En Grecia la
cosa va de lío en lío. Para variar, el último derby entre el Panathinaikós y el Olympiacós acabó en polémica. Un gesto poco afortunado de Spanoulis encolerizó a los aficionados
verdes del OAKA y sacó de sus
casillas a Dimitris Giannakopoulos,
el propietario del club.
El capitán
rojiblanco “hizo un Riquelme” tras un
triple, gesto que ya había realizado en el SEF,
su casa, un día de remontada, y el público local se cabreó. Hubo un amago de
invasión y cayeron objetos al banquillo desde la grada durante un tiempo
muerto, y el partido se paró unos minutos. El choque pudo terminarse y acabó
con la victoria del Olympiacós por
66-77.
El jaleo
continuó en los vestuarios, donde Dimitris
Giannakopoulos insultó gravemente a Spanoulis.
La Federación
sancionó al PAO con una multa de
38.500€ y tres partidos a puerta cerrada, y a Spanoulis con una de 400€.
Mi opinión
personal del asunto es que ni el gesto de Spanoulis
fue para tanto, ni el lanzamiento de objetos y amago de invasión tampoco. Claro
que Spanoulis debe entender que no
se trata sólo del gesto, sino de lo que significa para el máximo rival que lo
haga un jugador como él, ex-verde que ha hecho del Olympiacós el mejor equipo de Europa dos veces. Vasilis se humanizó y reaccionó como lo hacía Petrovic en territorio hostil, tocándose las orejas en lugar de
levantando el puño, pero nada que ver con la reacción de Bodiroga en el SEF cuando “le devolvió” al público la
botella que le había lanzado, por ejemplo. Podría haber sido peor.
En cuanto a la
reacción del público, fue suave en comparación a otras veces, si bien es cierto
que el Olympiacós echó a correr en
cuanto cayó el primer mechero y la policía no dio opción a que la cosa fuera a
más. Además, se pudo jugar el último minuto y pico, hecho que en otras ocasiones
no se había producido.
Sobre Dimitris Giannakopoulos queda poco que
decir. Su reacción, por enésima vez, fue desproporcionada y perjudicial para el
club. No será la última.
A raíz de lo
sucedido, me surgen dos dilemas sobre los cuales me cuesta definirme:
1) ¿Debe un
deportista no mostrar su euforia en pista ajena para evitar posibles
“represalias”? Sí, ya sé que dependiendo del país la cosa cambia. En España
sería impensable que la policía tuviese que acordonar la casa de Rudy Fernández por levantar el puño en
el Palau o por dirigirse a la grada,
¿no? ¿Quizás en Grecia se está “futbolizando” demasiado el baloncesto?
¿Consideráis el gesto de Spanoulis
una provocación? ¿Tiene que aguantar un profesional que toda la grada le
insulte a él y a su mujer durante más de dos horas?
2) ¿Qué haríais
si pertenecierais a un club presidido por alguien como Dimitris Giannakopoulos?
De buenas a primeras, podríamos pensar que lo mejor sería echarlo. Eso es
imposible. Tiene el poder absoluto, porque es el que paga. Si se marcha él, el PAO deja de estar en la élite. Sí, ya
sé que la masa social del conjunto de Atenas es muy grande, pero me temo que en
cuanto el nivel del equipo empezase a bajar, muchos aficionados “emigrarían”.
Es muy fácil hablar desde un sofá o en una cafetería, pero los que ponen la
pasta en el baloncesto son la familia Giannakopoulos,
ninguna otra. Lo peor de este poder absoluto es que no hay oposición. Nadie se
atreve a discutir las decisiones de Dimitris
Giannakopoulos. Se critica con la boca pequeña e incluso con miedo.
El positivo de Gist y el adiós de Ivanovic.
Desde la
consecución de la Copa, al Panathinaikós todo le está saliendo
mal. Costó ganarla casi tanto dentro como fuera de la cancha, pero al final se
consiguió. Nada hacía pensar que a partir de ahí el equipo caería en barrena,
empezando por el positivo por marihuana de James
Gist en la final de la Copa contra el Apolonas Patras. El PAO solicitó el contraanálisis, que
volvió a dar positivo, con lo que el jugador, que había renovado por dos
temporadas más no hace mucho, puede darse por despedido. Además, Gist es reincidente porque ya dio
positivo en el Partizan años atrás.
La ausencia del americano en el tramo final de la liga, se me antoja
fundamental. Contra el Olympiacós se
notó muchísimo que Gist no estaba.
Sobre la
destitución de Ivanovic, para mí
injusta e incomprensible, deberíamos volver a hablar de la “futbolización”. Dimitris Giannakopoulos lleva ya casi
más entrenadores en tres años que su tío en veinte. En el banquillo verde, la
sombra de Zeljko es alargada.
Cualquiera que trate de compararse con el serbio lleva las de perder. Al
parecer, ni el propietario ni la afición lo tienen claro.
Dusko Ivanovic ha pagado una mala Euroleague, en la que ha acabado con
más derrotas que victorias, y dos partidos perdidos contra el Olympiacós. La mala imagen en Rusia
contra el CSKA sumada a un cuarto
partido en el que hubieron algunos pitos, hubieran quedado en el olvido de no
ser por la última derrota en casa contra el equipo de El Pireo. Pero como el
banquillo del OAKA es, de un tiempo
a esta parte, una silla eléctrica, Dusko
ha sido fulminado.
Analizándolo
fríamente, el PAO este año no tenía
plantilla para llegar más lejos en Europa de donde ha llegado, ha ganado la Copa
y peleará la liga hasta el final con desventaja de campo, más o menos como cada
año. Lo que sí es criticable de Dusko
es que se haya equivocado con algunos jugadores. Los interiores Wright, Nelson y Lawal le han salido rana o no ha sabido sacarles
provecho. Slaughter está siendo
demasiado irregular y Blums juega
muy poco. Los únicos extranjeros que han rendido como se esperaba han sido Gist, que ya estaba el año pasado, y el
uruguayo Batista. Muy poco.
Con Argyris Pedoulakis, que ganó la liga y la Copa,
se tuvo más paciencia que con Dusko
Ivanovic, pero se le criticó duramente por no dar oportunidades a los
jugadores jóvenes, algo que precisamente sí ha hecho Dusko. La explosión de Pappás,
la mayor solidez de Giankobits, la
titularidad del júnior Charalampopoulos,
los minutos de Lountzis y la
aportación cada vez mayor de la dupla Papagiannis/Diamantakos es mérito del montenegrino
y de su equipo técnico. Pero tanto la afición como Dimitris Giannakopoulos
deberían haber entendido que los resultados no iban a ser inmediatos. El equipo
sigue apoyándose, no sé si demasiado, en la sabiduría de Diamantidis y el trabajo de Fotsis,
que están en sus últimos años. Entre los citados y la generación más joven se
encuentran Pappás y Giankobits, de la generación Papanikolaou, Sloukas, Mantzaris, que
con Ivanovic han gozado de la
continuidad que no habían tenido antes.
En el PAO hay una extraordinaria base
nacional con la que trabajar, incluso si se retiran Diamantidis y Fotsis,
pero falta paciencia. No entiendo el porqué, ya que incluso en época de
transición los verdes han seguido ganando títulos. Eso sí, hay que afinar en
los fichajes foráneos, porque últimamente se están cubriendo de gloria. Si se
corrige ese aspecto, el PAO volverá
a estar arriba en dos o tres años.
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