No
ha habido en la historia del AEK
ninguna generación parecida a la de los años 60, las cosas como son. Aquel
equipo plagado de internacionales marcó una época. Si no ganó más títulos fue
porque entonces no existía la Copa de Grecia. Lamentablemente, nadie dio
el relevo a aquella inolvidable generación.
¡El
AEK no logró juntar una generación
decente de jugadores hasta finales de los 90! Los pocos canteranos que
conseguían llegar al primer equipo acababan fichando por otros clubs al poco
tiempo. Salieron buenos jugadores sueltos, pero no se construyó un equipo, unos
años porque no había química entre los miembros de la plantilla, otros porque
al presidente se le acababa la paciencia o porque los extranjeros no cuajaban.
Por
nombres, sorprende que los bicéfalos del sur pasasen tantos años viviendo de la Copa
de 1981, aquella mítica contra el Iraklís
en la que Kurt Rambis ganó el MVP.
Vlado Djurovic dio oportunidades a jóvenes de la cantera, pero sólo aguantó una
temporada en el banquillo (1994-1995). Fue el último año antes de la
Ley Bosman , con Rolando Blackman y Tim Borroughs de extranjeros. La octava plaza fue considerada un
fracaso, pero por lo menos el serbio subió al primer equipo a los juniors Michalis Kakiouzis y Nikos Chatzis.
_____
Diez
días después de terminar el Eurobasket
de Atenas (1995) se disputó en la misma ciudad el Mundial Junior. La selección de Grecia se deshizo de todos sus rivales
y se proclamó campeona, con un Efthimis
Rentziás estelar. Junto con Rentziás
y Dimitris Papanikolaou, las otras
dos figuras de aquel equipo eran Kakiouzis
y Chatzis.
Filipou no dudó en fichar a Giannis
Ioannidis en cuanto tuvo la ocasión. Con el Rubio, el AEK pasó de la
décima posición a la segunda. El Olympiacós
de Ivkovic fue demasiado rival en la
final (3-1) el año del triplete rojiblanco, pero el AEK había dado un salto enorme de calidad hacia arriba.
En
su segunda temporada, Ioannidis
condujo al AEK hasta la final de la Euroliga ,
algo impensable un par de temporadas atrás. En dos años, los amarillos se
habían dejado la pasta en jugadores de la talla de Prelevic, Coldebela, Lasa, Victor Alexander, Wilie
Anderson, Michael Larsen, Jake Tsakalidis, etc…
Tras
la triste final de Barcelona (Kinder
Bologna-AEK 58-44), el equipo se
derrumbó. La cuarta plaza en la liga dejó al AEK fuera de la
Euroleague y le costó el cargo a Ioannidis, que acabó bastante mal con
algún jugador. El malcarado entrenador garantizaba llegar a finales, pero casi
nunca las ganaba. Ejercía tal presión sobre sus jugadores, que muchos acababan
peleándose con él. Cuando el Sargento
se marchaba, dejaba el club hecho un solar.
Lo
mejor de la temporada 98/99 fue el fichaje de Dimos Diokudis, procedente del Larissa,
y el regreso al club de Fotis Katsikaris,
como asistente de Kalafatakis y
luego de Politis. El AEK, como el año anterior, volvió a
clasificarse para la final de Copa, pero
la volvió a perder.
Filipou optó por una apuesta segura para la temporada 99/00: Dusan Ivkovic. El serbio, que había ganado la liga con el PAOK y el triplete con el Olympiacós, conocía perfectamente el
campeonato.
Después
de 19 años de sequía, llegaba el primer título, la Copa de Grecia. Ivkovic convirtió a aquel equipo en un grupo ganador. Con un tronco
formado por Kakiouzis, Dikoudis, Chatzis, el veterano Koroniós,
Tsakalidis y Anthony Bowie, el AEK se
impuso al todopoderoso Panathinaikós
de Bodiroga, Rebraca, Gentile, Rogers y demás, evitando de pasada el
triplete verde.
