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Haloperidol: fármaco antipsicótico contra enfermedades mentales. Para tratar la esquizofrenia, estados maníacos, trastornos y ansiedad. Efectos secundarios: rigidez, temblor, inquietud, movimientos anormales de las manos, alteraciones respiratorias. Pueden llevar a la muerte del paciente.
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Cruce de cuartos de la Final Four de la temporada 1994-1995.
El CSKA, tras aplastar por 30 puntos al Olympiacós en Moscú el 9 de marzo de 1995 (95-65), se presenta en el Palacio de la Paz y de la Amistad (SEF) lleno de moral y con muchas posibilidades de pasar. En el segundo partido (14 de marzo de 1995), sin embargo, el Olympiacós se impone por 86-77 en un choque más igualado de lo que indica el marcador y con la inestimable ayuda de los colegiados. El favoritismo pasaba de los rusos a los griegos, que jugaban en casa el desempate dos días después.
¿Qué pasó la víspera del jueves 16 de marzo de 1995?
Nadie sabe todavía la verdad. Nunca se sabrá.
El masajista ruso comentó que antes del primer partido en el SEF los locales dejaron junto al banquillo visitante varias botellas precintadas. Durante el calentamiento y a lo largo del partido estuvieron bebiendo todos los miembros del equipo. A continuación, pidió a los jugadores que cogieran alguna botella para llevarla al hotel y beber por el camino. Morgunov cogió una y, cuando la presionó para levantarla, vio que había un pequeñito agujero en el tapón, aunque no le dio la mayor importancia.
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La mañana siguiente, Yevgeni Kisurin y Vasily Karasev bajaron juntos a desayunar. El ala-pívot narraba los hechos de la siguiente manera:
- “Por la mañana fui con Karasev a tomar un café. La cafetería estaba solo a 50 metros del hotel, pero me parecieron una eternidad. Tuvimos que sentarnos en una silla para no caer. ¿Será posible? ¡Pero si ayer volábamos! Karasev empezó a sentir contracciones en la cara. Volvimos al hotel y fuimos rápidamente al médico del equipo, que nos puso una inyección para tranquilizarnos.”
“La verdad es que después del partido empecé a sentir melancolía. Si hubiera tenido una pistola me hubiera pegado un tiro”, me dijo Karasev. “Yo también”, le respondí.
Igor Kudelin tuvo alucinaciones y explicó que “la habitación se movía como si fuera de goma y delante de mí se aparecían ánforas antiguas. En aquel momento pensé que había sufrido un ictus cerebral o algo por el estilo. No podía respirar, tenía problemas en los pulmones y los ojos parecían querer salirse de las córneas.”
Durante el entrenamiento, el coach Eremin creía que los suyos se habían vuelto majaras. Los jugadores parecían medio dormidos. Era como estar viendo a un equipo de drogadictos jugando al baloncesto.
Nikita Morgunov no era capaz de controlar sus movimientos. Durante el calentamiento empezó a tirar al aro y todo eran pedradas. Stanislav Eremin le recriminó: “¡Nikita, deja de hacer tonterías!”, pero el pívot estaba fuera de control. Entonces, en palabras del propio Nikita, “sentí como si la cabeza se girase y se desplomase sobre el hombro. A continuación, noté contracciones en los músculos de las piernas y en la cintura. Podía inspirar, pero no expirar.”
Inmediatamente llevaron al pívot al hospital junto con Kudelin. El médico del equipo, doctor Abramenko, acompañó a los jugadores. “Nunca me había encontrado en semejante situación. No había visto un caso similar en toda mi vida. La cintura y las manos de Kudelin y Morgunov se habían doblado completamente y ambos sentían asfixia. Los médicos griegos estaba totalmente perdidos y no sabían qué hacer.”
A Nikita Morgunov el hospital al que lo llevaron le recordó a “una de esas clínicas de la antigua Unión Soviética.”
La reacción de los médicos, al principio, fue poco profesional. Cuando los vieron, pensaban que eran drogadictos y empezaron a preguntar tonterías. Sin embargo, en cuanto los examinaron más en profundidad, vieron que la cosa era grave. Se dieron cuenta de que algo habían bebido y los llevaron a hacer radiografías. Morgunov cayó en coma.
Después del entrenamiento fue Sergei Panov el que empezó a sentirse mal. Era el tercer jugador al que le tenían que aplicar los primeros auxilios. Se lo llevaron en ambulancia, aunque no al mismo hospital que los otros dos. Al parecer, acabó en la Cruz Roja. El director general del CSKA, Sr. Jurkov, acompañó a Panov y se asustó mucho al ver como empezaba a salirle espuma por la boca. “Tuve que gritar con todas mis fuerzas para que me ayudase alguien. En Moscú nos dijeron después que podría haber sufrido una insuficiencia respiratoria y haber caído en coma o que se le hubiera parado el corazón.”
