domingo, 26 de julio de 2015

El AEK de la temporada 2001-2002.


No ha habido en la historia del AEK ninguna generación parecida a la de los años 60, las cosas como son. Aquel equipo plagado de internacionales marcó una época. Si no ganó más títulos fue porque entonces no existía la Copa de Grecia. Lamentablemente, nadie dio el relevo a aquella inolvidable generación.

La Reina dejó incluso de ser princesa. La Copa de 1981, un oasis en medio del desierto. Años terribles de sequía. El cuarto equipo de Atenas, el sexto, séptimo u octavo del país… Un desastre. Cuando los más viejos del lugar contaban a sus nietos que habían visto al AEK ganar ligas y una Recopa de Europa, aquello les sonaba a cuento de hadas.

¡El AEK no logró juntar una generación decente de jugadores hasta finales de los 90! Los pocos canteranos que conseguían llegar al primer equipo acababan fichando por otros clubs al poco tiempo. Salieron buenos jugadores sueltos, pero no se construyó un equipo, unos años porque no había química entre los miembros de la plantilla, otros porque al presidente se le acababa la paciencia o porque los extranjeros no cuajaban.

Por nombres, sorprende que los bicéfalos del sur pasasen tantos años viviendo de la Copa de 1981, aquella mítica contra el Iraklís en la que Kurt Rambis ganó el MVP.

Vlado Djurovic dio oportunidades a jóvenes de la cantera, pero sólo aguantó una temporada en el banquillo (1994-1995). Fue el último año antes de la Ley Bosman, con Rolando Blackman y Tim Borroughs de extranjeros. La octava plaza fue considerada un fracaso, pero por lo menos el serbio subió al primer equipo a los juniors Michalis Kakiouzis y Nikos Chatzis.

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Diez días después de terminar el Eurobasket de Atenas (1995) se disputó en la misma ciudad el Mundial Junior. La selección de Grecia se deshizo de todos sus rivales y se proclamó campeona, con un Efthimis Rentziás estelar. Junto con Rentziás y Dimitris Papanikolaou, las otras dos figuras de aquel equipo eran Kakiouzis y Chatzis.


La Ley Bosman llegó en el peor momento. De un día para otro, los chavales vieron como jugadores extranjeros les quitaban el sitio. El empresario Giannis Filipou, presidente de FAGE, vio que había negocio en el baloncesto y se metió de lleno en ello.

Filipou no dudó en fichar a Giannis Ioannidis en cuanto tuvo la ocasión. Con el Rubio, el AEK pasó de la décima posición a la segunda. El Olympiacós de Ivkovic fue demasiado rival en la final (3-1) el año del triplete rojiblanco, pero el AEK había dado un salto enorme de calidad hacia arriba.

En su segunda temporada, Ioannidis condujo al AEK hasta la final de la Euroliga, algo impensable un par de temporadas atrás. En dos años, los amarillos se habían dejado la pasta en jugadores de la talla de Prelevic, Coldebela, Lasa, Victor Alexander, Wilie Anderson, Michael Larsen, Jake Tsakalidis, etc…

Tras la triste final de Barcelona (Kinder Bologna-AEK 58-44), el equipo se derrumbó. La cuarta plaza en la liga dejó al AEK fuera de la Euroleague y le costó el cargo a Ioannidis, que acabó bastante mal con algún jugador. El malcarado entrenador garantizaba llegar a finales, pero casi nunca las ganaba. Ejercía tal presión sobre sus jugadores, que muchos acababan peleándose con él. Cuando el Sargento se marchaba, dejaba el club hecho un solar.


Lo mejor de la temporada 98/99 fue el fichaje de Dimos Diokudis, procedente del Larissa, y el regreso al club de Fotis Katsikaris, como asistente de Kalafatakis y luego de Politis. El AEK, como el año anterior, volvió a clasificarse para la final de Copa, pero la volvió a perder.

Filipou optó por una apuesta segura para la temporada 99/00: Dusan Ivkovic. El serbio, que había ganado la liga con el PAOK y el triplete con el Olympiacós, conocía perfectamente el campeonato.