En
la primera fase de la Copa Saporta , el AEK se
paseó, concediendo solo una derrota en la pista del Spirou BC. En dieciseisavos se deshizo del Kovinotehna Savinsjka Polzela
sin ningún problema, ganando los dos partidos, mientras en los octavos hacía lo
propio con el potente TAU Cerámica
Baskonia (67-71 y 85-65).
En
cuartos, el AEK ganó al Iraklís de Salónica en Atenas por 84-73
y dejó encaminada la eliminatoria. Los azules ganaron el partido de vuelta,
pero se quedaron lejos de la hazaña (73-70). El KK Zadar derrotó a los amarillos en el partido de ida de la
semifinal (75-70), pero el AEK
remontó en la vuelta (82-67), clasificándose para la final de la competición 32
años después ( la Copa Saporta era la Recopa de finales de siglo).
La
temporada del AEK dejó un sabor
agridulce, porque acabó cuarto en la liga tras perder la final de consolación
contra el Olympiacós (3-1). Sin
embargo, podría jugar en la Euroliga debido al
cisma que se produjo el año siguiente. El mejor torneo del continente quedó
partido en dos.
Hubo
bajas sensibles en el roster del equipo la temporada siguiente, puesto que Bowie se fue al Aris y Tsakalidis a Phoenix Suns, pero la plantilla se
reforzó muy bien. Con Andrew Betts, Vrbica Stefanov, Ibrahim Kutulay y Nikos
Zisis el AEK tenía opciones en
las tres competiciones.
En
Europa, los de Ivkovic terminaron
segundos de grupo, por detrás de la
Kinder de Bologna y por delante del TAU. Curiosamente, a la postre serían los finalistas de la competición. En el cruce,
el AEK se deshizo del Zalgiris (2-0) y en cuartos de la Benetton de Treviso (2-1).
El
TAU Cerámica Baskonia, que se había
cargado al Peristeri y al Olympiacós, hizo lo propio con el AEK, al que ganó tres partidos seguidos
(3-0). Aquella serie será recordada por el primer partido, que se tuvo que
repetir después de que el TAU
reclamase una última canasta amarilla –claramente- fuera de tiempo. En la
repetición, los vascos aplastaron a los griegos (65-90), a los que apuntillaron
pocos días después (67-70). En Vitoria los locales certificaron su paso a la
final (76-62). Los vascos aquel año fueron la auténtica bestia negra de los
equipos griegos.
Que
en el AEK se estaban haciendo las
cosas bien lo demuestra el hecho de que se volviera a meter, por cuarto año
consecutivo, en la final de la Copa de Grecia. De nuevo Ivkovic se imponía a Obradovic por dos puntitos (66-64), con
un gran Kutulay. Era el tercer
título en dos años, además de una semifinal de Euroliga.
Sorprendentemente,
Giannis Filipou decidió no renovar a
Duda la temporada 2001-2002,
ocupando el cargo Dragan Sakota, que
llevaba más de 10 años trabajando en Grecia. Desde luego, hacer olvidar a Ivkovic no sería tarea fácil. Sin
embargo, en aquel grupo había una química muy especial.
El
AEK redujo sensiblemente el presupuesto
y empezaron los problemas económicos. Menos cartera, más cantera. En el primer
equipo se mantenían Zisis, Dikoudis, Chatzis y Kakiouzis, y
por debajo empujaban fuerte Giorgos
Tsiaras, Ioannis Bourousis, Christos Tapoutos y Pero Antic. J.R. Holden y el veterano Jim
Bilba fueron los refuerzos de aquel verano, además de Arijan Komazec. El
croata fue la nota discordante de aquel año. Duró poco y fue sustituido por Chris Carr.
En
la liga griega, el AEK dominó la
fase regular del torneo, quedando por delante del Olympiacós y del Panathinaikós.
Curiosamente, tras superar la primera fase de la Euroleague
con facilidad, quedó encuadrado con los dos colosos helenos y el Union Olimpija.
