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lunes, 12 de septiembre de 2016

El partido perfecto.


Han pasado ya 10 años desde aquel 1 de septiembre de 2006, el día en el que Grecia derrotó a Estados Unidos por 101-95 en la semifinal del Mundobasket de Japón. Theodorís Papaloukás lo ha definido como “el partido perfecto”. Sin dudarlo, la victoria más importante de la historia del baloncesto griego, por encima de las finales de El Pireo del 87 y de Belgrado en 2005, donde Grecia se colgó el oro en el Eurobasket.

Iturriaga lo definió perfectamente durante la retransmisión: “ha ganado el baloncesto”. Aquel día ganó el baloncesto, ganamos todos.

Que un equipo juegue el partido perfecto el día D es lo máximo y supone que cada uno de los jugadores haya rozado la perfección. Así fue. Todo salío clavado.

Juntar a la mejor generación, que llegue en el momento de forma extacto, que el entrenador acierte en todo y que no haya movidas internas durante los días de concentración no es fácil. Cuando todas estas cosas se juntan y el grupo se convierte en una familia, en una piña, surge la magia. Nosotros llevamos 10 años de magia y sabemos perfectamente lo que es eso de estar una década (¡!) en una nube. Grecia tuvo dos años fantásticos y luego empezó el retroceso hasta llegar donde estamos ahora.

El partido perfecto se divide en tres partes claramente diferenciadas.

Desde el principio hasta el 23-33 para Estados Unidos.

La primera parte es la de tanteo, cuando se estudia al otro púgil. El equipo no sale intimidado, pero sí tímido. Forman Diamantidis, Chatzivrettas, Kakiouzis, Fotsis y Papadopoulos. Quinteto emimentemente defensivo contra Joe Johnson, Hinrich, Carmelo Anthony, Lebron James y Elton Brand.


Un inciso sobre el quinteto titular: Diamantidis, Chatzivrettas y Papadopoulos habían coincidido en el Iraklís pocos años atrás junto con Lefteris Kakiousis, ayudante de Giannakis, y Big Sofo, que saldría luego en plan abusón. Recuerdo que en los azules de Salónica, 3D “sustituyó” a Chatzivrettas como líder cuando éste se fue al PAO. Luego también se irían Dimitris y Papadopoulos seducidos por Obradovic. Lázaros y Fotsis son íntimos amigos y jugaban en el Dynamo de Moscú, donde habían coincidido después de compartir verstuario en el PAO y en las categorías inferiores de la Selección.

Con esto quiero decir que aquella Selección era un grupo que se conocía desde hacía años. Kakiouzis, que ejercía de padre de todos aquellos jugadores, había ganado el Mundobasket júnior de 1995 con Rentziás en Atenas y la liga griega en 2002 con Zisis y Dikoudis, piezas importantes del equipo. Bourousis, que había levantado el oro en el Eurobasket de Belgrado, era el cuarto miembro de aquel AEK campeón pero se quedó fuera de los 12 por la irrupción de Schortsanitis.

La Selección no era un bloque exclusivo Olympiacós-Panathinaikós, ni siquiera PAOK-Aris, que apenas tenían presencia (sólo Vasilopoulos, de la cantera del PAOK), sinó un poco de todo con preponderancia de jugadores formados en el Iraklís y en el AEK.

Estados Unidos domina los primeros minutos, más por tímidez griega que por juego. Lebron y Carmelo Anthony son imparables a la carrera, y si Brand, después Howard o Bosh, consigue recibir debajo, no hay nada que hacer. Papadopoulos estrena el marcador griego con su típica jugada de espaldas y su medio gancho.

Grecia se dedica a hacer lo que sabe hacer. Trata de leer la defensa y mover con tranquilidad la bola hasta que ésta le llegue al interior. Pese a la superioridad física y a las primeras ventajas en el marcador, los americanos no consiguen romper. En el correcalles, Lebron y Anthony se mueven como peces en el agua.


Os recomiendo que veáis el partido ahora y lo vayáis parando. Hasta las faltas de Grecia están bien hechas, salvo una o dos. Cuando Lebron o Carmelo van hacia al aro con cara de machacar, el defensa no arriesga y se abre. Los griegos sueltan el remo cuando toca, casi siempre antes de que el americano se levante. Diríamos que son faltas tácticas, pero no antideportivas.

