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jueves, 6 de noviembre de 2014

El comienzo de una nueva era: la temporada 1988-1989 (II)


Mike Jones dejó huella en Grecia.


Al PAOK llegó Mike Jones, al que le apodaron el Cervatillo. Por su manera de jugar y su carácter extrovertido, se ganó a la afición bicéfala, que todavía hoy le recuerda. Le dediqué un post que podéis leer aquí. Un fenómeno, Mike, tanto fuera como dentro de la cancha.

Quinteto con Scurry, Angelou, Middleton, Kambouris y Maniatis.

Al Olympiacós llegaron Carey Scurry y Larry Middleton, dos auténticos jugones, aunque nos centraremos en Scurry porque fue el americano de la liga. Carey era un pájaro de cuidado. Algunos quizás lo recuerden de su paso por el Granollers. 

Su historia es de lo más triste, aunque debemos quedarnos con lo bueno, que en Grecia fue mucho. Scurry era un alero de 2,01 atlético y muy rápido que había jugado tres temporadas en Utah Jazz y cuatro partidos con los Knicks. Jugar en New York fue para él como cumplir un sueño, ya que había nacido en Brooklyn. Nunca fue titular en los Jazz, al que había llegado junto a Karl Malone. Su mejor año fue el último, en el que jugó 29 partidos y anotó una media de 4,8 puntos. Sin embargo, Carey empezó a hacer de las suyas y el sueño americano terminó. En agosto de 1987 fue detenido por conducir bajo los efectos del alcohol.

Scurry jugó en los Utah Jazz con Stockton, Tripucka, Iavaroni y compañía.

El presidente Giorgos Koskotás confirmó el fichaje durante el verano. Costó 37 millones y medio de dracmas (250.000 dólares), un pastón de la época, aunque teniendo en cuenta que llegaba directamente de la NBA y sólo tenía 26 años, no tanto.

Se incorporó al equipo durante la preparación en los Países Bajos y causó una grata impresión. Su debut en partido oficial no pudo ir mejor, puesto que anotó 19 puntos contra el AEK y ayudó a ganar al equipo por 76-71. Era sorprendente su manera de atacar, jugando por encima del aro, pero también su forma de defender, apretando a los bases y emparejándose con hombres más altos sin problemas. Era un portento físico que poseía una habilidad prodigiosa con el balón. Podía salir corriendo él solo y llegar al otro aro en escasos segundos.


Aunque el Olympiacós no era de los equipos punteros y la temporada estuvo plagada de problemas (acabó octavo en la liga), Scurry brilló con luz propia. Junto a Larry Middleton, otro alero velocísimo que no se cansaba de anotar, condujo a los del Pireo a la fase de grupos de la Copa Korac ( superó al Gornik Walbrzych polaco y al Dinamo de Tiblisi primero). En la misma, sólo consiguió una victoria contra el Joventut de Badalona por cinco derrotas. Tampoco en la Copa de Grecia las cosas fueron como se esperaba, puesto que el Olympiacós cayó eliminado en octavos frente el Panionios en casa (71-75).

En todos los partidos daba muestras de su calidad a pesar de que empezó a frecuentar la noche ateniense desde bien pronto. El presidente y el entrenador preferían mirar hacia otro lado, porque la gente lo adoraba. En el partido contra el Panathinaikós (victoria rojiblanca por 86-70), machacó 8 veces el aro contrario, mientras que en un choque jugado en Bolos contra el Iraklís, destrozó un tablero. Además de darle una patada al coach Steve Giatzoglou en pleno partido, cuentan que se le vio un día persiguiéndolo en un entreno con un cuchillo en la mano al grito de “I love you, I love you”.


Sus problemas con el alcohol y las drogas eran archiconocidos, pero aguantó toda la temporada y cobró hasta el último céntimo. Se marchó a la CBA y de ahí a Granollers, Argentina, Bélgica y un largo etcétera. En los 19 partidos que jugó en Grecia, anotó 400 puntos justos (21,1 de media) y cogió 9,8 rebotes. Tras dejar el baloncesto quiso hacerse entrenador, pero seguía tomando drogas y estaba enganchado al alcohol. En 2012 fue detenido por robar porque necesitaba dinero para su dosis, y entró en la cárcel.

Dany Vranes jugó en nuestros añorados Seattle Supersonics con el 23.

