martes, 5 de junio de 2012

Tras quince años de sequía, por fin llegó la cosecha.





El Olympiacós del Pireo ha ganado la liga y la Euroliga 15 años después. 

¿Se imaginan al Barça o al Madrid ganando una liga cada 15 años? ¿O al Glasgow Rangers? ¿Qué pasaría si eso sucediese hoy en día?

Desde hace 15 años el Panathinaikós y el Olympiacós se disputan la hegemonía del baloncesto griego. Lo de disputar la hegemonía es un decir, porque en todo ese tiempo el Olympiacós apenas ha ganado 3 copas, un título menor en Grecia, mientras que el Panathinaikós ha ganado 13 ligas, 7 copas y 5 Euroligas. Durante estos 15 años por el club del Pireo han pasado más de 150 jugadores, varios entrenadores y un par de presidentes. Sin embargo, en el mismo período de tiempo sólo unos 75 jugadores y 2 entrenadores han vestido la camiseta verde.


La seriedad, la tranquilidad y la confianza en un proyecto contra la improvisación, la prisa y el nerviosismo. El único entrenador que ha aguantado tres temporadas seguidas en el banquillo rojiblanco desde la marcha de Ivkovic en el 99 ha sido Panagiotis Giannakis, que sin embargo fue incapaz de sacar rendimiento a una de las plantillas más caras de Europa. Zelko Obradovic lleva sentado en el banco verde desde la temporada 99/00. Evidentemente, lo de Zelko es algo extraordinario y raramente visto en el baloncesto europeo -no así en la NBA-, pero demuestra que a pesar de algún que otro resbalón, el proyecto es sólido. A pesar de que el serbio cuente con la ventaja de los resultados -siempre ha ganado algún título-, estoy seguro de que no lo hubiesen echado en caso de haberlo perdido todo este año. Es más, fueron los aficionados y el presidente los que evitaron que se marchase hace dos temporadas cuando quería renunciar. Obradovic siempre se ha sentido respaldado por la directiva y por sus jugadores, que están a muerte con él. El Olympiacós, por su parte, ha sido el equipo de los “dimes y diretes”, de los problemas extradeportivos, de los cambios de rumbo, de las cuchilladas por la espalda y de las faltas de respeto al entrenador. Cuando te ríes de los que te pagan, pasa lo que pasa.


Temporada 96/97. Termina el ciclo de Giannis Ioanndis en el Olympiacós. Han sido las cuatro temporadas más brillantes en toda la historia del club. 4 ligas, una copa y dos finales consecutivas en la Euroliga (temporadas 93/94 y 94/95) no son suficientes para que el "Sargento" renueve. Problemas extradeportivos y enfrentamientos con los propios jugadores hacen que Sokratis Kókkalis decida cambiar de entrenador. Dusan Ivkovic, campeón de Europa y del mundo con la selección de Yugoslavia, sería el elegido. Además, conoce la liga (Aris, PAOK, Panionios) y ya ha saboreado las mieles del triunfo con el PAOK. Sin duda, Kókkalis opta por un entrenador serio, profesional y experto en manejar situaciones extremas. Del perfil Ioannidis, pero con más mano izquierda. 


Es justo reconocer el mérito de Ioannidis, que fue quien juntó el grupo y quien cambió la mentalidad del club. No en vano luego hizo al AEK subcampeón de Europa. Pero al “Rubio” le persiguió la maldición de las Final Four perdidas. Ivkovic, acostumbrado a jugar partidos “de todo o nada” con la selección yugoslava, dotó al equipo de esa mentalidad ganadora que necesitaba. 

Para empezar, el club no renovó al chupón de Walter Berry y fichó a Willie Anderson, de larga experiencia NBA con los Spurs de San Antonio. Supongo que Ivkovic no quería jugadores tipo Berry, anarquistas, pasotas y tira zapatillas en el equipo.


La clave estuvo en mantener el grupo de jugadores nacionales con Sigalas, Fasoulas y Galakteros a la cabeza, además de los eslavos nacionalizados Nakic, Tarlac y Tomic. A ellos se les sumó David Rivers, que jugaba su segunda temporada en el Pireo, el alemán Welp y el ruso Savrasenko. El americano marcaba las diferencias pero eran los griegos los que daban solidez al grupo.


