercer equipo de Grecia en
la década del 2000. Acabó convirtiéndose en una cantera de profesionales de la
canasta y de buenos entrenadores. Buena parte de la culpa del milagro Marousi, a parte del clásico mandamás
forrado, la tiene el Agios Thomás,
una pista hecha a la medida de un equipo de barrio.
Spanoulis, Pelekanos, Kaimakoglou, Mavroeidis, Keys, etc… han jugado con los amarillos, mientras que Alexandrís, Giannakis o Bartzokas
han sido algunos de sus entrenadores.
En Europa el Marousi tuvo que recurrir a otros
campos de Atenas, llegando incluso a ganar una Copa Saporta (2001) y a jugar la Euroliga
(se metió en el Top 16). Los problemas con la justicia del presidente Aris Vovos unidos a la marcha de sus
mejores jugadores pincharon la burbuja.
A pesar de ser
un pabellón relativamente moderno, parece hecho a la antigua. Unas grandes
vidrieras permiten entrar la luz, que provoca reflejos incómodos para las
cámaras de televisión. Hay tres filas de asientos tras los banquillos y
bastantes detrás de las canastas, donde se colocan los más fieles. Una pabellón
de los de toda la vida para un equipo que tocó el cielo.
14. Pabellón de Koridalós (Atenas).
Con capacidad
para albergar 2.400 espectadores, fue construido en 1994. Conocido como Pabellón de Koridalós Theodoros Poutos.
No es la casa de ningún club profesional, pero entre 2002 y 2004 lo ocupó el Olympiacós mientras hacían obras en el Palacio de la
Paz. Se hicieron unas pequeñas reformas para albergar a los rojillos. Como
recinto de barrio, casi no hay gradas detrás de las canastas, aunque lo más
destacado es que desde fuera se confunde con la cárcel. Está justo en medio de
dos bloques penitenciarios de Koridalós, la prisión más conocida del país.
13. Pabellón de Papagou (Atenas).
El pabellón del Papagou tiene un aforo de 800
espectadores. La sección funciona desde 1972 pero no se afianzó en la división
de honor hasta la temporada 1994-1995. Llegó a participar dos años en la
Copa Korac. En la
temporada 98/99 descendió y no ha vuelto a subir desde entonces.
Sólo hay grada
detrás de una de las dos canastas y en la zona de preferente. Los banquillos
están en la zona del muro y detrás del otro aro hay una pared. Alphonso Ford, Giorgos Sigalas y Giorgos Diamantopoulos fueron algunos
de los profesionales que vistieron la camiseta del Papagou.
12. Kroisos Persis (Atenas).
El pabellón del Mylonas es otra joya. Se halla en Nea
Smirni y su aforo llega hasta los 1.200 espectadores. El recinto se construyó
en 1968 sobre el antiguo campo descubierto -de 1938-. Arquitectónicamente, es uno
de los más curiosos y merece ser visto bien por fuera antes de entrar. Está
casi pegado al campo de fútbol del Panionios.
Por dentro, su
forma es aerodinámica y parece que las paredes se vayan a caer. A pesar de ser
pequeño, el graderío rodea todo el parqué. Como campo de segunda división, es
más que suficiente –ahora el club está más abajo-. El Mylonas solamente ha jugado dos veces en la máxima categoría a lo
largo de su historia.
11. Pabellón de Patisio (Atenas).
Es el campo del Sporting, otro de los históricos en horas bajas. Fue construido en 1968 y su
aforo es de 1800 espectadores. Sigue siendo uno de los antros de otra época a
pesar de que arreglaron el sistema de ventilación hace un tiempo. Lleva
utilizándose más de 50 años ininterrumpidamente. El equipo femenino del Sporting ha ganado 21 ligas y 3 copas
como local allí.
El equipo
masculino jugó en primera entre 1970 y 1982 e incluso en la Copa
Korac. Volvió a subir en 1994 y volvió a meterse en
Europa. En 2000 regresó a la A2.