El primer cambio de Grecia es el de Schortsanitis por Papadopoulos, que comete la segunda falta. Hasta en eso Grecia está de enhorabuena porque los cambios forzados salen bien.  

Desde el inicio se ve que el pick and roll frontal va a marcar el devenir de los acontecimientos. Papadopoulos prefiere recibir de espaldas, mientras que Sofo o Dikoudis lo harán con ventaja de cara al aro. No importa quién esté en la pista que siempre se empieza por ahí.

Lázaros no sólo amenaza en la pintura por su corpulencia sinó que además genera espacios desde el poste bajo. Recuerdo que aquel fue posiblemente el último gran partido de Papadopoulos. Desde entonces hasta su retirada, cuesta abajo.

La obsesión de Grecia es no dejar correr y evitar segundas opciones. Los cinco cierran el rebote y van acumulando faltas. El partido griego en ataque no es fluido, pero suma gracias a los tiros libres. Giannakis no permite que Estados Unidos corra.

Entra Sofo a falta de 5:36 y Chris Paul por Hinrich. Horroroso Hinrich todo el partido a pesar de algunos triples.

La primera canasta de Spanoulis es un triple a tabla. 

Entra Papaloukás a falta de 2:35. Recordemos que tanto en el CSKA como en la Selección Theo siempre entraba con el partido empezado. Salía a la pista sabiendo cómo estaba la cosa y hacia adónde tenía que ir el partido. Era titular saliendo desde el banquillo.


Por primera vez coinciden en pista Spanoulis, Papaloukás y Diamantidis, que se reunen en el centro y comentan la jugada.

Con los mejores minutos de Dwight Howard Estados Unidos se escapa ligeramente. El fibrado pívot anota prácticamente todas sus canastas del mismo modo, de mate tras rebote ofensivo. No le meten ningún balón y no es capaz de generar él la canasta, pero aporta dureza y puntos.

Los griegos van repartiéndose las faltas. A pesar de que los Estados Unidos van por delante, parece que Grecia controle la situación, o por lo menos consigue que el choque no se desmadre. Se juega a lo que quieren los helenos incluso cuando los americanos dominan el marcador.

El primer cuarto termina con 14-20 en el marcador para Estados Unidos y la sensación de que hay partido. Eso sí, los de Giannakis tendrán que mejorar en ataque.

El equipo de Giannakis se pone en zona 2-3 en el segundo cuarto. La nueva defensa funciona a pesar de que Grecia la haya utilizado muy poco durante el campeonato. Coach K no reacciona.

USA no trabaja la zona en ataque. Dos pases y a barraca. Reina la anarquía. Jugadas demasiado individuales y tiros sin tener la posición cogida. Parece mentira que los americanos no vean que la defensa griega debe atacarse de otra manera.

Lázaros Papadopoulos comete la tercera personal –en ataque muy dudosa- a falta de 6:45, pero Giannakis lo mantiene en pista y anota el siguiente ataque. Con 23-33 y 5:39 por jugar vuelve Sofo.

Con 23-33, Papaloukás nos enseña lo que va a ser el partido de ahí en adelante con una asistencia colosal a Sofo, que sin embargo falla el mate. A la contra, Chris Paul en lay up recibe un tapón descomunal de Diamantidis. Es justo en ese momento en el que Grecia se mete de lleno en el partido. Si Estados Unidos se hubiese ido de 15 puntos o más antes del descanso, probablemente el partido hubiera ido de otra manera. El tapón de Diamantidis, que muchos destacan todavía hoy como punto de inflexión, marca el inicio de la remontada. En el siguiente ataque, con 4:47 por jugar, Hinrich, un amigo, nos regala tres tiros libres. Empieza el segundo tramo del choque.

Desde el tapón de Diamantidis hasta que Grecia falla su primer ataque del tercer cuarto.

La segunda parte es la de la prefección, que empieza con un parcial de 9-0 que aprieta el marcador (30-33). Si USA falla desde fuera y Grecia consigue cerrar el rebote, el partido se decantará del lado heleno, aunque queda mucho por jugar.