Con estos ingredientes, el Olympiacós se presentó en la Final Four como favorito junto con el Barça. Ya no estaban Tarpley, Paspalj, Eddie Johnson o Volkov, pero los de Ivkovic vencieron con autoridad. Rivers destrozó a un Barça desconocido y el equipo griego consiguió su primera Euroliga. Tras dos intentos fallidos en Tel Aviv y en Zaragoza por fin el equipo griego se coronaba "Rey de Europa".


Al año siguiente, Rivers ficha por el Bologna, Sigalas se marcha al Aris y Anderson vuelve a la NBA. Llegan jugadores de calidad contrastada como Arturas Karnisovas o Johnny Rogers pero que no consiguen adaptarse. O no les dejan. Uno de los defectos de los dirigentes del club es la poca paciencia con ciertos jugadores, sobre todo con los extranjeros. La llegada de Michael Hawkins no consigue hacer olvidar la figura de Rivers, pieza clave del triplete. 

Una vez conseguida la quinta liga, la copa y la Euroliga, parece que el equipo se queda sin hambre, expresión muy de moda últimamente. El equipo se irá desmontando poco a poco aunque la tercera temporada de Ivkovic puede considerarse buena ya que consigue llegar a la final de la liga y quedar tercero en la Euroliga. La marcha del serbio descabezará el proyecto. Dos años seguidos sin títulos acaban con la paciencia de Kókkalis, que decide volver a fichar a Giannis Ioannidis. La “segunda boda” apenas dura hasta el verano, cuando tras una rueda de prensa televisada, Ioannidis le canta las cuarenta a su presidente. El divorcio acabará en los tribunales.



A partir de aquí, el barco navega a la deriva. A Kókkalis no parece importarle fichar “nombres” mientras el fútbol le vaya bien. Se van sucediendo entrenadores -Subotic, Tomic, Zouros, Kazlauskas, Gerhson, Giannakis- y jugadores de la talla de Dino Radja, Kenny Miller, Alphonso Ford, Theodoros Papaloukas, Tyus Edney, Arvydas Macijauskas, Sofoklís Schortsanitis, Damir Mulaomerovic, Veljko Mrsic, Alex Acker, Henry Domercant, Renaldas Seibutis o Janero Pargo.

El mayor éxito de todos estos años de travesía en el desierto es una copa en la temporada 01/02. Las plantillas ya no son de doce jugadores, sinó de 14 o 15. Lo de cambiar americanos a los tres meses está al orden del día, y en el Olympiacós se exageran los despidos y los remplaces. No se tiene paciencia y las urgencias no son buenas consejeras. El Panathinaikós, por su parte, no sólo domina en Grecia sinó también en Europa. 
 
  

A pesar de la llegada de los hermanos Angelopoulos en la temporada 04/05, que aunque no presiden oficialmente el club, ponen el dinero, el club sigue sin conseguir títulos. Kókkalis “abandona” el baloncesto para centrarse en el fútbol, aunque sigue presidiendo hasta 2010. 

 

Las tres temporadas en las que está Giannakis al frente son un despropósito considerable, a pesar de ganar dos copas y de llegar una vez a la final de la Euroliga. Los Angelopoulos tiran la casa por la ventana para traerse a Josh Childress, un jugador que llega con un cartel de estrella cuando la realidad es que “no sabe tirar”. Un fracaso absoluto que nos sirve de ejemplo para explicarlo todo. Los fichajes hechos a golpe de talonario por lo general acaban por no cumplir las expectativas. Lo increíble es que, lejos de escarmentar, los hermanos siguen soltando pasta, cayendo en el mismo error una y otra vez. Kleiza, Erceg, Vujicic, Scoonie Penn, Teodosic, Halperin, Bourousis y un largo etcétera vienen y se van. 


