viernes, 17 de octubre de 2014

La Segunda Dinastía Roja I (Olympiacós 1991-1997).



Zarko Paspalj y Sokratis Kókkalis.
Temporada 1991-1992: la primera piedra. El triángulo perfecto: Kókkalis, Ioannidis y Paspalj.

Con la llegada del magnate Sokratis Kókkalis a la presidencia del club, empezaba la Segunda Dinastía Roja (la Primera había sido la de las 4 Copas).

La parte económica estaba cubierta. Tras varios años de oscuridad, alguien abría la luz.

Giannis Ioannidis.

Para construir el edificio, hacía falta un buen arquitecto. Giannis Ioannidis, que había quedado libre del Aris, fue el elegido. Nadie mejor que él para ejecutar el plan. Un hombre de carácter, con mucha experiencia y que había dirigido al mejor Aris de la historia.

Para edificar, Ioannidis le pidió a Kókkalis que fichase a una gran estrella y que el equipo se trasladase desde el vetusto pabellón de Papastrateio al Palacio de la Paz y de la Amistad (SEF). Estabilidad económica, un crack y una casa nueva. Todo lo demás vendría rodado. 


El SEF se inauguró en 1985, pero no era el pabellón de ninguno de los clubs de la A1 griega. En el año de su inauguración, el Real Madrid y la Cibona de Zagreb disputaron allí la final de la Copa de Europa. Dos años después, la selección de Grecia se proclamó campeona de Europa aquel verano inolvidable. También se jugó allí la final de la Recopa de 1989 entre el Madrid de Petrovic y el Snaidero de Óscar. Era el pabellón más grande del país y en él se solía jugar la final de la Copa, alternando con el Alexandrio de Salónica u otros. También se disputaba –y se sigue disputando- el Campeonato de Grecia de atletismo en pista cubierta, puesto que cuenta con pista de tartán alrededor. 

Imagen interior del Papastrateio, temporada 88-89.
Pasar del Papastrateio al Palacio de la Paz y de la Amistad era como pasar de un campo de regional al Camp Nou o al Bernabeu.
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Zarko Paspalj fue presentado el loor de multitud (28-08-1991) como si de una estrella de cine se tratara. Llegaba con 25 años, pero con más experiencia que jugadores de 30. Lo había ganado todo con su selección y había formado parte del Partizán de la primera Final Four. A pesar de su mal año –pésimo, diría yo- en los Spurs (temporada 1989-1990), seguía teniendo cartel en Europa. Jugó de nuevo un añito en la agitada Belgrado y cruzó la frontera para convertirse en el jugador franquicia del revolucionario proyecto rojiblanco.  

Cartel anunciando la presentación de Paspalj.

“I travelled together with Zarko and his wife Milka. Not even he knew what was in store for him. In the old Athens airport, in the Glifada area, thousands of fans were awaiting their new idol. The famous trumpet with the well-known melody of the Olympiacos fans welcomed the new star. The official act was also spectacular. Without scoring a single point or even wearing the jersey, Paspalj was already a superstar. (Vladimir Stankovic).

Pero para acompañar al alero, hacían falta otros jugadores de calidad. Si se pretendía destronar a los equipos de Salónica, no era suficiente sólo con Paspalj

Se profesionalizó la sección y se empezó a trabajar desde la base, aunque el plus de nivel lo pondrían los balcánicos. Muchos jugadores de la antigua Yugoslavia venían de gira con sus equipos y, si interesaban, se les ofrecía quedarse a prueba unos días. Los jóvenes Milan Tomic y Dragan Tarlac destacaron sobre los demás, aunque para fichar debían hacerse griegos. Bodiroga se escapó por poco.

Ioannidis no rompió de golpe el bloque que ya existía, en parte porque los yugoeslavos todavía no podían jugar. Había un grupo de jugadores nacionales de clase media que se mantuvieron en el equipo, como el inmortal Argyris Kambouris, los bases Vangelis Angelou y Stelios Elliniadis (fotos), el joven Giorgos Sigalas o el pívot griego-canadiense George Papadakis


En nada se pasó de una triste octava plaza en la temporada 90-91 a pelear por el título. Para tipos como Sigalas (desde 1981 vinculado al club), Kambouris (desde 1978, con un paréntesis en la temporada 80-81), Papadakos, Angelou, Elliniadis (los tres habían llegado en 1988), Ilías Karambasis (formado en Estados Unidos, en el club desde 1986) o Jims Maniatis (griego-americano en el club desde 1983), que venían de una larga travesía en el desierto, aquello supuso un plus de adrenalina notable. 