La historia de Dany Vranes es de película. Nació en Salt Lake City en 1958 y estudió en su ciudad natal. Fue elegido en el número 5 del Draft de 1981 por los Seattle Supersonics, donde jugó hasta 1986. Su mejor temporada fue la 83/84, en la que acabó con 8,4 puntos y 4,9 rebotes. A continuación jugó dos años en Philadelphia. Era uno de los ídolos de su ciudad e incluso llegó a grabar un anuncio de jabón.

En 1988 fichó por el renovado AEK del nuevo presidente Makis Psomiadis, en lo que sería su primera experiencia fuera de Estados Unidos. ¡Y menuda experiencia! Para jugar la Recopa, su pareja americana fue Clint Richardson, un escolta que había ganado un anillo con Philadelphia.

Vranes fue uno de los mejores americanos de la liga, sino el mejor. Pívot alto, blanco, ágil, delgado, con capacidad reboteadora y anotador. Un buen tipo, familiar, nada problemático y profesional. Prototipo de mormón. 

El AEK se había hecho con los servicios de Kresimir Cosic (con un sueldo de 30 millones de dracmas era el entrenador mejor pagado de Europa) y contaba con dos de los mejores jugadores griegos del país: Minas Gekos y Kostas Patavoukas. Además, aquel verano firmó a la promesa Nasos Galakterós por 170 millones y a Vasilis Lanés, que se lo birló al Olympiacós de las manos. El AEK no tenía mal equipo, pero había un problema en el palco. A Vranes le sedujo la idea de jugar a las órdenes de Cosic -que también acabaría peleado con el presidente- y de conocer otra cultura y otro baloncesto.


Vranes firmó por 500.000 dólares (y 1,6 millones por tres años si todo iba bien). ¡Cuál debió ser su sorpresa cuando los primeros pagos iban dentro de cajas de plátanos! ¡Bananas en la parte de arriba y fajos de billetes en el fondo, cuando lo acordado era que ingresarían sus nóminas en un banco suizo! A los dos meses, se acabaron los pagos o no llegaba todo lo acordado. Y no sólo eso. Todas las promesas quedaron en agua de borrajas. Ni colegio americano para los niños –bueno, sí, pero los echaron porque nadie pagaba-, seguros varios, casa con vistas al Mediterráneo, coche prometido –un Mercedes-… nada. Debería haberlo sospechado cuando le ofrecieron el oro y el moro o haberse informado mejor, aunque por entonces el baloncesto griego estaba en pleno apogeo y había dinero. Sin embargo, al americano llegaron a deberle 140.000 dólares. Se negó a entregar y a jugar hasta que no se le pagase lo adeudado. También Richardson se unió a la queja. 

Vranes viajó a Zagreb para un partido de Recopa de la fase de grupos, pero al llegar encontró su casa revuelta. Además, le habían birlado el coche y había mensajes amenazantes en el contestador del teléfono. “Si intentas marcharte, te matamos”. El pívot cambió las cerraduras y mandó a Estados Unidos a su familia. Suerte tuvo de llevar el pasaporte encima, aunque lo peor vino después. 

Estuvieron siguiéndole y le vieron reunirse con un amigo que tenía en el país. Al cabo de unos días, recibió una llamada del mismo: “Me tienen retenido en un almacén y amenazan con hacerme daño a mí y a mi mujer embarazada si no juegas el partido contra el Panathinaikós.” Así las gastaba Psomiadis. A Vranes no le quedó otra cosa que jugar, “temiendo incluso por mi vida”, como reconoció a Seattle Times años después.

Puso en conocimiento de la Embajada la situación porque no se fiaba de la policía (los tentáculos del presidente llegaban a todas partes) y pidió que le buscasen un vuelo para largarse de inmediato. Preparó las maletas antes de ir al campo. “Vi a a mi amigo en el pabellón rodeado por miembros de seguridad privada del presidente. Uno se acercó y me dijo que jugase bien o le harían daño. Anoté la canasta del triunfo y ganamos. No dejé que nadie me tocase durante la celebración.” Al día siguiente, cogió el avión y desapareció. Reclamó infructuosamente durante años lo que se le adeudaba. “Este tipo gobierna el país”, decía. Luego jugó en Italia. Él y su manager desaconsejaron a todos los que les preguntaron que fuesen a jugar a Grecia. 

Lo increíble es que después de aquello, Psomiadis siguió con cargos de responsabilidad, no sólo en el AEK, sino en otros clubs. También tuvo sus más y sus menos con jugadores de fútbol –que se lo pregunten a Demis Nikolaidis-.