El nerviosismo del club del Pireo y de los potentados se refleja claramente en las celebraciones de las dos copas griegas de los últimos años. Se exagera y es como si se salvasen los muebles en el último momento. No hay proyecto y nos movemos según sople el aire. A cada victoria copera, el PAO de Obradovic responde con una liga o con una Euroliga.


Dos hechos marcan el fin de la travesía: la crisis económica y el regreso de Dusan Ivkovic. 

Giannakis pierde en Paris contra el Barça de Pascual y a los Angelopoulos se les acaba la paciencia. En los tiempos muertos, da más instrucciones Papaloukas que el propio Giannakis. A posteriori se ha dicho que había habido roces entre el entrenador y algunos de los jugadores a lo largo de toda la temporada. La victoria en la copa acalló rumores, aunque al final todo salió a la luz. Giannakis estaba sentenciado. No había sido capaz de manejar los egos del vestuario. Se necesitaba un cambio de rumbo; alguien que fuera capaz de afrontar retos y de sentar a las “vacas sagradas” en el banquillo si fuese necesario.


La llegada de Dusan Ivkovic coincide con la mayor crisis económica de Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Todos los equipos se ven obligados a reducir notablemente sus presupuestos. Es el momento de limpiar el vestuario aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. El serbio es consciente de que se debe empezar de nuevo. Se trata de no empezar la casa por el tejado. En sólo dos años se marchan Bourousis, Papaloukas, Teodosic, Nesterovic, Nielsen, Schortsanitis, Halperin, Childress, Kleiza, Mavrokefalidis, Vujicic


En la primera temporada, Ivkovic gana la Copa y llega a la final de la liga. Sin embargo, los viejos fantasmas vuelven a aparecer en forma de críticas a los árbitros. El Olympiacós no puede evitar compararse con el vecino, que pese a moderar el gasto, vuelve a ganar la Euroliga. Uno de los males endémicos del club del Pireo ha sido ése. Y claro, si ves que no eres capaz de competir con el máximo rival pese a que te estés gastando lo que no está escrito, hay que buscar excusas. Los hermanos Angelopoulos, que ya presiden el club oficialmente, amenazan con marcharse, hartos de lo que consideran una persecución contra su equipo. La polémica arbitral o lo que ellos consideran una conspiración de la federación para perjudicarles es a lo único a lo que ha podido agarrarse el Olympiacós estos años. Nada de autocrítica.


Como la crisis está a punto de hundirlo todo, el panorama de la temporada 2011/2012 no puede ser peor. Hay que recortar más. El club escuchará ofertas por todas sus figuras. Bourousis, al que cazaron riéndose del presidente, está sentenciado. Junto a él, Ivkovic permite la salida del “jefe” Papaloukas. La actitud de Teodosic deja mucho que desear e Ivkovic, a pesar de conocerlo de la selección, le abre la puerta, en parte para liberar una ficha cara y en parte para quitárselo de encima. Milos Teodosic no es una buena influencia para los jóvenes, en cambio Spanoulis sí. 

Se trata de formar un conjunto unido y no un puñado de buenos jugadores. Por fin la directiva le echa el guante a la generación subcampeona del mundo junior de 2009. Kostas Papanikolaou, Kostas Sloukas y Vangelis Mantzaris llevan un par de años fogeándose en equipos menos importantes. Sloukas fue cedido un año al Aris y Mantzaris fichado del Peristeri. Nadie mejor que Ivkovic para darles la alternativa. A pesar de tratarse de uno de los grandes de Europa, por primera vez en muchos años todo el mundo considera que ésta será una temporada de transición. No hay equipo suficiente para afrontar con garantías todas las competiciones.

Si en la temporada 96/97 el núcleo duro lo formaban Sigalas, Fasoulas, Tomic y compañía, este año son Mantzaris, Sloukas, Spanoulis, Papadopoulos, Papanikolaou, Printezis, etcétera. La mezcla de jugadores jóvenes nacionales con otros más veteranos que aportan su experiencia resultará a la postre definitiva para hacer de ésta una temporada brillante. El equipo, a pesar de sufrir alguna que otra derrota imprevista en la Euroliga, mantiene un gran nivel en la competición doméstica. Ivkovic ha logrado construir un bloque sin fisuras. Ni Matt Howard ni Kalin Lucas cuajan. La jugada es arriesgada y se aparecen los viejos fantasmas del pasado. Además, en una temporada considerada de transición y en plena crisis, la cosa no está como para tirar el dinero. Lo de fichar temporeros suele ser peligroso.