La conexión Papaloukás-Schortsanitis es la belleza, el baloncesto. El base sabe exactamente donde están colocados los 10 jugadores en el parqué. Sofo pasa de ser un tráiler imparable a una bailarina en pocos segundos. Asistimos a los mejores minutos de Schortsanitis en toda su carrera profesional.

Las asistencias de Theodorís son las que enseñan en los colegios, fuertes, directas y verticales. Si las corta el defensor, que se rompa el dedo. Es el momento de Schortsanitis, que mete cuatro seguidas sin que los interiores americanos puedan hacer nada. El traje que le hace Sofo a Bosh es tremendo, pero lo de Papaloukás es brutal, dotando al juego griego de la verticalidad y profundidad que no había tenido hasta entonces, destrozando a la defensa americana. Acompañan Spanoulis y Diamantidis. Momento orquesta. Todos perfectamente afinados. Sinfonía. Grecia se pone por delante 43-38 y sigue haciendo bien las faltas. Estados Unidos no encuentra el ritmo que le conviene en ningún momento. Chris Paul no puede con Papaloukás, que nos regala una extensión maravillosa. 

El descanso llega cuando mejor están los griegos, que dominan 45-41 y van lanzados. ¿Les cortará el ritmo?
Pues no, los griegos salen concentradísimos y acertadísimos tras el descanso. No fallan ningún ataque en muchos minutos. Es asombroso porque anotan prácticamente todos, de dos, de tres, no importa. Es un festival ofensivo extraordinario. Los Estados Unidos están desbordados. Cuando no es Fotsis es Diamantidis o Spanoulis. Por momentos, los yankees parecen un equipillo. Tácticamente, no vemos ninguna variante, nada que contrarreste el brillante juego europeo.


Sofo mete incluso las que se le escapan. Los pívots americanos siguen en la luna. El pívot comete la tercera falta cuando quedan 7:18 y Giannakis opta por la dupla Fotsis-Tsartsarís.

Grecia se pone 9 arriba pero con la sensación de que son más. La diferencia crece: 62-50. Los USA saben que les va a costar mucho. El marcador pesa como una losa. Grecia se sabe superior. Entra Dikoudis a faltas de 6 minutos.

Tal es el grado de confianza que Diamantidis se juega un triple en la cara de un defensor y lo anota, al que le sigue otro de Tsartsarís. Entra todo y Grecia se va de 14. El dominio del tempo del partido es absoluto. Dikoudis, excelente, se une a la fiesta con varias canastas seguidas.

Desde finales del tercer cuarto hasta el final del partido.

La tercera parte del choque empezaría a falta de unos 3 o 4 minutos para finalizar el tercer cuarto, cuando Grecia falla su primer ataque de todo el cuarto. Los helenos atacan mirando el reloj. Baloncesto inteligente de unos contra chispazos de otros.

Todo ha cambiado. Dos cuartos después de un primer cuarto titubeante, Grecia sabe que va a ganar el partido y Estados Unidos que lo va a perder.

Dikoudis trabajando de barrendero no tiene precio. Parece que nadie contaba con él.

Grecia falla un ataque cuando quedan 3:30, pero todo está bajo control. Diamantidis y Papaloukás manejan el tiempo como nadie. Sólo el público parece creer en una posible remontada americana. Las caras de los americanos son todo un poema.

Después del momento de Dikoudis llega el momento de Kakiouzis, que remata la faena. Al capitán no le tiembla el pulso, pide la bola y se la juega. Es una garantía en los tiros libres.

Me gusta pensar que parte del tercer cuarto y todo el último son un homenaje al baloncesto griego de siempre, aquel defensivo que jugaba con el reloj y no permitía al rival sacar la cabeza. El tercer cuarto termina con 77-65 para Grecia.


USA sigue sin entender la zona de Giannakis. Kakiouzis y Spanoulis toman el relevo. Grecia sigue parando el juego con faltas.

Nunca veremos a Estados Unidos jugar con tanta impotencia. Querer y no poder. Hinrich hace una falta antideportiva a Schortsanitis que no es más que la clásica falta de la frustración y que define perfectamente lo que sienten los americanos.


Spanoulis toma la responsabilidad cuando el balón quema. Giannakis lo había tenido en el Marousi y se iba ese verano a Houston. El de Lárisa hace una demostración prodigiosa de como seccionar la yugular. Una de sus primeras exhibiciones.