Los
de Sakota cayeron contra rojiblancos
y verdes –a la postre campeones- y quedaron eliminados. Sentó fatal caer contra
los dos equipos griegos en Europa, pero se daba por buena la eliminación si se
conseguía la liga –partía con ventaja de campo en los play off-.
Centrado
en la competición liguera, porque había caído prematuramente en la Copa
contra el Panionios, acabó primero
de la fase regular con 23 victorias y 3 derrotas, dos puntos por delante del PAO y 4 del Olympiacós.
Aquella
temporada se jugaron unos play off “reducidos”, y el AEK se plantó en la final tras ganar al Iraklís por 2-0. Los atenienses esperaban sacar provecho de la
guerra entre el Olympiacós y el PAO. Para los amarillos era “o entonces
o nunca”.
Desde
luego, nadie podía esperar que aquella temporada terminase como lo hizo: el PAO, que fue eliminado por el Olympiacós en la liga, se proclamó
campeón de la Euroliga , los del
Pireo, con sus vaivenes, se llevaron la
Copa frente a un
sorprendente Marousi, y el AEK, después de muchos años sin
conseguirlo, triunfó en la liga. Reparto.
El
desenlace liguero fue de película.
El
Olympiacós derrotó al Panathinaikós por 2-0, pero quedó
tocado para la final, porque debido a la múltiple tangana que se produjo hacia
el final del segundo partido, varios jugadores fueron sancionados. Eso sí, fue
una sanción light porque después de
la que se lió bien podrían haberse perdido el resto de la temporada. A los
implicados en el quilombo les cayó un partido y una sanción económica, además
del cierre del pabellón (un solo partido).
Los
de Subotic dieron la campanada en el
OAKA y se impusieron al AEK de buenas a primeras (74-82), pese
a no poder contar ni con Femerling,
ni con Risacher, ni con Ford, ni con Tomic. Ver para creer. El AEK
tiraba por la borda toda la ventaja labrada tras una larga temporada de
sufrimiento.
En
el segundo encuentro, ya con toda la plantilla, pero sin Ford –lesionado-, el Olympiacós
volvió a ganar, esta vez en el SEF
por 75-70. Los de Sakota naufragaban
de nuevo, esta vez en un Pabellón de la Paz y de la Amistad vacío. Con 2-0 a favor para los rojiblancos,
pocos esperaban lo que vendría después.
En
los días previos al tercer partido, hubo de todo. Por un lado, Sakota se cargó a Chris Carr, con el que tuvo un encontronazo gordo.
Por
si fuera poco, cierta prensa publicó que algunos jugadores del AEK habían sido comprados, acusando
principalmente a Kakiouzis,
involuntario cabeza de turco. A los jugadores les afectó el suceso, pero
supieron abstraerse y sacar la fuerza mental de no se sabe dónde para reponerse.
Como he dicho tantas veces, en Grecia a las buenas muy bien, pero en cuanto las
cosas se tuercen los aficionados se vuelven locos. Todo son contubernios e
inventan lo que sea. En lugar de apoyar, meten más presión. Ganar el tercero
significaba mantener encendida la llama de la esperanza, perderlo una
catástrofe de incalculables consecuencias.
Los
jugadores intentaron aislarse del contaminado ambiente, no hacer caso de las
infamias difundidas por periodistas malintencionados y consiguieron su primera
victoria en el tercer partido (85-78). Fue como quitarse un gran peso de encima.
Aunque los amarillos seguían entre la espada y la pared, la presión cambiaba de
acera. Los de Subotic estaban
obligados a ganar en el SEF para no
tener que jugársela en el OAKA.
