jueves, 6 de noviembre de 2014

El comienzo de una nueva era: la temporada 1988-1989 (I).



Mike Jones y Edgar Jones.


La liga griega evolucionó enormemente en la década de los 80. La aparición de Nikos Galis en el 79 marcó un antes y un después, pero también la presencia de Panagiotis Giannakis, Panagiotis Fasoulas, Fanis Christodoulou, Minas Gekos, Leuteris Kakiousis, Liberis Andritsos, Nikos Filipou y demás. Junto a los griego-americanos y griego-canadienses (David Stergakos, Kirk Vidas, George Papadakos, John Korfas, Tom Kappos, Albert Mallax…), que ayudaron a subir el nivel del campeonato, llegaron los primeros extranjeros. Aunque sólo podían jugar en Europa, muchos se ganaron el cariño del público (Bane Prelevic, Delaney Rudd, David Ancrum...).

Los últimos tres años de la década supusieron un salto hacia arriba extraordinario. Las tardes europeas de los jueves y los derbies de Salónica eran vistos por todo el país, pero fue el Eurobasket de Atenas el que provocó la eclosión definitiva del deporte de la canasta en Grecia. Nunca un torneo supuso tanto. Al margen de la victoria pura y dura, pasando por encima de soviéticos, franceses o yugoslavos, aquello marcó el inicio del boom. Televisiones, prensa, patrocinadores, aficionados y empresarios se volcaron con el baloncesto. Aunque en Atenas se seguían también los calientes clásicos de Salónica y los partidos del Aris en la Copa de Europa, fue la selección la que unió definitivamente a las hinchadas de todos los equipos. Un equipo formado en su mayoría por jugadores del norte que unificó el país, dirigido desde el banquillo por Kostas Politis, del Panathinaikós de toda la vida. Aquel era el equipo de todos.

Greg Wiltjer y Dany Vranes.

El Aris de Galis y Giannakis se clasificó para la primera Final Four en la temporada siguiente, confirmando la buena salud del deporte en Grecia. El baloncesto daba audiencia, salía rentable, era vistoso. Pero el negocio se podía explotar más y mejor.

Fuera de las fronteras, el nivel de los equipos bajaba notablemente. Sólo el Aris cumplía, llegando a las tres primeras Final Four de manera consecutiva. 

Cuatro equipos jugaban la Copa Korac y uno la Recopa. Las plazas solían repartírselas el PAOK, el AEK, el Panathinaikós, el Olympiacós, el Panionios y el Iraklís (más adelante entraría el Peristeri entre los elegidos). Hasta la temporada que nos ocupa, la no presencia de extranjeros en las competiciones domésticas perjudicó en lugar de beneficiar. La mayoría de americanos que llegaba para jugar en Grecia, no jugaba en equipo. Los partidos ligueros se planteaban de manera totalmente diferente a los europeos. Los extranjeros solían hacer muy buenos números con malos porcentajes y no se mezclaban demasiado con el grupo. Su mentalidad era totalmente distinta, porque sólo buscaban ganarse el derecho a volver a la NBA. Jugaban un partido cada quince días -todos los minutos, eso sí- y en cuanto el equipo quedaba eliminado, volvían a su tierra. Los equipos jugaban dos baloncestos distintos, uno entre semana y otro en fin de semana. Uno más rápido y menos defensivo, y otro extremadamente táctico, muy de pizarra y defensas zonales. Había equipos que dependían en exceso del rendimiento de sus extranjeros.

David Ancrum.

Antes de 1988 llegaron a Grecia americanos míticos que lograron hacerse un hueco en el corazón de los aficionados, sobretodo por su espectacularidad (Howard McNeil, David Ancrum, George Wenzell, Alvin Roberts, Bill Varner, Dean Tolson, David Thompson…) pero duraban muy poco porque a veces la trayectoria de los equipos en la Korac se reducía a dos, cuatro, seis u ocho partidos.