 

Sin embargo, tanto Joey Dorsey como Acie Law complementan la plantilla y se adaptan perfectamente. Por una vez, el Olympiacós parece haber fichado precisamente las dos piezas del puzzle que le faltaban. Ivkovic da con la tecla y se presenta en el sprint final de la temporada muy bien colocado. El PAO derrota a los del Pireo en la Copa por 1 punto. Lejos de hundirse, el Olympiacós logra el primer puesto en la fase regular. 


Algo que ha conseguido Ivkovic es que a pesar de los reveses, el equipo siempre reacciona. Incluso cuando el partido parece perdido, el equipo consigue recuperar diferencias considerables. Se ha recuperado el espíritu ganador y la fe. La única derrota importante de la temporada ha sido en Moscú. Ivkovic dijo que aquella paliza (96-64) les vendría bien y así ha sido. Les hizo más fuertes.

Veremos si el doblete hace abrir los ojos a los hermanos Angelopoulos. El año que menos dinero se han gastado ha sido el que más títulos han conseguido. Menos fichar con la cartera y más con la cabeza. El bloque está hecho y los jugadores tienen varios años por delante al máximo nivel. Pero se caería en un error si se empezase a hablar de cambio de ciclo, como he leído por ahí. ¡Incluso ya se habla de una nueva década de dominio boquerón! ¿Serán los del Pireo capaces de digerir el éxito? ¿Les entrará el vértigo de verse en lo más alto casi sin quererlo? Dusan Ivkovic tiene trabajo por delante. Está por ver si el Olympiácós es capaz de mantener la regularidad de este año la temporada que viene y si se tumba el proyecto en caso de sequía el año que viene.


¿Ha “copiado” el Olympiacós al Panathinaikós?

Durante todos estos años, el PAO ha sido la bestia negra del Olympiacós. El complejo de los rojiblancos era parecido al que sufre el Atlético de Madrid de fútbol cuando juega contra el Real Madrid

Los del Pireo a veces parecía que salían derrotados a los partidos. Les pesaba como una losa la camiseta, perdiendo finales, semifinales y ventajas de campo en los play off. Además, había jugadores que salían rebotados del Olympiacós y acababan ganando la Euroliga con el enemigo. Todo ésto no hacía otra cosa que castigar no sólo física sinó también psicológicamente al rival. El “proyecto Obradovic de los Giannakopoulos iba viento en popa. Daba la impresión de que el PAO iba siempre un paso por delante de los vecinos y que los proyectos rojiblancos duraban lo que tardaba el serbio en ganar otro título. Los Angelopoulos debían conformarse con los restos. 


Zelko entendió en seguida que la clave era la de mantener una base sólida de jugadores griegos. Con dos o tres jugadores veteranos nacionales que ayudasen a los que se iban incorporando, era suficiente. Evidentemente, había que añadir siempre jóvenes jugadores que se identificasen con el club. La influencia de Dimitris Itoudis -el segundo entrenador- en todo esto es clave. Hace las veces de ayudante, representante, traductor y enlace entre Obradovic y la afición. Para completar el cuadro, figuras de primer orden, pero no necesariamente “nombres”. La clave está en gastar, pero hacerlo con cabeza. Un buque insignia, Albertis/Diamantidis, y una serie de jugadores de intendencia: Fotsis, Patavoukas, Tsartsaris, Chatzivrettas… Y cada año, uno o dos fichajes de calidad, seriedad y compromiso. Contrastados a nivel internacional, a poder ser: Bodiroga, Rebraca, Lakovic, McDonald, Rogers, Batiste, Nicholas, etc… 


La piedra del nuevo proyecto rojiblanco debía ser un jugador contrastado que a la vez motivase a la afición. Papaloukas llegó de la mano de Giannakis, pero ya no era aquel jugador que había deslumbrado en el CSKA. El carácter de Teodosic era un problema, además de que la afición se mostraba indiferente con él. A Schortsanitis le faltó tiempo para “escapar” en cuanto las cosas se empezaron a torcer. Quizás por calidad y carácter el jugador llamado a ser el buque insignia de los boquerones era Panagiotis Vasilopoulos. Dos gravísimas lesiones le dejaron en el dique seco casi dos temporadas enteras y no volverá a ser el mismo. 