Makis Psomiadis –suegro de Ioannis Bourousis- es todo un personaje. Ya le dediqué un post porque a mi llegada a Grecia me llamó la atención. Actualmente está en la cárcel, porque desde entonces continuó haciendo trapicheos de los suyos.

Psomiadis y Sabonis.

Una anécdota de aquella temporada fue la del partido contra el Zalgiris y su oferta por Arbydas Sabonis, aprovechando que los verdes fueron a jugar a Grecia en la Recopa. Psomiadis compró el partido, aunque a la postre no sirvió de nada porque el AEK perdió contra la Cibona. “Sabonis era un mal actor”, afirmó Vranes, que aquella noche le metió al Zar 38 puntos (¡!). “El presidente compró el partido para ganarse a la gente y para que los aficionados se animasen a venir más al pabellón.”

Las aventuras de Dany Vranes explicadas en Triponto.

Luego se supo todo por un reportaje en la revista Triponto. La prensa afín al presidente no tardó en difundir falsos rumores sobre la vida privada de Vranes mientras los compañeros se mantenían al margen. En cuanto dejó de entrenar, el club dejó de pagar las facturas de luz y se la cortaban de vez en cuando.

Richardson abandonó el AEK antes de terminar la temporada para jugar en Seattle y renunció a la pasta que le debían, pero Vranes no. El pívot decidió quedarse para intentar cobrar y se convirtió en uno de los mejores jugadores de la liga. Estuvo muchos años reclamando los impagos, pero fue en balde. 

Denunció también que Psomiadis tenía comprados a varios árbitros, puesto que jugaban contra el potente Panathinaikós y castigaban en exceso a los verdes, que entonces no gozaban del poder que tendrían años después. 


Otra anécdota es la de la fiesta que el presidente organizó en su honor, para hacerle recapacitar. Lo mandó llamar y le dio una bolsa con 2000 dólares, pero para Vranes no era suficiente porque le debía mucho más. Acabó cobrando en total 20.000 de los 500.000 dólares prometidos. Dany, todo un número 5 del Draft, terminó harto del país y soltando pestes allí donde iba.

A pesar de la pesadilla que vivió en Atenas, el americano hizo una gran temporada. El AEK llegó hasta la semifinal en la Copa de Grecia y quedó eliminado en la fase de grupos de la Recopa. En la liga acabó en una discreta sexta plaza.

Luego se supo que el dinero de Psomiadis provenía del contrabando y acabó siendo perseguido por la justicia. Sólo duró un año en la presidencia del club. En marzo sufrió un intento de asesinato, aunque hay quien dice que se autolesionó. En el hospital se enteró de que iban a detenerlo y desapareció de la faz de la tierra durante un tiempo. En Italia Vranes siguió jugando a muy buen nivel e hizo pareja con Darryl Middleton.

Estos americanos fueron las caras nuevas más destacadas de aquella inolvidable temporada en la que el Aris volvió a hacer el doblete.  Los amarillos decidieron no arriesgar y mantuvieron al pívot canadiense Greg Wiltjer, que jugó su segunda temporada en Salónica. Quizás un americano fuerte dentro de la zona hubiera ido bien para afrontar con más garantías la Copa de Europa. En la Final Four la carencias en la pintura fueron evidentes.

El Iraklís inscribió a David Ancrum, un escolta zurdo sensacional que se había ganado el puesto la temporada anterior en sus escasas apariciones en la Copa Korac. Logró la quinta plaza y se clasificó para la Korac. Jugó 24 partidos en los que anotó un total de 766 puntos (31,9 de media) y 5,7 rebotes. 


Mark Petway, que había sido la pareja de Delaney Rudd en Europa con el PAOK la temporada anterior, fichó por el Apolón Patras, con el que quedó séptimo.

El morbo de aquellas historias ayudó a crear el mito de aquella primera liga con extranjeros.  A los griegos les encantaban todos aquellos maravillosos jugadores. A veces daba la impresión de que cuanto más golfo era el deportista, más querido. Salvo Vranes, que directamente los trata de locos, el resto de jugadores siempre destaca, todavía hoy, la pasión con la que vivían los aficionados los partidos. 

Kresimir Cosic.