En
un partido tenso a más no poder, rojiblancos y amarillos llegaban igualadísmos
al último tramo del cuarto partido. El AEK
se sobrepuso a un mal primer cuarto (27-19) y a un arbitraje “sospechoso”. Un
parcial de 0-11 en 6 minutos aciagos de los locales puso a los amarillos por
delante (29-32). Kakiuouzis, Betts, Holden y Dikoudis
tomaron el mando de las opeaciones. Zisis,
con tres faltas en el primer cuarto, no pudo ayudar mucho. Al descanso el
marcador reflejaba un inquietante 32-36. El público no esperaba tanta
resistencia. Los visitantes aguantron el arreón local en el tercer cuarto hasta
casi el final. Una discutida cuarta falta de Dikoudis descentró al equipo y el Olympiacós consiguió empatar. A falta de un asalto, empate a 48.
Tienen que jugar minutos Panteliadis
y Bilba a causa de las faltas.
En
el cuarto período el Olympiacós tomó
ligeras ventajas pero no conseguía despegarse. Volvió Dikoudis, el héroe de la final, a falta de más de 6 minutos. De
nuevo el partido se igualó y la diferencia no superaba nunca los 2 o 3 puntos.
A triple de Holden respondía Forrest, a canasta de Kakiouzis anotaba un tiro libre De Miguel, etc...
Forrest empata a 59 cuando faltan 2´30´´. Chatzis
mete la última canasta amarilla a falta de 2 minutos. A partir de ahí, errores
a partes iguales. Tomic yerra un
triple, pero los árbitros señalan la quinta falta de Dikoudis en la lucha por el rebote. Savrasenko falla los dos tiros libres y Betts captura el rebote. La bola a la banda porque el AEK no está en bonus. Holden falla un triple y le da la última
opción del partido a Tomic, que es
objeto de falta personal. El capitán marra el primer tiro y anota el segundo. Holden falla el primer tiro libre y
apedrea el aro en el segundo. Kakiouzis
coge el rebote y el partido termina. El AEK
ha forzado el cuarto partido cuando parecía imposible, y encima lo jugará en
cada.
Antes
del quinto encuentro se confirma que James
Forrest, el pívot rocoso del Olympiacós,
ha dado positivo en el control antidoping del segundo encuentro y no volverá a
jugar. Se contrarrestan así las fuerzas, el AEK sin Carr y el Olympiacós sin Forrest.
Ante
11.000 fieles que llenaron el OAKA,
el AEK no podía fallar. El 79-70
final no refleja lo que fue el partido, ya que el Olympiacós tuvo sus opciones. Los amarillos salieron fuertes
(12-14), pero Risacher estuvo
inspirado desde el triple y equilibró las cosas (16-14 al final del primer
cuarto). Los locales siempre mantuvieron la inciativa, tanto en el juego como
en el marcador, y con la pareja Dikoudis-Kakiouzis on fire el AEK se escaparon
en el marcador (34-20). Parecía todo controlado por los de Sakota, que sienta a los titulares para darles descanso. Al final
de los primeros 20 minutos, los aficionados creen tocar el título con las manos
(43-31).
Nadie
duda que el título se quedará en casa después de que el AEK amplíe cada vez más la diferencia (48-31). Sin embargo,
asistimos a unos últimos 6 o 7 minutos de cuarto espectaculares de Milan Tomic. El serbio las enchufa de
tres que es un primor, apoyado también por el alero francés. Por los locales,
sólo Dimos Dikoudis parece tenerlo
claro. El Olympiacós juega
prosiblemente sus mejores minutos de toda la serie y recorta las distancias
(56-61 al final del tercer cuarto). Sigue vivo.
La
dinámica ha cambiado y el miedo pasa de la pista a la grada y de la grada a la
pista. Los de Subotic están crecidos
y con triples de Risacher y tiros
libres de De Miguel se ponen por
delante. El Olympiacós ha remontado
17 puntos en menos de 10 minutos. Entonces, incomprensiblemente, el técnico
esloveno de los marineros protesta desmesuradamente una jugada y los árbitros
lo sancionan con una técnica que mete de nuevo de lleno al AEK en el partido (de 59-61 se pasa a 62-61). Sakota “responde” a Subotic
protestando exageradamente una posible falta en ataque de De Miguel y también es sancionado con una técnica. Hay nervios,
tensión, malos modos y polémica. El partido lo tiene absolutamente todo.