En 2007 dimitió el presidente a pocas semanas del reentré en la primera
categoría y el equipo no se inscribió. Actualmente se halla hundido en la
cuarta categoría.
Entre 2002 y
2004 acogió al PAO mientras se
acomodaba el OAKA para los JJOO.
En el Sporting llegaron a jugar grandes
figuras de nuestro deporte como Alphonso
Ford, Fotis Katsikaris, Dimitris
Papanikolaou, Dinos Angelidis, Giorgos Kolokithas o Faidon Mathiaeu.
10. Pabellón de Mets (Atenas).
Se halla a escasos 300 metros del Kalimármaro, en el barrio de Pagrati. Su aforo oscila entre los 1.200
y 1.500 espectadores. En el recinto hay dos campos cubiertos donde suelen
realizarse campeonatos de deportes no tan mayoritarios como el judo. Es la
pista del Pagrati de baloncesto y
también suelen jugar los equipos de voleibol masculino y femenino del PAO.
Vivió su gran época entre 1988 y
1995. Otra de las ratoneras de la liga que vio jugar a profesionales del nivel
de Bakatsiás, Gasparis, Rellford, etc…
9. Pabellón Municipal de Anos Liosios
(Atenas).
También es
conocido como el Pabellón de Zofrias
y caben unos 1.300 espectadores. Es bastante pequeño, pero moderno –de 1998- y
funcional. Es de esos lugares que te retrotrae al pasado, sin gradas en las
puntas, pero con gente asomada arriba del todo como en Siena. Los asientos son un
poco incómodos, pero están tan pegados a la pista que el público puede saltar
cuando le place. Ha sido el pabellón del AEK
de baloncesto cuando ha estado en segunda división. Un fortín donde era muy
difícil ganar. Ahora acoge a equipos de voleibol, principalmente, porque el AEK se ha trasladado al OAKA. Uno de los problemas de los
amarillos es que no disponen de una pista propia en condiciones.
8. Pabellón Municipal de Nicea (Atenas).
Popularmente
conocido como el Pabellón de Platón,
su aforo máximo es de 1.200 espectadores. En él juega el Ionikós de Nicea y está situado en el barrio del mismo nombre
cercano a El Pireo.
El club vivió su
época dorada entre 1975 y 1986 gracias a Panagiotis
Giannakis, la máxima figura que el Ionikós
ha dado. De la mano de Panagiotis,
el club ganó el campeonato nacional junior contra el Iraklís. El lugar no ha sufrido considerables modificaciones desde
entonces, porque el equipo perdió la categoría y con lo que había les bastaba.
En el Platón tuvo lugar el famoso duelo entre
Galis y Giannakis del año 81 del que no hay imágenes y que ya comenté aquí.
Había tanta gente que tuvieron que abrir las puertas y los aficionados seguían
el choque desde la calle.
El pabellón ya
estaba cochambroso incluso cuando el Ionikós
se clasificó dos veces en la Copa Korac a mediados de
los 80. Sin duda, era una de las pistas más durillas del país y a veces el
objetivo se limitaba a salir sano y salvo de allí. Al club le cayeron muchas
sanciones por altercados mil que se produjeron.
Todavía hoy tiene
una de las aficiones más fieles del país, que acompaña al equipo en los
desplazamientos incluso estando en segunda. No dudo que algún día volverá a
subir. Pero lo del campo deberían hacérselo mirar: apenas seis filas de
asientos en la zona noble y una decena en los fondos no son aptas para un club
con aspiraciones.
7. Papastrateio (El Pireo).
El complejo
deportivo fue construido en 1975 y la piscina se cubrió en 1989. A día de hoy, el Petros Kapagerof está en estado de semi
abandono. Hasta hace poco, sólo funcionaba la piscina, que necesita ser
reformada con urgencia.