No podemos olvidar, antes de echar el cierre, que aquella temporada en los banquillos se sentaron entrenadores de la personalidad de Ioannis Ioannidis (Aris), Kresimir Cosic (AEK) –que se fue antes de terminar la temporada y fue sustituido por Nikos Nesiadis-, Steve Giatzoglou (Olympiacós), Mihalis Kyritsis (PAO), Johny Newman (PAOK)–sustituido por Kostas Politis hacia el final de la temporada- o Vlado Djurovic (Panionios). Es decir, un año de auténticos sargentos. No me extraña que algunos acabasen hasta las narices de los indisciplinados.

El verano siguiente, al margen del affaire Psomiadis –en paradero desconocido-, fue Giorgos Koskotás, el presidente del Olympiacós, el que se vio envuelto en un escándalo de gran magnitud. En el mismo estaba involucrado el partido del Gobierno (PASOK) y algún banco. Koskotás se fugó en avión a Italia de la noche a la mañana, pero fue cazado por las autoridades y metido entre rejas.

Koskotás en el hotel rejas y en portada.

Nota: nunca me cansaré de recomendar la sección Χρόνια και Ζαμάνια de la web Sentragoal.gr. El periodista Giorgos Kouvaris ha recuperado algunas de estas historias e incluso ha logrado hablar con los protagonistas (con Scurry no porque estaba en la cárcel, aunque sí lo hizo con su hermano). Una fuente de inspiración constante para los que adoren el baloncesto retro, con fotos y vídeos muy recomendables. Sobre Edgar Jones, escribió esto, sobre Landsbrger esto y sobre Scurry esto. En la misma página, Stela Papadopoulos nos recordó la historia de Mike Jones aquí, y en Gazzetta.gr Nikos Papadogiannis la de Dany Vranes.

El espacio de Javier Ortiz en la página de la ACB también es maravilloso. Como la mayoría de nuestros protagonistas también pasaron por la ACB, Ortiz les dedica unas líneas. Escribió esta entrada sobre Carey Scurry, esta otra sobre Mark Landsberger y esta sobre Edgar Jones.

domingo, 13 de abril de 2014

El regreso a Salónica de Mike Jones, “El Cervatillo”.

Mensaje de Jones a Sentragoal.gr en 2012.

A Mike Jones lo incluiría en el club de los incorregibles. Son socios del mismo aquellos peculiares americanos que llegaron a Grecia a finales de los 80 o a principios de los 90, caracterizados por atesorar una enorme calidad y por llevar una vida azarosa fuera de las canchas. El presidente de tal puñado de ilustres es Roy Tarpley, claro, al que le siguen el propio Jones, Walter Berry, John Salley, Carey Scarey, Charles Shakleford o Xavier McDaniel, entre otros. Así como algunos de estos cracks no lograron rehacer sus vidas, debo decir que Mike Jones lo hizo. Sus aventuras extradeportivas fueron más bien fruto de la edad y de la época que le tocó vivir. Pecados de juventud, vaya.


Jones estudió en la Universidad de Auburn y fue elegido el número 63 del Draft de 1988 por los Milwaukee Bucks. Llegó al PAOK para ocupar la plaza de Joe Dawson, que fue cortado durante la pretemporada. Firmó por 180.000 dólares con el objetivo de ayudar a ganar un título y destronar al Aris

Aunque su intención siempre fue la de jugar una o dos temporadas en Europa y regresar a casa, acabó haciendo carrera en el viejo continente.

La plantilla durante la pretemporada 88/89, antes de la llegada de Jones.

Fue el primer extranjero que jugó en la liga con el PAOK en toda su historia (no cuento los nacionalizados). Recordemos que antes de 1988 no estaba permitido jugar con extranjeros en las competiciones domésticas.

Quizás por haber sido el primero se convirtió en uno de los más queridos. Los otros americanos que habían pasado por el club sólo lo habían hecho para los partidos europeos, que a veces eran muy pocos.

Mike Jones y Edgar Jones.

Debió ser una temporada curiosa la 1988-1989. El Panathinaikós firmó a Edgar Jones, con 7 años de experiencia en la NBA y que había participado en el concurso de mates de 1984, el Olympiacós a Carey Scarey, ex de los Jazz de carácter problemático, el AEK a Danny Vranes, todo un número 5 del Draft (en 1981), etc... Sin duda, con la llegada de estos extranjeros empezaba una nueva era.

Aterrizó en plena época de dominio amarillo del Aris de Salónica y se sorprendió mucho cuando vio cómo eran los derbies de la ciudad. Debutó en un amistoso contra el Perugia el 26 de agosto (109-63 con 22 puntos) y jugó su primer partido oficial con la camiseta negra en Lyon contra el Villeurbanne (83-93 con 29 puntos, 13/28 en el tiro y 11 rebotes). El primer partido en casa fue de liga contra el Panionios (105-75 con 35 puntos).