El baño táctico descomunal. Se enfrentan un baloncesto acedémico que sabe lo que quiere y uno callejero que es incapaz de leer. Grecia mete canastas con sentido, mientras que Estados Unidos lo hace por fuerza.

El carrusel de faltas y de tiros libres no hace otra cosa que alargar la agonía de unos y saborear mejor la victoria a los otros. La hazaña griega todavía la recordamos hoy, no sólo por extraordinaria, sinó por la manera como se logró el triunfo, jugando maravillosamente bien al baloncesto.

Para Estados Unidos aquello supuso un antes y un después. Desde entonces, y ya han pasado 10 años, no han perdido en partido oficial. Grecia tocó el cielo con las manos. Mantener el nivel era imposible y llevamos 10 años en franca decadencia. Costará mucho volver a vivir algo similar.


Acabamos con el uno por uno de aquellos héroes.

Dimitris Diamantidis estuvo excelente, tanto en defensa como en ataque. Jugó 39 minutos en los que anotó 12 puntos con muy buenos porcentajes, cogió 3 rebotes, dio 5 asistencias, metió un tapón y robó 2 bolas. 3D fue el que más jugó, pero no el que más brilló. Sin embargo, su trabajo defensivo en la zona fue fundamental, con esa actividad de brazos y manos.

Nikos Chatzivrettas salió de titular pero acabó jugando sólo 12 minutos. Un robo y un mate fueron su escasa aportación aquel día, aunque su labor defensiva siempre fue encomiable.

Vasilis Spanoulis anotó 22 puntos en 30 minutos, con 6/10 en tiros de campo. Su importancia en ataque fue creciendo a medida que avanzaba el partido. Nunca rehusó de la responsabilidad y supo escoger el momento preciso para lanzar. Un valiente que demostró a los americanos que podía jugar en la NBA. Una pena que los Rockets no lo supieran ver.


Theodorís Papaloukás nos regaló un clínic. En 33 minutos anotó 8 puntos, cogió 5 rebotes y dio 12 asistencias. Repartió juego de forma magistral sin perder nunca de vista el aro. Supo qué hacer en cada momento, corriendo cuando había que correr y frenando cuando había que frenar. Dio una lección a los bases americanos. Su visión del juego y la manera de manejar los tiempos hacen de aquel uno de sus mejores partidos de siempre.

Nikos Zisis no jugó por lesión, pero Nikos también juega. “Sentí como si hubiera jugado”, dice. Estuvo en el banquillo con su ojo morado y su rodilla chunga secando el sudor de sus compañeros. Un fenómeno.


Michalis Kakiouzis hizo un partidazo. Brilló más hacia el final del choque, cuando Sofo y Papadopoulos ya no estaban, sin embargo tuvo su papel desde el principio. Salió de titular y su trabajo fue importantísimo para cerrar el rebote. Su experiencia se notó en los minutos finales, cuando no le tembló el pulso en los tiros libres (6/7). Metió 15 puntos y cogió 6 rebotes en 27 minutos. 

Panagiotis Vasilopoulos jugó sólo unos segundos. No tuvo más oportunidades porque el partido fue rodado. Una pena porque el Vasilopoulos de entonces, el de antes de las lesiones graves, era una pasada.

Antonis Fotsis tuvo que trabajar en defensa como un perro para evitar que le cogieran los rebotes. Salió a tirar desde fuera cuando hizo falta e hizo daño. Metió 9 puntos en 13 minutos.

Kostas Tsartsarís sólo jugó 8 minutos en los que anotó un triple y cometió 4 faltas personales. El buen partido de los interiores y las faltas rápidas condicionaron su juego.

Dimos Dikoudis tuvo un papel estelar. Anotó 8 puntos y cogió 4 rebotes en 12 minutos intensísimos de juego. Su aparición en la semifinal del Eurobasket 2005 había cambiado por completo el curso de los acontecimientos y algo parecido buscaba Giannakis con su aparición. En 12 minutos desmontó a los interiores americanos, que debían estar pensando “de dónde diablos ha salido éste”. Brutal Dimosthenis.
 