Todo aquello no podía se casual. La expedición rusa se dio cuenta de que todas las botellas tenían su agujerito en el tapón, a pesar de no haber sido abiertas.
Cuando la noticia salió a la luz, se pensó que los jugadores se habían intoxicado en un restaurante por comer algo en mal estado. El comisario de la FIBA parece que creyó semejante teoría. Fasoulas, experto en meter la pata, comentó de que los rusos habían debido salir de juerga la noche anterior. También se habló de descabelladas teorías, como la que insinuaba una intoxicación autoprovocada para cobrar un montón de dinero.
El siguiente en caer fue Andrei Kornev, pocas horas antes del tercer partido. Durante el trayecto de camino al estadio, sintió espasmos en los músculos de la espalda y tuvo que ser trasladado de urgencia al hospital. Karasev empezó a tener los mismos síntomas y le acompañó.
La comedia ridícula que se vivió aquel día en el SEF se define en una palabra: vergüenza. Permitir semejante espectáculo en la competición más importante de Europa ponía en duda la limpieza de la competición y la alejaba del fair play.
El CSKA se presentó a jugar solo con 5 jugadores. De haberlo hecho con 4, el partido no se hubiera disputado. Alguno de los rusos apenas se sostenía en pie. El resultado fue lo de menos: 79-54; la celebración exagerada de la afición, patética.
Los cinco rusos pelearon como jabatos e incluso llegaron a dominar en el marcador por 28-27 en el minuto 16. El impresentable de Ioannidis estaba que se subía por las paredes, porque veía que los suyos no se estaban empleando a fondo.
A los cinco minutos de la reanudación, Igor Kurashov fue eliminado por faltas personales, con lo que el CSKA se quedaba con 4 jugadores. Cuando faltaban seis minutos y 10 segundos, cayó lesionado Spiridonov, que se retiró para ser tratado por los médicos. Con solo 3 jugadores de campo, Eremin mandó seguir haciendo faltas hasta quedarse sin jugadores. Así, toda Europa hablaría del escándalo y a todos se les caería la cara de vergüenza, incluida la FIBA. Dio la orden a Alexey Vadeev de que hiciera la quinta falta. El CSKA se quedaba con dos jugadores. Entonces, Andrei Spiridonov se levantó y volvió renqueante al campo, con el muslo vendado. Los rusos acabaron el partido con tres hombres.
El comportamiento de Ioannidis durante el partido fue demencial. En cuanto el CSKA se quedó con dos jugadores menos, mandó una presión en toda la pista hasta ponerse 20 puntos por delante. A continuación, retiró primero a un jugador y luego a otro, produciéndose una situación insólita de 3 contra 3 en todo el campo absolutamente patética. Tras el partido, el Rubio todavía tuvo la caradura de declarar que “al enfermo no lo matas”, por eso había dejado a 3 jugadores de campo en los últimos minutos. No sé si lo de retirar hombres de campo voluntariamente se había dado alguna vez. Ni siquiera si es legal.
"Honramos el baloncesto, sois una vergüenza".
¿Por qué no se aplazó el partido? ¿Acaso no se podía jugar tres o cuatro días después?
Si uno de los médicos del CSKA, Oleg Parfionov, dijo que los jugadores no estaban en condiciones de jugar, ¿por qué lo hicieron?
Según el director Jury Jurkov, el día del partido se presentaron en el hotel el presidente del CSKA, Sr. Reznikov, y el ex entrenador del equipo, Alexander Gomelski, como representante de la federación. Ambos estaban de acuerdo en que alguien había envenenado a los jugadores, pero por razones de patriotismo, había que jugar. También temían que la FIBA tomara represalias en forma de multas, que podían oscilar entre los 50.000 y los 100.000 dólares.
El entrenador Eremin acusó a la FIBA de obligarles a jugar para investigar después. Valentín Lazarov, comisario búlgaro de la FIBA, declaró que le habían dicho que varios jugadores del CSKA estaban en el hospital, posiblemente debido a una intoxicación. “Alexander Gomelski me comentó que ni siquiera podían completar un quinteto. Pusimos en conocimiento los hechos al Secretario General de la FIBA, señor Stankovic, el cual dijo que la FIBA no quería mezclarse. Entonces, me puse en contacto con los médicos griegos, los cuales me confirmaron que los jugadores rusos no tenían nada grave. Propuse al Olympiacós que se retrasase el partido un o dos días, pero entonces el mánager del Olympiacós me mostró un contrato de televisión, preguntando quién pagaría las pérdidas en caso de denuncia del canal. Hablaba de muchísimo dinero. No podía retrasar el partido.”
