A 20 minutos del comienzo, este era el aspecto de las gradas.
Buscando ayer un
enlace pirata me salió esto: “Barcelona-Olympiacós,
si fuera necesario”. Fue entonces cuando me di cuenta de que la herida
continuaba sangrando. Dejar pasar los días para no plasmar ciertas reflexiones
en caliente no ha hecho que baje fiebre.
Sigo decepcionado y cabreado. Decepcionado por el primer partido y cabreado por
la derrota.
Decepción.
Decidí ir al Palau a ver el primer partido de la
serie, aprovechando que no curraba ese día. Para mí, pocos partidos había en
Europa más atractivos que ese. ¡Cuál fue mi sorpresa al ver que a menos de
media hora del inicio el pabellón estaba vacío! ¡En Grecia eso es impensable!
Nadie en el metro con camisetas, taquillas vacías, colas en las afueras… ¡para
hacerse una foto virtual con Iniesta!,
turistas que seguro que no sabían quién era Spanoulis, etc… Si ese es el ambiente que hay en los alrededores
del Palau cuando el Barça juega en Euroleague contra el Olympiacós,
¿cómo será en partidos ACB? Quizás
el problema sea yo, lo reconozco, acostumbrado a ir a ver al Aris, no sé. ¿No fue la gente al Palau porque prefirió ir al bar a ver
el PSG-Barça que se jugaba dos horas
después? ¿No hay en Barcelona 7000 aficionados que prefieran el baloncesto al
fútbol? Iluso de mí, creía que el Palau
se llenaría. Siendo día laborable, confiaba en que la gente llegaría tarde,
pero no fallaría. Me equivoqué. El aspecto de las gradas era desolador. En la
esquina superior había un grupo de unos 30 griegos, callados, rodeados de
policías. No sé si callaban por timidez o por
contagio. Se esperaban una boda y se metieron en un entierro. Los únicos
irreductibles, los Dracs, no dejaron
de animar a pesar de que por momentos parecían peleados con Sang Culé. Los cantos de unos y de otros se confundían. En Grecia sólo
hay un grupo que canta y todo el pabellón le sigue.
El Palau era todo lo contrario a una olla
a presión. Todo lo contrario a lo que debería ser. Y eso de que en pleno Siglo
XXI vayas a reservar entrada y haya “una zona de visibilidad reducida”… ¡Qué
cutre!
El hecho de que
el Olympiacós no se presentase al
primer partido, no ayudó a mejorar las cosas. Yo esperaba que ganase el Barça sudando sangre, no dándose un
paseo militar. Spanoulis estuvo casi
toda la segunda parte sentado en el banquillo pensando en el segundo encuentro,
Printezis tuvo un pequeño susto y
pidió el cambio, Hunter fue
reservado, Lojeski estuvo errático…
Incluso Sfairópoulos parecía tomarse
el partido como una prueba para lo que vendría. Cambios y más cambios hasta que
perdió la cuenta de tiempos muertos. Ni una queja, ni un grito, ni una mala
palabra. Al contrario, susurró algo al oído de Hunter, chocó su mano e hizo jugar a Agravanis y Papapetrou,
los mejores del equipo esa noche.
Los triples
estratosféricos de Navarro y los mates
de Hezonja hicieron las delicias de
los asistentes, que vieron, en líneas generales, un buen Barça. La lesión de Oleson
cuando ya estaba todo decidido y la baja forma de Doellman, las peores noticias para los azulgranas.
Cabreo.
Todos sabíamos
que el Olympiacós no había dicho la
última palabra. Quiero pensar que Xavi
Pascual y los jugadores culés también.
El play off del año pasado contra el Madrid y la manera de ganar sus dos
últimas Euroligas nos daban la
pista. Estaba claro que los rojiblancos iban a morir con las botas puestas.
A partir del
segundo choque, Sfairópoulos se
disfrazó de Obradovic y convirtió la
serie en el play off Barça-Panathinaikós de la temporada
2010-2011. La telaraña, la lucha cuerpo a cuerpo y el barro. Los culés se
atascaron, no supieron aprovechar la enorme superioridad interior y empezaron a
mirar a los árbitros. El Olympiacós pasó
a dominarlo absolutamente todo, desde la iniciativa en la faltas tácticas hasta
el rebote. Un bloque sin fisuras
contra el que se estrellaba una y otra vez el ataque catalán. Seguí el partido
por la radio de camino al trabajo (RAC1
y Catradio) y todos coincidían en lo
mismo: el Barça era un “querer y no poder”. Sensación total de impotencia.
La euforia se
desató en Grecia, con portadas que hablaban de épica, de victoria histórica y
de eliminatoria sentenciada. Pero fueron los jugadores griegos, empezando por Spanoulis y siguiendo por Printezis, los primeros en frenar dicha
euforia. Y Sfairópoulos, claro, un
entrenador modesto y trabajador donde los haya que no se deja llevar por las
olas.
El Barça pudo ganar los dos partidos de El Pireo. ¿Por qué no lo hizo?
- Porque el Olympiacós jugó con una mentalidad de
hierro y el Barça no.
- Porque el Olympiacós jugó con más dureza. En
momentos clave, el Barça se mostró
blando. La pésima defensa de Justin
Doellman en el poste bajo nos sirve de ejemplo práctico.
- Porque el Olympiacós sigue teniendo tíos, no
muchachos. Profesionales que nunca se rinden y a los que no les tiembla el
pulso en estos partidos. No importa si se llaman Pero Antic, Kyle Hines, Vasilis Spanoulis o Giorgos Printezis. El Barça sólo tiene un jugador así y todos
sabemos quien es y cómo está físicamente.
- Porque el
público empujó como tiene que hacerlo. La comunión entre la afición y el equipo
rojiblanco fue perfecta. El pabellón lleno hasta la bandera desde una hora
antes de los partidos, como debe ser.
No hablo de
táctica porque en estos partidos hay ciertas cosas que pesan más. Que si Pascual sentó a Lampe en el tercer encuentro, que si marginó a Hezonja y a Abrines… Al Barça le flaquearon las fuerzas en el
peor momento y el Olympiacós
mentalmente se lo comió. Esa bola que pierde Tomic acaba convertida en una liebre perseguida por cinco galgos.
No hablo de los
árbitros, que pitaron claramente a favor del Olympiacós en el cuarto partido, porque a pesar de ese factor, los
griegos ganaron merecidamente. Vencer tres partidos seguidos en poco más de una
semana al Barcelona no es fruto de
la casualidad ni de los robos arbitrales. Si como todos dicen, “en Grecia
siempre pasa igual”, la plantilla debería estar preparada mentalmente para eso.
Demasiadas miradas y muchos aspavientos.
Para impresionar
al rival e “intimidar” a los árbitros, lo primero es llenar el campo. No puedes
pretender llegar lejos si no sacas ventaja del factor cancha. Me niego a pensar
que haya tan pocos aficionados al baloncesto en Barcelona. Quizás las
respuestas al desarraigo haya que buscarlas en una plantilla llena de jugadores
de quita y pon, que hoy están en el Barça
y mañana en otro club.
Hay mucha
calidad en ese vestuario, pero pocos jugadores de la casa que se identifiquen
con el club, con la ciudad y la historia de la camiseta. Tampoco hay
extranjeros en la plantilla con la personalidad y el carisma de Bodiroga o Jasikevicius, y si me apuras de Lakovic, Basile o Fucka. Todo lo contrario de lo que
sucede en el Olympiacós, que mezcla
canteranos, nacionales implicados con la causa y extranjeros luchadores.
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