El Papastrateio fue la cancha del Olympiacós antes de trasladarse al SEF, durante la primera gran época
rojiblanca, y siguió siéndolo en los años malos del club. En él cabían 1.500
espectadores. Una pena ver el estado en el que se encuentra. Se necesitan unos 2,5
millones de euros para reformar las instalaciones y hacerlas de nuevo útiles. Lamentablemente,
el Olympiacós y las autoridades se
desentendieron del recinto en cuanto se reformó el SEF y se construyeron otros pabellones más modernos. Lo han dejado
morir.
6. Pabellón Municipal de Glyfada (Atenas).
Aunque no
pertenece a ningún club, ha cobijado a diferentes equipos de la ciudad en
momentos puntuales. Para el PAO, Glyfada significó el paso intermedio
entre el Tafos tou Indoú y el OAKA. Está arriba en la lista porque
allí se vivieron duelos de época y el ambiente que se creaba siempre era muy
especial. La construcción representa perfectamente la transición de una época
de chamizos y encerronas a otra de recintos más cómodos y grandes.
El pabellón de Glyfada, también llamado Pabellón Makis Liougkas, fue construido
en 1970 y se halla en el barrio del mismo nombre en la zona sur de la ciudad. Es
un barrio de gente con dinero al lado del mar. Hasta la construcción del Palacio de la Paz y la Amistad
en El Pireo, era el pabellón más grande de Atenas (3.200 espectadores). Forma
parte del complejo deportivo del barrio.
Sus gradas han
visto tres finales de Copa (1976, 1981, 1983) y en su parqué han jugado como
local varios equipos en diferentes etapas. El PAO jugó tres años entre 1992 y 1995, antes de trasladarse al OAKA; también fue la casa del Panionios una temporada y otra del Olympiacós (2001-2002). Entre 2010 y
2013 fue la pista del Íkaros de Kalithea.
Posiblemente sería el pabellón de algún equipo de primera si no fuera porque
está alejado del centro.
5. Pabellón del Panellinios (Atenas).
El del Panellinios es otra de las grandes perlas de Grecia. Fue construido en 1976
y puede albergar un total de 1000 personas. Está situado en el barrio de Kypseli, a pocos metros de la Plaza
Omonia y no muy lejos del Tafos tou Indoú. Era descubierto hasta finales de la década de los
70.
El Panellinios es uno de los clubes con
más historia del país y tiene varias secciones. Lamentablemente, el equipo de
baloncesto ha desaparecido a pesar de que llegó a una Final Four de Eurocup
hace tan solo 5 años.
Lo más llamativo
del pabellón es que no tiene gradas detrás de las canastas y la caseta de los
vestuarios está en la misma pista (!!!). También es curiosa la pared que hay
tras el graderío principal, que no es un muro como tal sino una suma de
cristales. Si el Panellinios tuviera
una afición más numerosa, sería un auténtico búnker, pero desgraciadamente el
pabellón se llena en contadas ocasiones.
En un intento de
reflotar el barco, trasladaron el equipo a Lamía el último año, pero no iba
nadie.
4. Ivanofeio (Salónica).
El Ivanofeio es el pabellón del Iraklís de Salónica. Se inauguró en
1987 y en él caben “oficialmente” 2.500 espectadores. Debe su nombre al famoso
nadador polaco del club Jerzy
Iwanow-Szajnowicz, que fue ejecutado por los nazis en 1943.
Está tan bien
situado como el Nick Galis Hall y se
halla dentro del complejo deportivo del club azul, junto al campo de atletismo
y muy cerca del pequeño pabellón de voleibol.
Tras los
tableros hay bastante sitio para los aficionados más fieles y en uno de los
laterales sólo hay tres filas de asientos. Las ventanas en todo lo alto llenas
de telarañas y los añejos ventiladores son indescriptibles. Es pequeño y suele
accederse a través del bar (¡!). Más cerca del parqué no se puede estar.
Es una pena que
el Iraklís se encuentre en uno de
sus peores momentos de la historia. Emociona pensar que por esa caja de
cerillas han pasado jugadores de la talla de Sabonis, Bodiroga o Pinone como rivales, y ha cobijado como
locales a verdaderos mitos de nuestro deporte como Walter Berry, Jure Zdovc, Dimitris Diamantidis, James
Donaldson o Xavier McDaniel.