Después de 19 años de sequía, llegaba el primer título, la Copa de Grecia. Ivkovic convirtió a aquel equipo en un grupo ganador. Con un tronco formado por Kakiouzis, Dikoudis, Chatzis, el veterano Koroniós, Tsakalidis y Anthony Bowie, el AEK se impuso al todopoderoso Panathinaikós de Bodiroga, Rebraca, Gentile, Rogers y demás, evitando de pasada el triplete verde.

En la primera fase de la Copa Saporta, el AEK se paseó, concediendo solo una derrota en la pista del Spirou BC. En dieciseisavos se deshizo del Kovinotehna Savinsjka Polzela sin ningún problema, ganando los dos partidos, mientras en los octavos hacía lo propio con el potente TAU Cerámica Baskonia (67-71 y 85-65).

En cuartos, el AEK ganó al Iraklís de Salónica en Atenas por 84-73 y dejó encaminada la eliminatoria. Los azules ganaron el partido de vuelta, pero se quedaron lejos de la hazaña (73-70). El KK Zadar derrotó a los amarillos en el partido de ida de la semifinal (75-70), pero el AEK remontó en la vuelta (82-67), clasificándose para la final de la competición 32 años después ( la Copa Saporta era la Recopa de finales de siglo).


La Kinder de Bologna de Messina volvía a ser el rival del AEK, como dos años atrás en Barcelona. Esta vez, sin embargo, los griegos supieron llevar el partido a su terreno y acabaron imponiéndose por 83-76. Nikos Chatzis y Anthony Bowie se erigieron en héroes de aquella final jugada en Laussane, además de Ivkovic, por supuesto, que seguía engrandeciendo el mito. Nikos Chatzis, jugador poco conocido fuera del país, pero uno de los hombres-récord de la liga griega, recogió la copa de manos del inolvidable Juan Antonio Smaranch.


La temporada del AEK dejó un sabor agridulce, porque acabó cuarto en la liga tras perder la final de consolación contra el Olympiacós (3-1). Sin embargo, podría jugar en la Euroliga debido al cisma que se produjo el año siguiente. El mejor torneo del continente quedó partido en dos.

Hubo bajas sensibles en el roster del equipo la temporada siguiente, puesto que Bowie se fue al Aris y Tsakalidis a Phoenix Suns, pero la plantilla se reforzó muy bien. Con Andrew Betts, Vrbica Stefanov, Ibrahim Kutulay y Nikos Zisis el AEK tenía opciones en las tres competiciones.

En Europa, los de Ivkovic terminaron segundos de grupo, por detrás de la Kinder de Bologna y por delante del TAU. Curiosamente, a la postre serían los finalistas de la competición. En el cruce, el AEK se deshizo del Zalgiris (2-0) y en cuartos de la Benetton de Treviso (2-1).

El TAU Cerámica Baskonia, que se había cargado al Peristeri y al Olympiacós, hizo lo propio con el AEK, al que ganó tres partidos seguidos (3-0). Aquella serie será recordada por el primer partido, que se tuvo que repetir después de que el TAU reclamase una última canasta amarilla –claramente- fuera de tiempo. En la repetición, los vascos aplastaron a los griegos (65-90), a los que apuntillaron pocos días después (67-70). En Vitoria los locales certificaron su paso a la final (76-62). Los vascos aquel año fueron la auténtica bestia negra de los equipos griegos.


Que en el AEK se estaban haciendo las cosas bien lo demuestra el hecho de que se volviera a meter, por cuarto año consecutivo, en la final de la Copa de Grecia. De nuevo Ivkovic se imponía a Obradovic por dos puntitos (66-64), con un gran Kutulay. Era el tercer título en dos años, además de una semifinal de Euroliga.

Sorprendentemente, Giannis Filipou decidió no renovar a Duda la temporada 2001-2002, ocupando el cargo Dragan Sakota, que llevaba más de 10 años trabajando en Grecia. Desde luego, hacer olvidar a Ivkovic no sería tarea fácil. Sin embargo, en aquel grupo había una química muy especial.