Sofoklís Schortsanitis jugó el mejor partido de su carrera. Llegó al campeonato en el mejor estado de forma posible y lo demostró. Nunca más veríamos a un Sofoklís tan hábil, ni siquiera cuando ganó la Euroliga. Hizo un partido colosal, sobretodo en ataque, donde por momentos estuvo imparable. Anotó 14 puntos en 17 minutos de éxtasis, pero además sacó faltas y se mostró rápido. ¿Qué hubiera sido de Schortsanitis de no haberse parado allí?

Lázaros Papadopoulos anotó 8 puntos en 9 minutos. Hizo bien su trabajo el poco tiempo que estuvo en pista, poniendo en aprietos a los interiroes americanos cerca del cristal y generando espacios en el lado débil. Cuando Grecia se puso a correr, tuvo que dejar paso a Sofo porque no era capaz de jugar a ese ritmo. Un buen partido del de Krasnodar al que Giannakis siempre supo sacarle rendimiento.


Panagiotis Giannakis estuvo soberbio. Desde que plantó la zonita 2-3 el equipo fue claramente hacia arriba. Acertó plenamente en los cambios. Jugador que salía, aportaba de manera rompedora. Alternó el juego de dos e incluso tres bases, y llegó a jugar sin center puro. Siempre fue por delante de Krzyzewsky en todas sus decisiones. El baño táctico del griego fue épico.


martes, 7 de julio de 2015

Mi referéndum.



¿Papaloukás, Diamantidis o Spanoulis?

Escasas horas después del referéndum de Tsipras, yo convoco el mío: hay que elegir entre Theodorís Papaloukás, Dimitris Diamantidis y Vasilis Spanoulis.

Tres jugadores coetáneos que han marcado época. Tres líderes distintos con elementos comunes. Tres tipos únicos. Uno ya retirado, otro en vías de hacerlo y el tercero todavía en el candelero.

Como trío, a Papaloukás, Diamantidis y Spanoulis los recordamos con la selección bailando a los americanos, peleando contra nosotros en Madrid y doblegando a Nowitzki en Belgrado. Los tres tocaron el cielo con las manos aquella noche mágica de Japón hasta que los muchachos de Pepu les recordaron que a pesar de todo seguían siendo humanos. Anteriormente habían ganado el Eurobasket de Belgrado y nos habían brindado algunos de los momentos más increíbles del baloncesto europeo de la última década, con remontadas absolutamente inverosímiles. A medida que fueron abandonando las concentraciones con la nacional, el equipo se resintió. No sólo era la manera que tenían de jugar la que los hacía especiales, sinó también la de hacer jugar al resto –Lázaros y muchos otros eran mucho mejores a su lado-, la de desesperar al rival, la de analizar el partido desde dentro y dar un volantazo repentino, la de saber jugar los momentos clave de cada enfrentamiento y la de inyectar testosterona a los compañeros. Tres competidores natos, cada uno con su estilo, que se complementaron en grado sumo con la selección y que hicieron de sus clubes campeones del continente.

¿Qué hubiera sido del club que los hubiera juntado varios años en la misma plantilla? 

1. Theorodís Papaloukas, la inteligencia en favor del colectivo. 


Papaloukás (no "Papaloúkas"), así de sopetón, "era una computadora con patas". ¿Lo más parecido a John Stockton que ha dado Europa? Un base alto con una cabeza prodigiosa. 


En sus inicios, no lo tuvo fácil. Tras jugar en el Ethnikós Ellinoroson y los Ambelokoipoi, destacó en el Dafni, lo que le valió para fichar por el Panionios, donde jugó desde 1999 a 2001.  De allí saltó al Olympiacós, que pasaba por su particular calvario, en plena “Dictadura” verde de Zeljko. Todos destacaban su potencial y estaba llamado a ser el sustituto de Milan Tomic en la dirección por los siglos de los siglos, de ahí que le hicieran un contrato de 4 años. Sin embargo, los directivos pretendían reducirle el sueldo tras el primer año y Papaloukás rompió el contrato. 

La mejor versión de Papaloukás como jugador de club la vimos en el CSKA de Moscú. Theo podía pasarse casi todo el primer cuarto en el banquillo “tomando notas”. Su rápida capacidad de análisis le hacía salir a la pista sabiendo exactamente lo que necesitaba el equipo en ese momento. Un lujo para cualquier entrenador, claro. La prolongación de Ettore de Messina en la cancha y luego de Panagiotis Giannakis con Grecia. 