3. Alexandrio Melathron / Nick Galis Hall
(Salónica).
Al lado del
resto de los pabellones de la lista, el Alexandrio
es el O2 londinense. Lo pongo el
número dos, porque para la gente de mi generación significa mucho.
Se construyó en
1966, aunque la última reforma data de 2004. Actualmente caben unos 4.800
espectadores. Desde 2013, el Alexandrio
pasó a llamarse Nick Galis Hall,
aunque muchos siguen llamándole Alexandrio
o simplemente Palacio de Deportes.
Era el mayor
pabellón de Grecia (aforo: 5.500 espectadores) hasta 1985. En él jugaban de
local tanto el Aris como el PAOK hasta el año 2000, cuando terminó
la construcción del PAOK Sports Arena, en el barrio de Pylea, donde se trasladaron los
bicéfalos.
Para los Juegos Olímpicos de Atenas se hicieron
obras en el pabellón. Se cambió, entre otras cosas, el mecanismo de
ventilación, muy necesario por la cantidad de humo que se acumulaba en la
gradas –ahora el sistema tampoco es para tirar cohetes-. Se mejoró la
iluminación, se cambiaron los marcadores y se añadieron otros servicios,
afectando al aforo, que quedó reducido (de 5.500 a 4.800). Es un
pabellón municipal y se encuentra dentro del recinto ferial de Salónica, con lo
que se utiliza también para otras cosas. El Aris firmó con el Ayuntamiento en 2004 para seguir allí 20 años
más. Está muy bien situado, en el centro de la ciudad, al contrario que el PAOK Sports Arena.
La edad de oro
del baloncesto en Salónica va unida a
este pabellón, donde tanto el Aris
como el PAOK lograron triunfos
importantes contra superpotencias europeas. La fuerza de ambos conjuntos
residía en aquel mágico lugar, siempre abarrotado, siempre caliente, siempre real. La gente del Alexandrio metió al Aris
a empujones en las primeras Final Four y al PAOK en la Recopa del 91 y en la Korac
del 94.
Los aficionados
se presentaban en el lugar dos horas antes del partido y no dejaban de animar
hasta el último segundo. La rivalidad entre plantillas y aficiones era tremenda
en la ciudad, porque por entonces los tesalonicenses se disputaban los títulos
nacionales. Apenas un cordón policial y una cuerda separaban a los seguidores
de unos y otros, porque por entonces las hinchadas local y visitante compartían
techo. Es curioso que ahora las aficiones no viajen en Grecia para evitar
posibles altercados. Y es que como dice Nikos
Galis, “en nuestra época había broncas y peleas, pero no tan violentas como
ahora”.
En la Edad de Oro se montaban unos pollos de aúpa.
Hoy recuerdo con emoción aquellos lanzamientos de dracmas, mecheros y vasos,
aunque entonces me indignaba de mala manera. Arrancar las sillas del Alexandrio y lanzarlas al parqué se
convirtió en el deporte nacional.
2. Pabellón Municipal de Nea Smirni
(Atenas).
El segundo
pabellón de mi lista es el del Panionios
de toda la vida. Está tan arriba en el top 15 porque, como el Ivanofeio de Salónica, apenas ha sido
retocado en 25 años. Sigue tan pequeño, tan roñoso y tan cutre que es imposible
no amarlo.
Fue construido
en 1979 y en sus gradas caben 1.850 espectadores. Es posiblemente el más
indecente y gamberro del país, junto con el del Iraklís. Sucio y anticuado, pero entrañable como el equipo que allí
reside, el Panionios del barrio de
Nea Smirni. Necesita ser reformado desde hace años, pero nadie se mueve.
El problema es
que si sacas al Panionios de allí,
la gente no va, como ha pasado en la
Eurocup no hace
mucho. No es que el recinto requiera de una profunda renovación: se necesita un
pabellón nuevo, moderno y limpio. El eterno proyecto de construir uno con
capacidad para 5.000 espectadores sigue en el aire.