El Cervatillo y el entrenador Johnny Newman.

En el PAOK fue conocido con el sobrenombre del “Moró tou Elafioú”, que vendría a significar “El Cervatillo”, tanto por su manera de jugar como por su carácter dócil y su “procedencia-Bucks”.

Mike Jones solamente jugó una temporada en el PAOK; en 22 partidos de liga anotó 28,8 puntos de media, siendo el tercer máximo anotador del campeonato. En la Copa Korac el equipo fue eliminado en la segunda ronda contra el Estrella Roja después de un partido que nunca terminó en Belgrado (en Salónica metió 37 puntos y en Belgrado 30). En la Copa, Jones y Prelevic condujeron al PAOK a la final, pero Galis y Giannakis impusieron su ley. El Aris derrotó al PAOK por 91-86 (Jones anotó 31 puntos y cogió 15 rebotes).

Jones defendido por Boban Jankovic en el PAOK-Estrella Roja de la Copa Korac.

El Cervatillo era un tres al que le encantaba jugar alejado del aro. Era bastante corpulento a pesar de no ser excesivamente alto (2,01 cms.), hecho que le permitía jugar de espaldas al aro. Sin embargo, prefería jugar de cara y tirar desde fuera de la zona. Jones era capaz de coger el rebote y correr subiendo la bola sin problemas. En muchas ocasiones hacía funciones de base e intentaba sacar ventaja forzando el contacto.


Destacaría también sus largos brazos y su amplitud de hombros. Sabía aprovechar muy bien su cuerpo para coger rebotes. Su poderoso tronco inferior y su culo le facilitaban las cosas en la pintura, exchando de la misma a los atacantes que amenazaban con capturar la bola.


Era bueno en el tiro exterior y en el uno contra uno. Pedía siempre aclarados en el centro para así poder atacar a su defensor, generalmente más débil, más bajo y más blando.

Tenía una muñeca prodigiosa, fácil, de manual.

Su punto débil era, probablemente, su lentitud en el desplazamiento lateral cuando defendía. Sus porcentajes en el tiro a veces eran muy malos, pero entonces los americanos tenían “licencia para tirar”. Por entonces podían jugar perfectamente los 40 minutos, de ahí que a veces se excediesen.

La suspensión de Galis y los brazos de Fasoulas y Jones.

Con el americano como una de las figuras del equipo, el PAOK rompió la racha de 80 victorias seguidas del Aris en Grecia. Fue el sábado 5 de noviembre de 1988 y los blanquinegros se impusieron por 81-78. Jones y Galis se “contrarrestaron”, anotando cada uno 30 puntos. El alero, además, cogió 14 rebotes en un choque en el que no jugaron ni Giannakis ni Prelevic.

Sorprendentemente, no hubo acuerdo de renovación y el alero regresó a Estados Unidos. Por entonces se ganó fama de juerguista e incluso llegó a declarar que sus mejores partidos ya los había jugado puesto que salía de noche. Quizás aquello justificaba los bajones físicos que sufría en las segundas partes.

Panagiotis Giannakis y Mike Jones.

Durante el verano de 1989, mientras Mike estaba probando en el campus de los Charlotte Hornets, recibió una oferta del Aris que no pudo rechazar. La idea de jugar en el mejor equipo del país junto a Nikos Galis era demasiado seductora, a pesar de que sólo podría participar en la competición europea. Reconoce que el griego americano ha sido el mejor jugador contra el que se ha enfrentado y el hombre más profesional que ha visto.


Con Stojan Vrankovic en lugar del canadiense Greg Wiltjer y Mike Jones de segundo extranjero el Aris se clasificó por tercera vez consecutiva para la Final Four. En Zaragoza, sin embargo, las cosas no fueron bien y el Aris cayó en semifinales frente al Barcelona (104-84) con 21 puntos de Jones (en el partido por el tercer puesto anotó 29). Al parecer, se las tuvo con Vrankovic en los vestuarios.

“La cacería”.

La cacería en la prensa.