Si se quería ser más competitivo en Europa y mejorar el espectáculo, la liga debía permitir la llegada de extranjeros. No olvidemos que desde mediados de los 80 la gente en Grecia empieza a seguir la NBA. ¿Por qué no tentar a jugadores o ex jugadores de la mejor liga del mundo? Negar tal posibilidad era absurdo porque el interés seguía en aumento. 

Remontémonos pues a la temporada 1988-1989: la liga griega da un paso adelante fundamental y permite la incorporación de un extranjero por equipo.

El Aris había logrado el doblete en la temporada 87-88 y había llegado a la primera Final Four. Eran tiempos del llamado Imperio, porque los amarillos de Ioannidis lo ganaban casi todo en Grecia.

El AEK de Atenas perdió la final de la Copa 87-88 por 84-71  contra los tesalonicenses, pero selló su clasificación para la Recopa de Europa de la temporada siguiente.

Los representantes en la Copa Korac serían el PAOK, el Panathinaikós, el Panionios y el Olympiacós.

Vasilis Lanés y Kresimir Cosic.

La posibilidad de traer un extranjero hacía mucho más atractivo todo. Los clubes cruzaron el charco en busca de americanos que pudieran marcar las diferencias. Papel importante aquel verano tuvieron los presidentes de los clubs, quienes estaban dispuestos a gastar dinero y que tenían el poder absoluto de los mismos. Además, la mayoría de los entrenadores conocía el mercado americano por haber vivido allí o haber pasado por algún campus de verano (Newman, Cosic, Giatzoglou, Kyritsis…) Evidentemente, el hecho de que los magnates lo dominaran todo, acabó corrompiéndolos. Nikos Bezirtzís (PAOK), Akis Michailidis (Aris) y Kostas Chaitoglou (Iraklís) eran los padrinos del norte, mientras que en el sur eran Giorgos Koskotás (Olympiacós), Abrahan Movsesián (Panionios), Pablos Giannakópoulos (Panathinaikós) y el recién llegado Makis Psomiadis (AEK) los que movían los hilos. De los citados, más de la mitad acabaron teniendo problemas con la justicia –alguno acabó en la trena- o estuvieron mezclados en asuntos turbios de diversa índole. Como veremos más abajo, hacían y deshacían a su antojo, llegando a actuar en ocasiones como verdaderos mafiosos. A su lado, Ioannidis era una hermanita de la caridad.

Newman y su presidente Nikos Beritzís de celebración.

Sin duda, el verano del 88 fue entretenidísimo en Grecia. 

Al Panathinaikós llegó Edgar Jones, matador del concurso de la NBA de 1984. Fue el primer gran fichaje de la familia Giannakópoulos, que gestionaba las secciones del club verde desde 1987. Pasarían todavía unos años hasta que tomasen las riendas definitivas del club.

Aunque llegó al PAO con 32 años y con las rodillas castigadas, Jones jugó dos grandes temporadas en Atenas. Edgar había jugado en cuatro equipos de la NBA nada menos (New Jersey, Detroit, San Antonio y Cleveland), anotando más de 9 puntos y 4,8 rebotes en 363 partidos. La temporada 87/88 el Helicóptero promedió más de 30 puntos y 9,5 rebotes en el Nyon suizo (en su último partido allí metió 52 tantos). Aterrizó en Grecia el mismo día que Dany Vranes y por las mismas fechas el PAOK anunció el fichaje de Mike Jones. Sorprendentemente, Edgar Jones se adaptó de inmediato, participando ya en algunos amistosos en Turquía. 

Su debut oficial se produjo en el Tafos tou Indoú el 15 de octubre contra el Patras (victoria 114-93 con 23 puntos y 10 rebotes del americano). Mark Petway, la estrella visitante, se fue hasta los 31.

Edgar Jones era un pívot de 2,08 acostumbrado a jugar dentro de la zona. Sin embargo, en Grecia tendió a alejarse del aro cada vez más, convirtiéndose en un triplista nada despreciable. Que las defensas fuesen tan cerradas y, según confiesa él mismo, “que los árbitros griegos no pitasen faltas en la zona”, lo echaron de la pintura.