El AEK redujo sensiblemente el presupuesto y empezaron los problemas económicos. Menos cartera, más cantera. En el primer equipo se mantenían Zisis, Dikoudis, Chatzis y Kakiouzis, y por debajo empujaban fuerte Giorgos Tsiaras, Ioannis Bourousis, Christos Tapoutos y Pero Antic. J.R. Holden y el veterano Jim Bilba fueron los refuerzos de aquel verano, además de Arijan Komazec. El croata fue la nota discordante de aquel año. Duró poco y fue sustituido por Chris Carr.

En la liga griega, el AEK dominó la fase regular del torneo, quedando por delante del Olympiacós y del Panathinaikós. Curiosamente, tras superar la primera fase de la Euroleague con facilidad, quedó encuadrado con los dos colosos helenos y el Union Olimpija.

Los de Sakota cayeron contra rojiblancos y verdes –a la postre campeones- y quedaron eliminados. Sentó fatal caer contra los dos equipos griegos en Europa, pero se daba por buena la eliminación si se conseguía la liga –partía con ventaja de campo en los play off-. 

Centrado en la competición liguera, porque había caído prematuramente en la Copa contra el Panionios, acabó primero de la fase regular con 23 victorias y 3 derrotas, dos puntos por delante del PAO y 4 del Olympiacós.

Aquella temporada se jugaron unos play off “reducidos”, y el AEK se plantó en la final tras ganar al Iraklís por 2-0. Los atenienses esperaban sacar provecho de la guerra entre el Olympiacós y el PAO. Para los amarillos era “o entonces o nunca”.

Desde luego, nadie podía esperar que aquella temporada terminase como lo hizo: el PAO, que fue eliminado por el Olympiacós en la liga, se proclamó campeón de la Euroliga, los del Pireo, con sus vaivenes, se llevaron la Copa frente a un sorprendente Marousi, y el AEK, después de muchos años sin conseguirlo, triunfó en la liga. Reparto.

El desenlace liguero fue de película.

El Olympiacós derrotó al Panathinaikós por 2-0, pero quedó tocado para la final, porque debido a la múltiple tangana que se produjo hacia el final del segundo partido, varios jugadores fueron sancionados. Eso sí, fue una sanción light porque después de la que se lió bien podrían haberse perdido el resto de la temporada. A los implicados en el quilombo les cayó un partido y una sanción económica, además del cierre del pabellón (un solo partido).


Los de Subotic dieron la campanada en el OAKA y se impusieron al AEK de buenas a primeras (74-82), pese a no poder contar ni con Femerling, ni con Risacher, ni con Ford, ni con Tomic. Ver para creer. El AEK tiraba por la borda toda la ventaja labrada tras una larga temporada de sufrimiento.

En el segundo encuentro, ya con toda la plantilla, pero sin Ford –lesionado-, el Olympiacós volvió a ganar, esta vez en el SEF por 75-70. Los de Sakota naufragaban de nuevo, esta vez en un Pabellón de la Paz y de la Amistad vacío. Con 2-0 a favor para los rojiblancos, pocos esperaban lo que vendría después.

En los días previos al tercer partido, hubo de todo. Por un lado, Sakota se cargó a Chris Carr, con el que tuvo un encontronazo gordo.

Por si fuera poco, cierta prensa publicó que algunos jugadores del AEK habían sido comprados, acusando principalmente a Kakiouzis, involuntario cabeza de turco. A los jugadores les afectó el suceso, pero supieron abstraerse y sacar la fuerza mental de no se sabe dónde para reponerse. Como he dicho tantas veces, en Grecia a las buenas muy bien, pero en cuanto las cosas se tuercen los aficionados se vuelven locos. Todo son contubernios e inventan lo que sea. En lugar de apoyar, meten más presión. Ganar el tercero significaba mantener encendida la llama de la esperanza, perderlo una catástrofe de incalculables consecuencias.


Los jugadores intentaron aislarse del contaminado ambiente, no hacer caso de las infamias difundidas por periodistas malintencionados y consiguieron su primera victoria en el tercer partido (85-78). Fue como quitarse un gran peso de encima. Aunque los amarillos seguían entre la espada y la pared, la presión cambiaba de acera. Los de Subotic estaban obligados a ganar en el SEF para no tener que jugársela en el OAKA.