El 24 de abril de 1990 la Brigada de Narcóticos irrumpía en la casa de Jones y encontraba 30 gramos de hachís en la mesilla de noche. Declaró que era para consumo propio y que le ayudaba a superar el fracaso de la Final Four. Al parecer, según los reportajes de la época, Jones utilizaba al nigeriano que vivía con él como puente para conectar con su proveedor, al que concía desde el año anterior cuando estaba en el PAOK. Las sospechas llevaron a los policías a seguir al africano, que les condujo al estadio del PAOK, en Tumba, que era donde se hacía la transacción (concretamente en la puerta 4).


Tanto el americano como el compañero de piso acabaron en comisaría. Entonces no había Twitter, pero igualmente la noticia corrió como la pólvora y ambos fueron fotografiados. Pasó la noche retenido.

Jones reconoció su error e insistió que el hachís era para consumo propio. Además, declaró que habían hecho de aquello un espectáculo por ser una persona conocida. Pagó la finaza (1.200.00 dracmas) y el 31 de mayo quedó libre, pero el mal ya estaba hecho.


Sorprendentemente, no hubo juicio porque el que había reconocido ser el proveedor de Jones desapareció como por arte de magia y se retiraron los cargos. Los rumores dicen que el propio club, que sabía de la vida nocturna del jugador, estaba detrás de la historia. ¿Qué necesidad había de cazarlo cuando la competición en la que jugaba ya había acabado? Quedó claro que consumía, pero algo olía mal.

Mike en Tumba viendo al PAOK de fútbol.

Jones se quejó del trato recibido por la policía. Años después declaraba: “todo empezó con mi compañero de piso, pero él no fue el responsable. No sabía lo que hacía. Respondía ante mí. Yo fumaba hachís, lo reconozco. Y lo pagué. No puedo decir que la culpa fuera suya. Lo cogieron a él y luego vinieron a casa a por mí. Me trataron como a un perro.” Y añadía: “fuera de la cancha he cometido muchos errores. Era joven y no estaba bien aconsejado, pero aprendí de todo aquello. No era buen profesional, lo reconozco.”

El americano cogió el primer avión a Francia y se acabó la historia. Con su marcha, el Aris se ahorraba la nada despreciable cifra de 80.000 dólares. Repito, todo muy sospechoso. Los amarillos lograron el doblete, pero Jones ya no estaba en Grecia para disfrutar de los éxitos.

Debido al feo asunto de drogas, Mike no pudo volver al país.


Su carrera siguió adelante después de aquello. Fichó por el Pau Ortez, con el que ganó títulos y rindió a un gran nivel (36,5 puntos por partido). A continuación jugó en el Barcelona, en el Cholet, en el Murcia, en el Peñarol Mar de Plata (Argentina), en el Apollon Limasol, en Montevideo y de nuevo en Chipre, donde se retiró y vive en la actualidad. Tiene su propia academia de baloncesto allí.

Hace dos años y con motivo de la conmemoración de los 100 años de la liberación de Salónica tuvo lugar una reunión de antiguos jugadores en el Alexandreio para jugar un partidillo. Lamentablemente, Mike Jones no pudo asistir debido a aquel asunto turbio del pasado. Las autoridades no le dejaban entrar en el país a pesar de que ya habían pasado 22 años de aquello.

En una nota enviada por el propio Jones a Sentragoal.gr comentaba: “han pasado 22 años de aquello. Fue en 1990, tras la Final Four, y todos saben quién había detrás de aquello. He perdido muchas opoprtunidades de trabajo desde entonces y ahora entreno a niños. No puedo aceptar que las autoridades griegas sigan ofendiéndome por algo que pasó cuando tenía 22 años. Todo ésto debería quedar claro. Gracias.” Estaba invitado, quería venir, pero no pudo ser.

Nikos Stavropoulos y Mike Jones en el PAOK Sports Arena.

El PAOK se puso manos a laobra e hizo lo posible para que pudiera volver a la ciudad, aunque fuera dos años después. El pasado fin de semana recibió un pequeño homenaje en el PAOK Sports Arena. Gracias al cariño de la gente y al esfuerzo de los actuales dirigentes, Prelevic y Stavropoulos –ex compañeros de Jones- el americano pisó suelo griego después de muchos años.



Mike Jones reconoce que nunca debió haberse marchado del PAOK. Es el equipo que lleva en el corazón. Incluso acudía a ver al PAOK de fútbol cuando jugaba en el Aris. Además, como siempre recuerda, el PAOK pagó hasta el último dracma de su contrato, cosa que el Aris no hizo. Algo que también valora del PAOK es que nunca filtrase a la prensa nada de sus frecuentes salidas nocturnas.