El comportamiento del CSKA fue ejemplar y no quiso remover demasiado el asunto. Eremin dejó caer que la inversión millonaria de los del Pireo no podía quedar fuera de la Final Four.
La triste realidad es que nunca se esclarecieron los hechos y no hubo ni sanciones ni represalias. No debemos olvidar que el Olympiacós acabó llegando a la final, perdiendo contra el Madrid de Sabonis. ¿Qué hubiera pasado si hubiera ganado?
No es nada descabellado decir que aquel 15 de marzo peligró la vida de cinco jugadores del CSKA: Morgunov, Kudelin, Kornev, Karasev y Panov. Los médicos griegos no se comportaron como buenos profesionales, burlándose de los afectados y asegurando al comisario de la FIBA que la intoxicación de los rusos no era grave.
Los griegos negaron cualquier relación con el envenenamiento. Sin embargo, tras los análisis realizados en Moscú, se encontraron restos de un fármaco, Haloperidol, en los botellines de agua. En ninguna cabeza cabe que el Olympiacós pudiera estar implicado en semejante escándalo, porque ¿qué necesidad tenía jugando en casa el tercer partido? Todo el mundo apuntó a que algún aficionado había tenido acceso a los botellines, teoría que incluso aceptó el médico del CSKA, Vitaly Abramenko. ¿Cómo es posible que los aficionados tuvieran acceso a los botellines del equipo rival?
El peor parado de la historia fue Spiridonov, el héroe que regresó a la pista lesionado, que tuvo que poner fin a su carrera tras el suceso porque empezó a tener problemas en los riñones y en el hígado. Fue de los pocos que no fue tratado inmediatamente en el hospital. El resto se recuperó.
Declaraciones de algunos jugadores del Olympiacós 10 años después del hecho no dejaban en buen lugar a su propio entrenador, Giannis Ioannidis. ¿Por qué no hablaron antes?
Milan Tomic dijo que cuando se enteraron de lo que pasaba no se sintieron bien. No les gustaba lo que estaban viendo y se sentían incómodos. “Ioannidis se cabreó mucho por la imagen que habíamos dado en la primera parte y nos dijo de todo en los vestuarios.”, asegura.
Alexander Volkov comentó que estaba aterrado por los jugadores del CSKA, que se encontraban entre la vida y la muerte. Pidió a Ioannidis no jugar, pero éste se negó en redondo. Sin embargo, al ver la expresión de la cara y las pocas ganas que le estaba poniendo el ucraniano, lo sentó y no lo volvió a sacar.
Giorgos Sigalas, el capitán, había comentado con Ioannidis la posibilidad de suspender o no acabar el partido, pero al final todo quedó en agua de borrajas. Probablemente, dice, deberían haber jugado con el mismo número de jugadores todo el rato. El rendimiento del CSKA, sin embargo, no permitió concesiones y se mantuvieron 5 rojiblancos en la pista. Sigalas reconoce que lo que hicieron sus rivales fue heroico.
El día de los hechos empleados del Panathinaikós persiguieron a la expedición rusa y le ofrecieron ayuda. Querían muestras de los botellines para realizar análisis en laboratorios del país. Curiosamente, Panathinaikós y Olympiacós se enfrentarían en la semifinal de la Final Four pocos días después, con derrota de los verdes.
Escándalos con los equipos griegos ha habido muchos, pero sin duda éste te lleva la palma.
Aquí está el partido completo, con un Filipos Syrigos desganado narrando y soltando puyas contra los aficionados. Desde luego, el comportamiento de los fans es lamentable, lanzando petardos y cantando exageradamente todo el rato, además de aplaudir por momentos las canastas rusas, no sé yo si por recochineo. ¿Serían conscientes de lo sucedido?
Si uno de los médicos del CSKA, Oleg Parfionov, dijo que los jugadores no estaban en condiciones de jugar, ¿por qué lo hicieron?
Según el director Jury Jurkov, el día del partido se presentaron en el hotel el presidente del CSKA, Sr. Reznikov, y el ex entrenador del equipo, Alexander Gomelski, como representante de la federación. Ambos estaban de acuerdo en que alguien había envenenado a los jugadores, pero por razones de patriotismo, había que jugar. También temían que la FIBA tomara represalias en forma de multas, que podían oscilar entre los 50.000 y los 100.000 dólares.