Suena algo irónico que la cualidad máxima de un base tan alto como Papaloukás fuese... la inteligencia. ¿Qué hubiera sido de Theodorís sin su privilegiada cabeza? 

No era un anotador, su mecánica de tiro era manifiestamente mejorable y daba la impresión de ralentizar demasiado el juego, pero cuando el equipo necesitaba correr daba un pase largo, cuando había que buscar a los pívots los encontraba y cuando había que mover la bola lo hacía con maestría. Repartía muchas asistencias y penetraba a canasta si era necesario protegiendo el balón con su mano izquierda. Nunca rehuía de la responsabilidad en momentos difíciles, cualidad ésta que compartía con los otros dos cracks

Con Papaloukás siempre tuve la sensación de que podría haber hecho mejores números, pero probablemente hubiera ganado menos partidos. Su dilatada carrera, sin embargo, le permite aparecer todavía hoy en muchos apartados estadísticos de la Euroleague.


Papaloukás fue el jugador europeo del año en 2006, MVP de la Euroleague en 2007, MVP de la Final Four de 2006, miembro del All-Euroleague Team 4 temporadas consecutivas (2006-2007-2008-2009), miembro del mejor quinteto en el Eurobasket 2005 y en el Mundobasket 2006, incluido dentro de los diez mejores jugadores de la Euroleague de la década 2000-2010, máximo asistente en la historia de la Euroleague y segundo en recuperaciones hasta su retirada en 2013, etc... Hasta hace poco –lo superó Juan Carlos Navarro- era el jugador que más partidos había jugado en la Euroleague y es el hombre que más Final Four ha disputado.

A nivel de clubes, con el CSKA ganó 6 ligas rusas, 3 Copas y 2 Euroleagues (2005/06 y 2007/8), que incluyen un triplete (2005/06). Su primera etapa rusa terminó en 2008. Desde entonces, su carrera fue claramente hacia abajo, a pesar de que con el Olympiacós de Giannakis, los Angelopoulos y los petrodólares llegó dos veces más a la Final Four, sin éxito. Quizás a Papaloukás le quede el sabor amargo de no haber sido profeta en su tierra: Theodorís nunca ganó la liga griega -aunque sólo la jugó 3 temporadas- y perdió la final de París contra el Barcelona. Las tres Copas de Grecia, un título menor en el país, saben a poco. En el Maccabi, como secundario de lujo, sumó una liga y una Copa una temporada antes de regresar a Moscú, donde se retiró en 2013. 

Una carrera larga y exitosa la de Papaloukás, sobretodo fuera de Grecia. Quizás por ello casi ningún griego le votaría a él en el referéndum. Que el Olympiacós dejase marchar a Theodorís después de aquella increíble final de liga contra el AEK en 2002, probablemente haya sido uno de los mayores errores de la historia del club. ¿Acaso no hubiera ganado alguna liga con Papaloukás en plenitud entre 2002 y 2008? 

Un líder, Papaloukás, a los que todos escuchaban y hacían caso. Tuvo siempre el reconocimiento de sus rivales y el respeto de todos. Quizás por ello haya acabado vistiendo traje y corbata en la Euroleague y no chándal. ¿Por qué diablos Theodorís no se hace entrenador? 

2. Dimitris Diamantidis, un líder silencioso.


Hablas hoy con Diamantidis y te contesta con monosílabos y mirando al suelo como hace veinte años. Sigue siendo el chico de Kastoriá que se marchó del pueblo para jugar en el Iraklís de Salónica persiguiendo su sueño. 

Dentro de la cancha, sin embargo, Diamantidis es el que más ha cambiado de los tres, en parte por el cambio físico de la criatura los primeros años y en parte por su conocimiento cada vez mayor del juego. En el Iraklís, Dimitris pegaba unos botes espectaculares. En cuanto firmó por el Panathinaikós y empezó a ganar peso, quedó atrás la etapa de los mates y de los tapones. 

Es imposible separar la carrera de Diamantidis de Zeljko Obradovic. Estoy convencido de que Dimitris no hubiera llegado donde ha llegado si no hubiera sido por Zeljko.