El equipo necesitaba estabilidad y firmeza en el banquillo. Mano dura, si se me permite. Ioannidis impuso sus ideas, basadas en la disciplina y el orden. Rodeó a la superestrella de albañiles y empezó a buscar en el mercado promesas que harían crecer al club. Además, el entrenador sabía moverse entre las altas esferas. No en vano, llevaba años haciendo y deshaciendo a su antojo en Salónica. Había dirigido también a la selección y conocía la manera de hacer de los miembros de la federación.


Argyris Kambouris. 

Argyris Kambouris era el capitán. Con 29 años parecía un abuelo, pero es que llevaba en primera línea de fuego desde el 78. Era un pívot de otra época, resultón, pero no un primer espada. Fue el único representante del Olympiacós en el Mundobasket 86 de España y en el Eurobasket de Atenas de 1987, donde metió los dos tiros libres decisivos en la final. 

Tampoco el resto de sus compañeros eran primeros espadas. Angelou y Elliniadis se alternaban en el puesto de base, pero ninguno era internacional. Karatzás, Maniatis, Sigalas, Stamatis, Papadakis, Moraitis, etc… aportaban su granito de arena, aunque ninguno era un anotador nato.

La llegada de los jóvenes yugoslavos hizo espabilar a los nacionales que había en la plantilla. Los chavales estaban hechos de otra pasta. Eran los más competitivos y le ponían más pasión y ganas que nadie. Tenían carácter. Lo habían dejado todo y procedían de la mejor escuela europea, la balcánica. Habían sido educados en el deporte de la canasta y aterrizaban decididos.

Milan Tomic jugó un año en el Radnicki de Belgrado antes de probar por los del Pireo. Dragan Tarlac, pívot de 2,11, había empezado su carrera en el Voljvodina, y de ahí pasó al Estrella Roja, donde jugó entre 1990 y 1992. Franko Nakic, el tercero en discordia, empezó su carrera profesional en el Olympiacós. Su historia difiere de la de los dos anteriores, puesto que era el hijo del entrenador del equipo de waterpolo del club rojiblanco, Mile Nakic.

Milan Tomic.

Milan Tomic, base de 1,90, muy cerebral y físicamente débil, llegó con 18 años al Pireo. Inmediatamente, Ioannidis se vio reflejado en él. Mostraba un gran conocimiento del juego y era puro genio. Debía convertirse en la prolongación del coach en la cancha. ¡La de broncas que se llevaría el flaco a partir de entonces!

Dicen que Ioannidis se decantó por Tarlac un día que en las pruebas dejó tirados a todos sus compañeros en un sprint. Un 2,11 dejando tirados a hombres de 1,80. En una de estas pruebas, el Rubio no supo ver el talento de un jovenzuelo llamado Dejan Bodiroga y lo dejó escapar –acabó en el Stefanel-.

Dragan Tarlac.

Dragan Tarlac era el pívot fuerte y con fundamentos que hacía tiempo que el Olympiacós buscaba. Por fin un interior que podía anotar con relativa facilidad. Creaba espacios en la zona y jugaba de espaldas aprovechando su amplitud de hombros.

La política de nacionalizaciones express acabó yéndose de las manos. Todos los equipos contaban con yugoeslavos nacionalizados. Además de los dos citados, Ioannidis logró hacerse con los servicios de los rusos Anatoly Zourpenko y Sergey Savrasenko, basándose en sus supuestos orígenes griegos. Dos proyectos de futuro que llegaron con apenas 16 años y que no formarían parte de la plantilla profesional hasta 1995.
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En los tiempos previos al Palacio de la Paz y de la Amistad, a ver al Olympiacós no iba nadie. Los equipos de Salónica, el AEK, el Panionios y el Panathinaikós casi siempre estuvieron por delante de los rojillos durante la “crisis”. Al Papastrateio, hoy en estado de semi abandono, acudían del orden de los 300 o 400 aficionados por partido como mucho.

Quinteto de la temporada 88-89. Scarey, Angelou, Middleton, Kambouris, Maniatis.

Los americanos (no griego-americanos ni griego-canadienses), que eran los que debían ayudar a dar el salto de calidad necesario, o eran problemáticos fuera de la cancha o jugaban de manera anárquica y no se adaptaban. Por el banquillo pasaron varios entrenadores de la casa, sin que ninguno llegase a cuajar. Giorgos Barlás fue el que más tiempo se sentó en el banquillo, cuatro temporadas entre 1979 y 1983.

Giorgos Sigalas, Rambo.

Giorgos Sigalas era la gran esperanza roja. En el club desde los 10 años, fue cedido un año al Papagou, para volver la temporada siguiente, la 90-91. Logró afianzarse.

El impacto que causó la llegada del montenegrino Zarko Paspalj fue enorme. No es que el Olympiacós viniera de de varios años de sequía: era un auténtico solar. El último título databa de 1980 (Copa de Grecia). En liga, a excepción de un subcampeonato en 1986, no había pasado del quinto puesto desde 1981.