   

Cuando se presentó las posibilidad de fichar a Vasilis Spanoulis, a los Angelopoulos se les abrió el cielo. Spanoulis era el elegido. Reunía todas las condiciones necesarias y encima se lo quitabas al máximo rival. Sería la piedra angular sobre la cual se construiría el proyecto de Ivkovic. Jugador experto, profesional y de gran calidad, se había convertido en un problema para Obradovic. Se juntaron un choque de personalidades muy particulares y la finalización de su contrato. El PAO no podía ofrecer lo que le ofrecían los Angelopoulos y se marchó. 

   

Spanoulis debía convertirse en el Diamantidis de la ciudad marinera. Un héroe necesita su antihéroe. Lógicamente, los seguidores del equipo de los tréboles vieron el fichaje como una traición que nunca perdonarán. A Spanoulis este tipo de cosas le motivan todavía más. Sin duda, liderar al Olympiacós e intentar colocarlo a la altura de su ex equipo era algo que nunca hubiera podido imaginar.

Viejos conocidos que habían estado entrando y saliendo del equipo como Pelékanos, Papadopoulos o Glyniadakis ayudarían a la formación del grupo, además de Giorgos Printezis, que esta vez volvió para quedarse. Tsartsaris, Perperoglou o Jasikevicious serían los equivalentes al otro lado de la Acrópolis. Con Joey Dorsey de anti Batiste más Pero Antic y Kyle Hines el Olympiacós contrarrestaba la fuerza interior verde que había perdido a Nikola Pekovic


Los jóvenes Papanikolaou, Mantzaris y Sloukas han dado un paso al frente y han jugado como veteranos. Han dotado al equipo de la energía que le ha faltado al Panathinaikós. Los años no perdonan y se ha notado la falta de frescura. Los rojiblancos han llegado como toros al final de la temporada, mientras que los verdes ya han hecho bastante con forzar el quinto partido y llegar a la Final Four

El tiempo dirá si el “proyecto Ivkovic funciona y es de larga duración. Si tienen paciencia con él y los jóvenes mantienen la progresión, no tengo dudas de que irán a más. Spanoulis, que el año que cambió de equipo vio como el PAO ganaba la Euroliga, ha conseguido cambiar el signo de los tiempos. Una liga y una Euroliga en su segunda temporada no está nada mal para un equipo que hasta su llegada andaba a la deriva.


En mi opinión, inconscientemente quizás, el Olympiacós ha adaptado el modelo del Panathinaikós y lo ha modificado según sus intereses. ¿Quién mejor que el entrenador que dirigió a Obradovic cuando éste era jugador para erigir el edificio? El juego alegre del Olympiacós me ha recordado, por un lado, al del PAO de hace unos años, cuando tanto Diamantidis como Jasikevicious o Tsartsaris tenían unos años menos. Por otro lado, cuando el Olympiacós ha optado por el baloncesto control, también me ha recordado al que practicaban los verdes hace dos o tres años, cuando más que por calidad ganaban los partidos merced a la táctica defensiva y al manejo de los tiempos.

Particularmente me alegro de que el Olympiacós haya ganado el año que ha invertido menos. Creo que es bueno para el baloncesto. Sólo espero que no se les suba el éxito a la cabeza a los hermanitos y sigan moderando el gasto. Tal como están las cosas, posiblemente el badget del equipo para la próxima temporada vuelva a reducirse. Sin embargo, no creo que haya demasiados cambios para que el “proyecto Ivkovic, o mejor dicho, “anti Obradovic pueda continuar.    

  




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