En un partido tenso a más no poder, rojiblancos y amarillos llegaban igualadísmos al último tramo del cuarto partido. El AEK se sobrepuso a un mal primer cuarto (27-19) y a un arbitraje “sospechoso”. Un parcial de 0-11 en 6 minutos aciagos de los locales puso a los amarillos por delante (29-32). Kakiuouzis, Betts, Holden y Dikoudis tomaron el mando de las opeaciones. Zisis, con tres faltas en el primer cuarto, no pudo ayudar mucho. Al descanso el marcador reflejaba un inquietante 32-36. El público no esperaba tanta resistencia. Los visitantes aguantron el arreón local en el tercer cuarto hasta casi el final. Una discutida cuarta falta de Dikoudis descentró al equipo y el Olympiacós consiguió empatar. A falta de un asalto, empate a 48. Tienen que jugar minutos Panteliadis y Bilba a causa de las faltas.


En el cuarto período el Olympiacós tomó ligeras ventajas pero no conseguía despegarse. Volvió Dikoudis, el héroe de la final, a falta de más de 6 minutos. De nuevo el partido se igualó y la diferencia no superaba nunca los 2 o 3 puntos. A triple de Holden respondía Forrest, a canasta de Kakiouzis anotaba un tiro libre De Miguel, etc...

Forrest empata a 59 cuando faltan 2´30´´. Chatzis mete la última canasta amarilla a falta de 2 minutos. A partir de ahí, errores a partes iguales. Tomic yerra un triple, pero los árbitros señalan la quinta falta de Dikoudis en la lucha por el rebote. Savrasenko falla los dos tiros libres y Betts captura el rebote. La bola a la banda porque el AEK no está en bonus. Holden falla un triple y le da la última opción del partido a Tomic, que es objeto de falta personal. El capitán marra el primer tiro y anota el segundo. Holden falla el primer tiro libre y apedrea el aro en el segundo. Kakiouzis coge el rebote y el partido termina. El AEK ha forzado el cuarto partido cuando parecía imposible, y encima lo jugará en cada.

Antes del quinto encuentro se confirma que James Forrest, el pívot rocoso del Olympiacós, ha dado positivo en el control antidoping del segundo encuentro y no volverá a jugar. Se contrarrestan así las fuerzas, el AEK sin Carr y el Olympiacós sin Forrest.


Ante 11.000 fieles que llenaron el OAKA, el AEK no podía fallar. El 79-70 final no refleja lo que fue el partido, ya que el Olympiacós tuvo sus opciones. Los amarillos salieron fuertes (12-14), pero Risacher estuvo inspirado desde el triple y equilibró las cosas (16-14 al final del primer cuarto). Los locales siempre mantuvieron la inciativa, tanto en el juego como en el marcador, y con la pareja Dikoudis-Kakiouzis on fire el AEK se escaparon en el marcador (34-20). Parecía todo controlado por los de Sakota, que sienta a los titulares para darles descanso. Al final de los primeros 20 minutos, los aficionados creen tocar el título con las manos (43-31).

Nadie duda que el título se quedará en casa después de que el AEK amplíe cada vez más la diferencia (48-31). Sin embargo, asistimos a unos últimos 6 o 7 minutos de cuarto espectaculares de Milan Tomic. El serbio las enchufa de tres que es un primor, apoyado también por el alero francés. Por los locales, sólo Dimos Dikoudis parece tenerlo claro. El Olympiacós juega prosiblemente sus mejores minutos de toda la serie y recorta las distancias (56-61 al final del tercer cuarto). Sigue vivo.