En el primer partido de la temporada 1991-1992 se vendieron más entradas que en todo el curso anterior. Los pireotas, que llevaban casi 15 años a la deriva, atracaban en el puerto de la mejor manera. Los años de sequía y de malos resultados terminaban de un día para otro, de sopetón.

Aunque la primera experiencia de Paspalj en el extranjero no había salido bien, el Olympiacós decidió coger el riesgo –tenía fama de ser algo pasota y poco trabajador-.
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La temporada 1991-1992 fue bastante convulsa y estuvo marcada por los problemas con la PSAK, que organizaba la liga profesional por primera vez (hasta entonces lo había hecho la Federación). A mitad de la primera vuelta, los profesionales griegos se pusieron en huelga y, durante tres jornadas, fueron los juniors quienes jugaron, junto a los extranjeros. Aquella temporada marcaría el inicio de la Dinastía a pesar de no ganar títulos. 

Los aficionados rojiblancos se ilusionaron con el equipo cuando el Olympiacós derrotó al PAOK poco antes del comienzo de la liga. ¡Si estarían mal las cosas y sería tanta el hambre de la gente, que se celebraban las victorias en los amistosos!

En el debut liguero el Olympiacós no podía tener un rival más difícil: el Aris de Salónica. El Aris, que llevaba 7 ligas seguidas, se las veía ante su ex entrenador, su mentor, su arquitecto. 12.000 espectadores se acercaron a ver el choque, y eso que no jugaba Galis -aunque sí un tal Walter Berry-. Los locales se impusieron por 67-59 y se desató la euforia. 

El equipo, puesto que no jugaba competición europea, pudo centrarse en la liga y en la Copa. En la liga regular, el Olympiacós acabó empatado a victorias con el Aris (18-4), ambos por detrás del PAOK (20-2). El cuarto equipo en meterse en la liguilla final de cuatro equipos fue el AEK de Atenas. Las derrotas en la fase regular contaban, y el Aris fue el mayor perjudicado porque arrastraba una imprevista contra el AEK.

En la liguilla, el Olympiacós se impuso en el Pireo por 78-75 y perdió en Salónica por 87-76. Tanto el Aris como el AEK quedaron descolgados, y la final se la jugarían los otros dos. 


El rival en la final de la liga fue el PAOK de Prelevic, Korfas, Fasoulas e Ivkovic. Curiosamente, los dos últimos acabarían siendo piezas muy importantes de la Dinastía Roja. Los de Salónica eran un equipo más hecho. El grupo llevaba varios años jugando junto y había ganado la Recopa el año anterior. Fue la primera y única liga de la dinastía bicéfala, conseguida en plena madurez.

Al contar los resultados anteriores, el PAOK se presentaba con ventaja de 3-1, ya que había ganado los dos choques de la fase regular. Los blanquinegros no desaprovecharon la oportunidad y, en el primer envite en el Pireo, ganaron con autoridad (82-97), terminando la serie 4-1.
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El Panathinaikós fue la sorpresa negativa de la temporada. Acabó octavo en la liga y fuera de Europa. El peor resultado en 45 años. Los hermanos Giannakopoulos tomarían las riendas de la entidad la temporada siguiente para dar un giro de 180 grados.
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Zarko Paspalj fue el máximo anotador de la liga con 33,7 puntos de media, desplazando a Nikos Galis, que llevaba 11 temporadas consecutivas siéndolo. ¡Estamos hablando de que el montenegrino metió el 40% de los puntos de su equipo!

El alero superó con creces las expectativas creadas y se convirtió en el jugador de moda. Pese a la eterna apariencia de hombre cansado y algo pasota, las metía de todos los colores. No había treses en Grecia capaces de pararle. Era técnico, alto y zurdo, lo suficientemente hábil para deshacerse de sus rivales incluso por velocidad. Era el anotador compulsivo que todo equipo quisiera. Los balones siempre acababan en sus manos en ataque. Con los años iría perdiendo velocidad y capacidad atlética, buscando situaciones más cercanas al aro, pero en 1991 el montenegrino las enchufaba desde todas partes. Y era casi infalible en los tiros libres.

Destaco el temporadón de Paspalj, porque si comparamos plantillas, la del Olympiacós no era de las mejores. El Aris seguía con Galis, Giannakis y compañía, el Panionios de los Christodoulou era muy fuerte, el AEK de Patavoukas… Incluso el PAO del batacazo, con Antonio Davis de gran estrella, tenía un equipo notable con Gekos, Papapetrou, Stergakos y los jóvenes Alvertis y Ekonomou. Hubo partidos que los ganó el montenegrino prácticamente solito. Greg Brooks, el americano que debía descargar la responsabilidad ofensiva, no dejó huella en El Pireo.
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En la Copa, el Aris fue superior en Salónica en los cuartos de final y se impuso por 121-95. A pesar de no haber ganado ningún título, la regeneración era un hecho. Podríamos hablar casi de una refundación. El primer paso, tal vez el más importante, ya se había dado.