Diamantidis es la mejor zurda que ha dado Grecia –Vasilis Tsartas no cuenta, bribones- y uno de los mejores jugadores europeos de los últimos quince años. Muy inteligente en la pista aunque con menor visión de juego que Papaloukás, Dimitris ha sido más anotador y mejor defensor. 

Sin hacer ruido, Diamantidis siempre nos sorprendía apareciendo en los primeros lugares del apartado estadístico, aunque a él eso le importaba poco. Otro jugador que hacía lo que hiciera falta por el bien del equipo. Un base capaz de hacer muchas cosas bien, desde tirar de fuera a penetrar, doblar o asistir. En defensa, largos brazos y lectura maravillosa para llegar siempre a la ayuda. Un destacado “ladrón” capaz de poner tapones a hombres más altos.


Dimitris dice que nunca quiso ir a la NBA, consciente de que por sus características allí no hubiera hecho nada. No quería ir a Estados Unidos a perder un año o dos, chupando banquillo. Supo siempre hasta donde podía llegar y dio lo máximo. Un tipo con la cabeza en su sitio.

El pick and roll con Batiste, Lasme o Gist dominó la liga y Europa, así como sus triples al límite de la posesión y sus ayudas defensivas. Creo que no exagero si digo que “hizo internacionales” a Tsartsaris, Kaimakoglou y otros, que a su lado mejoraron muchísimo. ¿Quién ha sido mejor en el no looking pass, Dimitris Diamantidis o Saras Jasikevicius

Casi sin quererlo, se convirtió en el heredero natural de Frangiskos Alvertis, mito viviente del club que poco tenía que ver con la manera de ser de Dimitris. Alvertis gesticulaba, gritaba, se dirigía al público y levantaba el puño. En cambio, Diamantidis siempre fue to kaló paidí, el “buen chico” que nunca había roto un plato. Aunque sí es verdad que con los años Diamantidis se fue avinagrando un poco, nunca dejó de ser el niño de Kastoría del Mini Cooper.


El currículum de Diamantidis es espectacular y todos los títulos de club los ha conseguido con el Panathinaikós, en el que juega desde la temporada 2004-2005. Ha ganado 3 Euroleagues (2 tripletes), siendo MVP en 2011, además de MVP en las Final Four de 2007 y 2011. Elegido en el All-Euroleague First Team en 4 ocasiones y escogido mejor defensor nada menos que en 6 ocasiones. Está entre los 10 mejores jugadores de la Euroleague entre 2000 y 2010, como Papaloukás.

En Grecia ha ganado 9 ligas, siendo MVP 6 veces y máximo asistente 2, y 9 Copas. En 2007 fue elegido mejor jugador europeo y mejor atleta de Grecia.

Con la Selección, al oro de Belgrado y a la plata de Japón, hay que sumar un bronce en los Juegos Mediterráneos de Pescara 2001 y una Copa Stankovic en 2006.

3. Vasilis Spanoulis, el brazo ejecutor.


Spanoulis es rock and roll. Si Papaloukás era el teórico y Diamantidis el multiusos, Spanoulis es “el ejecutor”. Una auténtica estrella. El que brilla delante de las cámaras y se siente cómodo jugando bajo presión. El último gangster. Probablemente, el jugador más parecido a Nikos Galis desde su retirada.

Para el espectador, Kill Bill es el jugador total, el asesino de la katana. No lee tan bien los partidos como Papaloukás ni defiende como Diamantidis, pero en ataque es un auténtico killer. Asiste y dobla como los otros dos, pero lanza y choca mejor. Su brillantez ofensiva “disimula” su mayor laguna: pierde demasiados balones. 


Spanoulis empezó jugando en Lárisa, su ciudad natal, para fichar luego por el Marousi, club que a principios de siglo llegó a ser el tercero del país. De allí fichó por el Panathinaikós de Obradovic, donde era uno de los líderes del grupo, aunque no el único líder. Tras un año de éxitos, dio el salto a la NBA para jugar en Houston. 31 partidos jugados y 3 puntos por encuentro fueron el triste bagaje de Vasilis en la mejor liga del mundo. Un año perdido. Supongo que le quedó la espinita del sueño americano clavada en el pecho, pero decidió regresar y convertirse en el mejor jugador de Europa.