El entrenador Eremin acusó a la FIBA de obligarles a jugar para investigar después. Valentín Lazarov, comisario búlgaro de la FIBA, declaró que le habían dicho que varios jugadores del CSKA estaban en el hospital, posiblemente debido a una intoxicación. “Alexander Gomelski me comentó que ni siquiera podían completar un quinteto. Pusimos en conocimiento los hechos al Secretario General de la FIBA, señor Stankovic, el cual dijo que la FIBA no quería mezclarse. Entonces, me puse en contacto con los médicos griegos, los cuales me confirmaron que los jugadores rusos no tenían nada grave. Propuse al Olympiacós que se retrasase el partido un o dos días, pero entonces el mánager del Olympiacós me mostró un contrato de televisión, preguntando quién pagaría las pérdidas en caso de denuncia del canal. Hablaba de muchísimo dinero. No podía retrasar el partido.”
El comportamiento del CSKA fue ejemplar y no quiso remover demasiado el asunto. Eremin dejó caer que la inversión millonaria de los del Pireo no podía quedar fuera de la Final Four.
La triste realidad es que nunca se esclarecieron los hechos y no hubo ni sanciones ni represalias. No debemos olvidar que el Olympiacós acabó llegando a la final, perdiendo contra el Madrid de Sabonis. ¿Qué hubiera pasado si hubiera ganado?
No es nada descabellado decir que aquel 15 de marzo peligró la vida de cinco jugadores del CSKA: Morgunov, Kudelin, Kornev, Karasev y Panov. Los médicos griegos no se comportaron como buenos profesionales, burlándose de los afectados y asegurando al comisario de la FIBA que la intoxicación de los rusos no era grave.
Los griegos negaron cualquier relación con el envenenamiento. Sin embargo, tras los análisis realizados en Moscú, se encontraron restos de un fármaco, Haloperidol, en los botellines de agua. En ninguna cabeza cabe que el Olympiacós pudiera estar implicado en semejante escándalo, porque ¿qué necesidad tenía jugando en casa el tercer partido? Todo el mundo apuntó a que algún aficionado había tenido acceso a los botellines, teoría que incluso aceptó el médico del CSKA, Vitaly Abramenko. ¿Cómo es posible que los aficionados tuvieran acceso a los botellines del equipo rival?
El peor parado de la historia fue Spiridonov, el héroe que regresó a la pista lesionado, que tuvo que poner fin a su carrera tras el suceso porque empezó a tener problemas en los riñones y en el hígado. Fue de los pocos que no fue tratado inmediatamente en el hospital. El resto se recuperó.
Declaraciones de algunos jugadores del Olympiacós 10 años después del hecho no dejaban en buen lugar a su propio entrenador, Giannis Ioannidis. ¿Por qué no hablaron antes?
Milan Tomic dijo que cuando se enteraron de lo que pasaba no se sintieron bien. No les gustaba lo que estaban viendo y se sentían incómodos. “Ioannidis se cabreó mucho por la imagen que habíamos dado en la primera parte y nos dijo de todo en los vestuarios.”, asegura.
Alexander Volkov comentó que estaba aterrado por los jugadores del CSKA, que se encontraban entre la vida y la muerte. Pidió a Ioannidis no jugar, pero éste se negó en redondo. Sin embargo, al ver la expresión de la cara y las pocas ganas que le estaba poniendo el ucraniano, lo sentó y no lo volvió a sacar.
Giorgos Sigalas, el capitán, había comentado con Ioannidis la posibilidad de suspender o no acabar el partido, pero al final todo quedó en agua de borrajas. Probablemente, dice, deberían haber jugado con el mismo número de jugadores todo el rato. El rendimiento del CSKA, sin embargo, no permitió concesiones y se mantuvieron 5 rojiblancos en la pista. Sigalas reconoce que lo que hicieron sus rivales fue heroico.
El día de los hechos empleados del Panathinaikós persiguieron a la expedición rusa y le ofrecieron ayuda. Querían muestras de los botellines para realizar análisis en laboratorios del país. Curiosamente, Panathinaikós y Olympiacós se enfrentarían en la semifinal de la Final Four pocos días después, con derrota de los verdes.
Escándalos con los equipos griegos ha habido muchos, pero sin duda éste te lleva la palma.
Aquí está el partido completo, con un Filipos Syrigos desganado narrando y soltando puyas contra los aficionados. Desde luego, el comportamiento de los fans es lamentable, lanzando petardos y cantando exageradamente todo el rato, además de aplaudir por momentos las canastas rusas, no sé yo si por recochineo. ¿Serían conscientes de lo sucedido?
Desde luego, este capítulo fue una vergüenza para el basket griego, pero Stankovic y sus secuaces pusieron mucho de su parte para que se consumara tamaño pucherazo. FIBA siempre pensando en lo mejor...para sí misma.
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