En la temporada que nos ocupa, el americano anotó 24,1 puntos de media, 11,9 rebotes y 2,1 tapones. Se convirtió en el ídolo de la afición verde a pesar de no conseguir títulos. A parte de sus mates, todos recuerdan su peculiar manera de lanzar los tiros libres, siempre desde una esquina de la línea. Al parecer, tuvo una racha malísima de tiros libres y decidió cambiar el estilo (acabó con un 80%). 

El segundo año hizo mejores números: 27,5 puntos en 28 partidos, 14,5 rebotes y 2 tapones, a pesar de que el nuevo entrenador, Christos Iordanidis, era reacio a que Edgar jugase por fuera. Sin embargo, no corrían buenos tiempos en la entidad y el equipo bajó a la quinta plaza. En la Korac, el PAO quedó eliminado en la segunda fase por el Pallacanestro Varese el primer año, mientras que el segundo fue todavía peor, cayendo a las primeras de cambio contra el Hapoel Holon.

Jones en el Tafos tou Idoú contra el Olympiacós.

Jugó algunos partidos con el Peñas Huesca tras su paso por el Panathinaikós. El Aris lo repescó en la temporada 91/92, ya con 35 años, para sustituir a Walter Berry. Consiguió ganar la Copa de Grecia con los amarillos. Llegó al Imperio demasiado tarde.


Al Panionios llegó Mark Landsberger, jugador de 2,03 que tanto podía jugar de ala-pívot como de cinco pese a su poca estatura. El rubio llegaba con el aureola de haber jugado tres años con los Chicago Bulls, otros tres con los Lakers del show time (1980-1983) y uno con los Atlanta Hawks. Sin duda, compartir cancha con Artis Gillmore, Magic Johnson o Kareem Abdul-Jabbar le marcó muchísimo. 437 partidos con un promedio de 5,6 puntos y 6,1 rebotes por partido fueron el balance de su paso por la NBA, amén de dos títulos, que no está nada mal. Para quien no lo sepa, es uno de los laguneros -el rubio- que intenta parar a Julius Erving en su famosísima canasta a una mano y a aro pasado

Entre 1984 y 1988 dejó la NBA y jugó con el Fulgor Libertas Forli de Italia.

Hacia el final de aquel trepidante verano, las gestiones del presidente Abraham Movsesián dieron sus frutos y se acordó el fichaje. Aunque Landsberger no era tan espectacular como otros y llegó veterano (33 años cumplidos), sus dos anillos de la NBA lo avalaban. Físicamente no estaba en el mejor momento de su carrera, pero conocía el juego como nadie y tenía una capacidad increíble para capturar rebotes. No en vano, mantiene el récord de rebotes en un partido de liga con 31, cogidos contra el Olympiacós el 28 de enero del 89. La temporada siguiente llegó a capturar 34 vistiendo la camiseta del Montecatini Terme en un encuentro contra el Sassari, que también es el récord de aquel país. El pívot dice que para coger un rebote no es tan importante la capacidad de salto como la intuición, la colocación y la posición del cuerpo.

Vlado Djurovic dando instrucciones al pívot.

Landsberger se comportó como un auténtico profesional y todavía hoy habla muy bien de Grecia y de aquella época. Quizás porque como reconoce: “me pagaron bien y al día. Nunca hubo problemas en eso. El único equipo que me escatimó dinero fue el Collado Villalba de España” (allí jugó la temporada 91/92). 

El americano acabó cogiendo 18 rebotes por partido en su única temporada en Grecia. El Panionios logró una meritoria tercera plaza en la liga y en la Copa cayó en cuartos de final contra el AEK. En la Copa Korac, los de Nea Smirni quedaron eliminados en la primera ronda por el Smelt Olimpija, a pesar de ganar en casa por 88-73. En Ljubljana se impusieron los eslovenos por 97-78. En 19 partidos con el Panionios, Mark Landsberger, a parte de los 18 rebotes citados, anotó una media de 18,7 puntos. A pesar de ser un hombre interior, metió 29 triples de 68 intentos.

Portada de la revista Triponto de marzo del 89.

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