A
5 minutos del final, los de El Pireo se ponen tres puntos por delante (62-65)
en lo que sería el último arreón rojiblanco. El parcial final de 17-5 decide el
quinto partido y la final, con un gran Chatzis
y un excelente Dikoudis. El Olympiacós agota los ataques y sólo
anota de tiros libres. La defensa y el rebote amarillo se imponen. Un irregular
Holden aparece robando un balón
decisivo y el veterano Jim Bilba
aporta su granito de arena en la zona. Se desata la euforia en el OAKA y traslada la crisis al puerto. Concluye
así una de las series finales más increibles de la historia del baloncesto
griego. El Olympiacós se dejó la
piel en la remonatda y acabó sin gasolina. Dragan
Sakota movió mejor el banquillo y se notó al final. ¿Qué hubiera pasado si Alphonso Ford no hubiera estado
lesionado? ¿Y si Forrest no hubiera
dado positivo?
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La
plantilla del AEK que ganó la liga
en la temporada 2001-02 la formaban J.R. Holden, Nikos Zisis (19 años), Christos Tapoutos (20 años), Nikos Chatzis, Dimos
Dikoudis, Jim Bilba, Andrew Betts, Michalis Kakiouzis,
Giannis Bourousis (19 años, solo jugó 3 partidos), Pero Antic (20
años, no llegó a debutar), Chris Carr (llegó por Komazec y fue cortado; solo jugó 13 partidos), Giorgos Tsiaras,
Vasilis Koikilias, Kostas Paschalis, Arjan Komazec (fue
cortado; solo jugó 11 partidos) y Spiros Panteliadis. Entrenador: Dragan
Sakota.
A
pesar del título, los problemas económicos continuaron. Filipou se
enfrentó a sus propios aficionados, harto de pagar multas por el mal
comportamiento de los mismos y aquello fue el principio del fin. Algún día
hablaremos de los grupos organizados de aficionados y su influencia dentro de
los clubes. Acostumbrados como estaban los aficionados a pelear por
títulos, no estaban dispuestos a soportar dos temporadas malas. Así fue como
poco a poco aquella prometedora generación se fue desintegrando.
Con
la marcha del principal accionista, Giannis Filipou en 2006, tras 11
años en la entidad, empezaron las dificultades gordas. Fueron marchándose
primero los extranjeros y después los valores nacionales, que acabarían
haciendo una carrera más que notable en Grecia y fuera de ella (Giannis
Bouroussis, Giorgos Tsiaras, Nikos Zisis…).
Aunque
colocó a su hijo en la presidencia, éste no tenía ningún interés en el
baloncesto y lo dejó al poco tiempo. La familia se cansó y dejó de apoyar. Los
jugadores dejaron de cobrar de la noche a la mañana y el equipo cada año iba a
peor, hasta que se consumó la catástrofe. Granitsas, vicepresidente con Filipou
padre, se hizo cargo del club, pero los problemas se multiplicaron. A un
mes del inicio de la campaña 2006-07 el AEK no tenía entrenador (al
final “picó” Vangelis Alexandrís). Llegaron jugadores sin haber hecho
pretemporada y con el curso empezado dejaron de cobrar las nóminas. El AEK era
el Titánic, con cambio de entrenador incluido y jugadores que se
pusieron en huelga. Salvaron el año, pero de ahí hasta el descenso, 5 años para
olvidar.
El
error de Filipou, propietario junto a su hermano de la mayor empresa de
productos lácteos del país, FEGA, fue creer que realmente podía ganar
dinero con el club, no como los Angelopoulos o los Giannakopoulos,
que primero son “seguidores” y luego presidentes.
Si
la generación del AEK campeona de
liga en 2002 se hubiera mantenido en el club, estoy convencido de que hubiera
disputado la hegemonía verde de Obradovic.
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