Los banquillos y
la mesa de anotación siguen pegados a la pared, y hay muy poco espacio entre el
parqué y el muro. Los aficionados ven el partido desde los fondos o en el
graderío que hay enfrente del muro. Hablar del Municipal de Nea Smirni significa recordar a Fanis Christodoulou metiendo 25 cada día, a Boban Jankovic aquella fatídica tarde o a muchos otros jugadores
que luego saltaron a equipos más poderosos, por no citar a tantos y tantos
entrenadores –Ivkovic, Djurovic, Missas, etc…-.
1. Tafos tou Indoú (Atenas).
El Tafos tou Indoú es uno de los rincones
míticos de Atenas. Por historia, fisionomía y demás merece estar en la cima de
nuestra lista.
Fue el primer
pabellón cubierto construido en Grecia (1959) y está debajo de las gradas -bocas
6 y 7- del campo de fútbol Apóstolos
Nikolaidis, propiedad del Panathinaikós.
Conocido también como el Pabellón de la Avenida Alexandra, es el recinto con más historia del
país. En sus gradas sólo caben 1.500 espectadores, aunque en partidos importantes
vaya usted a saber cuántos aficionados habrán llegado a meter. Es popularmente
conocido como Tafos tou Indoú por la
película homónima de Fritz Lanz Das indische
Grabmal (La tumba del indio), que habían ido a ver varios jugadores del PAO antes de la inauguración del
recinto. A Tasos Stefanou le
vinieron a la mente las escaleras de la película nada más ver aquel graderío
blanco y estrecho, y se lo comentó al periodista Giorgos Dogas, que no tardó en rebautizar
de ese modo el lugar en sus retransmisiones. Caló de inmediato entre los
aficionados, porque realmente aquello parecía un féretro, de lo estrecho que
era.
Se inauguró
oficialmente el 8 de enero de 1961 con un PAO-Mylonas
de juveniles y durante los primeros años vivió situaciones de lo más surrealistas.
Solía inundarse cuando llovía y entraba nieve en invierno, porque dejaban las ventanas
abiertas. No había calefacción y los ventiladores brillaban por su ausencia.
Lo más
característico del pabellón, a parte del graderío, es el techo inclinado, que
hace que uno tenga la sensación de hallarse en un cobertizo sin puerta de
salida. Recordemos que está construido bajo las gradas del estadio de fútbol,
de ahí el inevitable grado de inclinación. Hay más hileras detrás de las
canastas que en la zona lateral. En la parte de arriba de la zona del muro
están las famosas ventanas por las que entra la luz. Si algún jugador se pasa
de frenada o intenta salvar una bola, corre el riesgo de empotrarse contra el
muro de hormigón.
El PAO ganó 14 ligas en el Tafos entre 1961 y 1984, y se mantuvo
como pabellón verde de baloncesto masculino hasta la llegada de Nikos Galis en 1992. Todavía hoy el PAO femenino de baloncesto y los dos
equipos de voleibol juegan en el recinto.
En 1963, en el Tafos jugó el todopoderoso Real Madrid en la Copa de Europa con la
presencia de los, por entonces, príncipes Juan
Carlos y Sofía, que fue todo un
acontecimiento. Durante 30 años se vivieron en aquel lugar duelos entrañables
de la Copa de
Europa y de otras competiciones europeas.
Si las paredes
del Tafos hablaran, seguro que nos
explicarían mil historias sobre el Panathinaikós
de las 4K, las movidas arbitrales, las invasiones y la rivalidad entre
aficiones. El pabellón mantiene la magia todavía hoy, donde algunos partidos de
voleibol femenino son seguidos con la misma pasión de siempre.
Hay más
pabellones pequeños que podrían estar perfectamente en la lista como el del Near East o del Dafni, pero creo que con los citados la selección es
suficiente.
Si tenéis curiosidad por conocer otros pabellones, visitad www.stadia.gr. Algunas fotos están sacadas de ahí.
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