En su segunda etapa verde, las cosas no podían ir mejor. A los títulos conseguidos había que sumarle los éxitos con la Selección. Sin embargo, desavenencias con Obradovic le llevaron a fichar por el Olympiacós en 2010, donde llegó a la plena madurez. Con su fichaje por el eterno rival, el dominio del Panathinaikós se tambaleaba. El tiempo le daría la razón a Spanoulis a pesar de que el PAO ganase todavía un par de ligas. Convertido ya en el nuevo gangster, el “Galis del siglo XXI” se coronó Rey de Europa.


Excelente en el uno contra uno, Spanoulis es experto en penetrar, chocar y anotar. Su pick and roll frontal con pívots de la talla de Dunston o Hines tienen denominación de origen. Sus triples dando un saltito hacia atrás, aunque sean desde 8 metros, han matado a más de un equipo y han dado muchas alegrías a los marineros. A parte de su fortaleza física, de Spanoulis destacaría su dureza mental. No suele fallar cuando el Olympiacós lo necesita y nunca pierde la calma cuando las cosas se complican. Esa garra que hace que los griegos no se marchen del partido a pesar de ir 10 puntos por debajo es la que contagia Vasilis a sus compañeros. Es un auténtico líder.

El de Lárisa ha ganado 3 Euroleagues (1 con el PAO el año de un triplete y 2 con el Olympiacós), logrando ser MVP de la Final Four en las tres, y siendo MVP de la competición en 2012 y en 2013. Además, llevó al Olympiacós al subcampeonato esta temporada. Con los verdes ganó 4 ligas y 4 Copas de Grecia, mientras que con el Olympiacós ya lleva 2 ligas, 1 Copa y 1 Copa Intercontinental, en la que fue MVP

Elegido 2 veces en el All-Star Team de la Euroleague y 4 en el segundo equipo, en 2012 y en 2013 fue elegido mejor jugador de Europa. En Grecia ha sido MVP en 2009 y 2012, mientras que en 2009 fue elegido Mejor Jugador de los Balcanes. En 2013 recibió el prestigioso premio Giuseppe Sciacca.
Con la Selección, su palmarés empieza con la U18, con la que ganó el bronce en el Eurobasket de 2000. Ganó la plata en los Juegos del Mediterráneo de 2001 y el oro en el Eurobasket U20 de 2002. Con la absoluta suma el oro del Eurobasket 2005, la plata del Mundobasket de Japón 2006, la Copa Stankovic 2006 y el bronce del Eurobasket 2009, donde fue incluido en el mejor quinteto.
     
¿Qué tienen en común estos tres fenómenos?

Pues sin duda, los tres son tipos ganadores. Son grandes competidores que siempre han dado la cara en partidos importantes. Tres hombres que no se esconden y que parecen llevar en la sangre la garra del luchador. Son raza balcánica.

Los tres son maestros del pick and roll. ¡La de asistencias que han debido dar entre los tres! Algo tan aparentemente sencillo como el bloqueo y continuación no veíamos hacerlo tan bien desde la Jugoplástica de Bozidar Maljkovic. Los pases a los interiores, verdaderos caramelos. ¡La de alley-oops que nos han regalado Diamantidis y Spanoulis!

Los tres han sido líderes en sus equipos: Diamantidis en el PAO, Papaloukás en el CSKA y Spanoulis en el Olympiacós. En sólo una temporada, Vasilis se convirtió en el jugador-franquicia del club rojiblanco viniendo del enemigo, algo insólito. Es alucinante la cantidad de títulos que suman entre los tres, siendo siempre piezas-clave en todos. Y eso que no he querido anotar finales perdidas, que las hay, y cuartos puestos con la Selección.

Destacaría, para terminar, la dureza mental de los tres. Todos son capaces de leer el encuentro y saber lo que toca en cada momento. No les tiembla el pulso y son temperamentales.  

¿Y la NBA?


El único que lo intentó fue Spanoulis, que volvió con la cabeza gacha. Por suerte, lejos de hundirse, el de Lárisa regresó y acabó callando bocas. Nunca sabremos si Diamantidis o Papaloukás hubieran tenido más suerte que Vasilis, aunque a ellos nunca les convenció la NBA. ¿Por qué los griegos –Antetokounmpo es la excepción- no se adaptan a la NBA?

¿Con cuál de los tres os quedáis?