El mate de Esteban Batista marcó el inicio de la Copa 2013-2014.
¿Es la Copa de Grecia el torneo más patético de Europa?
Cada año repiten
la misma aseveración: “hemos tocado
fondo”. “Peor no se pueden hacer las cosas”, aseguran. Pues no. Las cosas
siempre pueden ir a peor. Siempre.
La Copa de Grecia de baloncesto –la de fútbol
también, pero aquí no toca- nos recuerda año tras año que no hay en Europa una competición más patética.
Partiendo de un formato
penoso, sin partidos de ida y vuelta –de recuperar el formato antiguo con Final Four ni soñarlo- y con sorteos
sospechosos, las eliminatorias nadie sabe muy bien cuando se juegan. Algunos
equipos empiezan a jugar en dieciseisavos, otros en octavos y los más fuertes
en cuartos. O algo así, vaya.
Este año el esperpento ha alcanzado cuotas
de surrealismo inimaginables.
¿Por qué se ha llegado a esta situación?
¿Quiénes son los culpables?
Yo lo tengo claro: los principales
culpables del desaguisado son los aficionados del Panathinaikos y del
Olympiacos. Tampoco están exentos de responsabilidad los dirigentes de ambos
clubes, echando siempre más leña al fuego, y la Federación, que lleva
demasiados años mirando hacia otro lado.
La Copa se ha ido modificando en función del
comportamiento de las dos hinchadas, así de claro.
Que es una
competición herida de muerte desde hace años, lo saben todos.
Lo único que podía hacer atractiva la Copa era una final
Panathinaikos-Olympiacos, y por ello amañaron los sorteos. Digo “amaño”
–con todas las letras-, porque es lo que dicen los propios griegos. No es normal
que entre la temporada 2007-2008 y la 2012-2013 (6 veces seguidas) las
caprichosas bolas nos hayan conducido al mismo enfrentamiento. Con ello, convirtieron la Copa
en un torneo de usar y tirar, comida basura.
Por culpa de los
constantes problemas con los violentos, la Federación
trasladó la final al Hellinikó, un
señor pabellón que casi no se utiliza y que se construyó para los Juegos Olímpicos de Atenas. Ni por
esas. Las peleas entre ultras continuaron. Los enfrentamientos se producían
antes, durante y después de las finales. Ni siquiera dejar el campo semivacío
–sólo se llenaban las esquinas- evitaba el lanzamiento de bengalas y sillas.
Las
imágenes de la final de la temporada
2012-2013 dieron la vuelta al mundo: una bengala impactó en la cabeza de Kyle Hines y aficionados de los dos
equipos invadieron la pista. Al día siguiente, los titulares de siempre.
No se sabe si en
la temporada 2013-2014 amañaron el sorteo para evitar precisamente la final de
siempre y así los altercados, pero el caso es que PAO y Olympiacos se
cruzaron en la semifinal. Los verdes se impusieron en el OAKA, proclamándose campeones oficiosos del título.
Sobre la
pantomima de la final del año pasado, ya escribí esto. En lugar de poner la
final a medio camino entre Atenas y Salónica, la Federación
mandó jugar en Creta. Evidentemente, más del 90% de los aficionados “neutrales”
apoyó al Panathinaikós. Un puñado de
valientes seguidores amarillos voló desde Salónica o llegó a Creta en barco. En
el pabellón sólo había globos verdes preparados para cuando el PAO ganase. Eso sí, se evitó cualquier
tipo de enfrentamiento violento entre hinchadas. Café descafeinado.
Como el
experimento “salió bien” –no hubo violencia-, decidieron repetir esta
temporada. Esta vez, sin embargo, el sorteo deparó el cruce de colosos en
cuartos.
El Panathinaikos ganó al Olympiacos gracias a un mate de Batista en el último segundo, con lo
que los verdes se adjudicaban oficiosamente el primer título de la temporada
nada más empezar.
El choque trajo
cola. Los visitantes dominaron casi todo el partido, pero volvieron a desafinar en los últimos minutos. Los
aficionados del Pireo cargaron contra sus jugadores y fueron a esperarlos al
pabellón para increparles. Bartzokas
abandonó el banquillo rojillo y fue sustituido por Milan Tomic de manera interina. Sin embargo, el esperpento no había
hecho más que empezar.
El Olympiacós recurrió el partido y ganó
en los despachos… hasta que el PAO
presentó otro recurso y el tribunal competente acabó dándole la razón.
La Copa personifica una situación cansina, triste
y agotadora: por un lado, los dos cocos enredados en sus cosas, y por otro, el
resto de equipos.
El PAO-Olympiacos debería haberse jugado a
puerta cerrada, porque, para variar, el equipo del trébol arrastraba una
sanción de la final liguera de la temporada anterior. Había público en la zona
de la tribuna, incluido Dimitris Giannakopoulos, que había sido
sancionado con 3 meses sin entrar en recintos deportivos. Se saltó la ley a la
torera, como tantas otras veces.
Mientras ambas directivas presentaban
recursos y publicaban comunicados, la competición seguía por el otro lado del
cuadro. El Apollonas Patras
sorprendía al AE Neas Kifisiás en su casa (73-75) y se
metía en la final 18 años después.
Cuando parecía
que el Olympiacos iba a ser el rival
del PAOK en la otra semifinal, el
tribunal competente dio por bueno el recurso del PAO y falló a favor de los verdes. Un triple sobre la bocina de Vladimiros Giankovits dio la victoriaal Panathinaikos (68-71) y clasificó
a los de Ivanovic para la final.
Por lo tanto, la Copa de este año la ganará el PAO –salvo
sorpresa mayúscula- con sangre, sudor,
lágrimas, recursos, un “mate uruguayo” y un triple salvador. En lugar de
levantar el título en marzo, como estaba previsto, lo hará en abril, y en lugar
de hacerlo en una pista neutral, lo hará en su casa.
Lo de la elección de la sede de la final ha
puesto el colofón perfecto a un torneo de risa.
La Federación
quería llevar de nuevo la final a Creta, pero tanto el PAO como el Patras se mostraron
reticentes. ¡Es más, pretendían que la final se jugase en su pabellón! ¿No hay
más pabellones en toda Grecia?
La
Federación se lavó
las manos y optó por la decisión salomónica de sortear la sede entre Patras y
Atenas, ahí es nada.
Es la propia
organizadora del torneo la que este año acaba decidiendo que la final no se
juegue en campo neutral, al contrario que el año pasado, cuando tampoco el PAO y el Aris estaban de acuerdo en viajar a Creta pero tuvieron que tragar.
Una bolita y una
mano inocente decidieron, para sonrojo de periodistas, directivos, jugadores y
aficionados al baloncesto en general. Lamentable. La final se jugará en el OAKA el 5 de abril, supongo que con
aficionados de los dos equipos en el pabellón, o a lo mejor no, que en Grecia
nunca se sabe.
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