La dinámica ha cambiado y el miedo pasa de la pista a la grada y de la grada a la pista. Los de Subotic están crecidos y con triples de Risacher y tiros libres de De Miguel se ponen por delante. El Olympiacós ha remontado 17 puntos en menos de 10 minutos. Entonces, incomprensiblemente, el técnico esloveno de los marineros protesta desmesuradamente una jugada y los árbitros lo sancionan con una técnica que mete de nuevo de lleno al AEK en el partido (de 59-61 se pasa a 62-61). Sakota “responde” a Subotic protestando exageradamente una posible falta en ataque de De Miguel y también es sancionado con una técnica. Hay nervios, tensión, malos modos y polémica. El partido lo tiene absolutamente todo.


A 5 minutos del final, los de El Pireo se ponen tres puntos por delante (62-65) en lo que sería el último arreón rojiblanco. El parcial final de 17-5 decide el quinto partido y la final, con un gran Chatzis y un excelente Dikoudis. El Olympiacós agota los ataques y sólo anota de tiros libres. La defensa y el rebote amarillo se imponen. Un irregular Holden aparece robando un balón decisivo y el veterano Jim Bilba aporta su granito de arena en la zona. Se desata la euforia en el OAKA y traslada la crisis al puerto. Concluye así una de las series finales más increibles de la historia del baloncesto griego. El Olympiacós se dejó la piel en la remonatda y acabó sin gasolina. Dragan Sakota movió mejor el banquillo y se notó al final. ¿Qué hubiera pasado si Alphonso Ford no hubiera estado lesionado? ¿Y si Forrest no hubiera dado positivo? 


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La plantilla del AEK que ganó la liga en la temporada 2001-02 la formaban J.R. Holden, Nikos Zisis (19 años), Christos Tapoutos (20 años), Nikos Chatzis, Dimos Dikoudis, Jim Bilba, Andrew Betts, Michalis Kakiouzis, Giannis Bourousis (19 años, solo jugó 3 partidos), Pero Antic (20 años, no llegó a debutar), Chris Carr (llegó por Komazec y fue cortado; solo jugó 13 partidos), Giorgos Tsiaras, Vasilis Koikilias, Kostas Paschalis, Arjan Komazec (fue cortado; solo jugó 11 partidos) y Spiros Panteliadis. Entrenador: Dragan Sakota.

A pesar del título, los problemas económicos continuaron. Filipou se enfrentó a sus propios aficionados, harto de pagar multas por el mal comportamiento de los mismos y aquello fue el principio del fin. Algún día hablaremos de los grupos organizados de aficionados y su influencia dentro de los clubes. Acostumbrados como estaban los aficionados a pelear por títulos, no estaban dispuestos a soportar dos temporadas malas. Así fue como poco a poco aquella prometedora generación se fue desintegrando.

Con la marcha del principal accionista, Giannis Filipou en 2006, tras 11 años en la entidad, empezaron las dificultades gordas. Fueron marchándose primero los extranjeros y después los valores nacionales, que acabarían haciendo una carrera más que notable en Grecia y fuera de ella (Giannis Bouroussis, Giorgos Tsiaras, Nikos Zisis…).

Aunque colocó a su hijo en la presidencia, éste no tenía ningún interés en el baloncesto y lo dejó al poco tiempo. La familia se cansó y dejó de apoyar. Los jugadores dejaron de cobrar de la noche a la mañana y el equipo cada año iba a peor, hasta que se consumó la catástrofe. Granitsas, vicepresidente con Filipou padre, se hizo cargo del club, pero los problemas se multiplicaron. A un mes del inicio de la campaña 2006-07 el AEK no tenía entrenador (al final “picó” Vangelis Alexandrís). Llegaron jugadores sin haber hecho pretemporada y con el curso empezado dejaron de cobrar las nóminas. El AEK era el Titánic, con cambio de entrenador incluido y jugadores que se pusieron en huelga. Salvaron el año, pero de ahí hasta el descenso, 5 años para olvidar.


El error de Filipou, propietario junto a su hermano de la mayor empresa de productos lácteos del país, FEGA, fue creer que realmente podía ganar dinero con el club, no como los Angelopoulos o los Giannakopoulos, que primero son “seguidores” y luego presidentes.


Si la generación del AEK campeona de liga en 2002 se hubiera mantenido en el club, estoy convencido de que hubiera disputado la hegemonía verde de Obradovic.

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