Temporada 1992-1993: la primera liga. La dupla Paspalj-Berry y las oportunidades perdidas.

 
El Panathinaikós, tras una temporada anterior nefasta, tiró la casa por la ventana en verano. Los verdes de los hermanos Giannakopoulos se hicieron con los servicios de Nikos Galis, Arijan Komazec, Stojan Vrankovic y Titt Sokk, nada menos, y se trasladaron del mítico Tafos tou Indoú al pabellón de Glyfada. El PAOK, con la mirada puesta en la Final Four del Pireo, se reforzó con Cliff Levingston, el Aris con Roy Tarpley y el Panionios del coach Vlado Jurovic con Boban Jankovic y PJ Brown.

Ioannidis confiaba en sus jóvenes promesas. Tomic y Tarlac serían titulares, además de Sigalas, convertido en el mejor defensor del equipo. Karatzás y Angelou no siguieron, y Jims Maniatis se retiró y pasó a ser el asistente de Ioannidis. Había que buscar jugadores pequeños solventes e interiores más fuertes. Además, el Olympiacós necesitaba otro anotador como el comer.

Franko Nakic.
Franko Nakic, alero de 2,04, era físicamente muy fuerte, pero estaba por hacer. Hijo de un conocido jugador y entrenador de waterpolo croata, firmó con el primer equipo en 1992. Jugaba tanto por fuera como por dentro de la zona, aprovechando su corpulencia. Podía correr y tenía buena mano. Su versatilidad lo convertía en un tipo de jugador que no se veía entonces en Grecia. Ocupaba una posición generalmente reservada para los americanos.

Nakic iría entrando poco a poco, porque no estaba tan preparado como Tarlac y Tomic. Llegaron Kostas Moraitis y Giorgos Limniatis, que junto a Sigalas habían sido subcampeones de Europa en categorías inferiores con Grecia.

Había mucha juventud en aquella plantilla, que contaba con Tomic (19 años), Sigalas (21 años), Tarlac (19 años), Nakic (19 años), Limniatis (21 años), Moraitis (22 años) y Belis (19 años).

En septiembre, el Olympiacós seguía sin haber fichado a ningún extranjero que pudiera ayudar a Paspalj. Tom Gugliotta, número 6 en el Draft, era el bombazo que tenía preparado Kókkalis. Incluso viajó a Grecia, pero no firmó el contrato. Se fue a los Bullets e inició allí una larga carrera en la NBA.

Entonces llegó Rod Higins, un 2,01 con mucha experiencia en la NBA, que podía jugar de pívot pese a su altura. Ioannidis reconoció años más tarde que había sido uno de los fichajes que a priori menos le convencía. 

Fue mejorando poco a poco, pero estuvo desubicado. No era una estrella, que era lo que los aficionados esperaban, sino un jugador más del roster. Ayudó en defensa, pero en ataque no era el hombre que el entrenador buscaba. Flojo en la media distancia, era demasiado pequeño para aportar puntos. No era un anotador y Paspalj volvía a acapararlo todo. El Olympiacós no dudó en deshacerse de él cuando llegó una oferta de los Sacramento Kings, donde anotaría 8,3 puntos de media aquel año. Higins se marchó antes del comienzo de la fase de grupos de la Euroliga, y llegó Walter Berry, The Truth. Ver jugar juntos aquel curso a Zarko y Walter, una pasada. 


Al principio de la temporada, había que resolver el problema de las nacionalidades, porque con Rod Higins y Zarko Paspalj el Olympiacós sumaba cinco extranjeros (y los que vendrían). Para poder jugar, Nakic, Tomic y Tarlac tuvieron que nacionalizarse griegos, renunciando además a jugar con su selección nacional. El pívot todavía tuvo tiempo de representar a su país años después, una vez que la FIBA levantó la absurda prohibición.
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En la liga, las cosas empezaron de la peor manera, cayendo en el debut frente al Dafni (105-103) tras una prórroga. Sin embargo, nunca se descolgó de la zona alta, donde 5 equipos estuvieron muy parejos todo el año. 

Acabó en cuarta posición con un balance de 20-6, empatado con el Aris. En el Palacio sólo perdió un partido, contra el PAOK, a la postre primero de la fase regular (balance 22-4). Fuera de casa cayó derrotado contra el Panathinaikós, el PAOK, el Panionios, el Dafni y el Iraklís. Las dos victorias contra el Aris acabaron siendo fundamentales, aunque el camino hacia la final no iba a ser fácil.
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Cuatro derrotas seguidas en Europa (Bayer Leverkusen, Real Madrid, Pau Orthez y Zadar) dejaron el balance en 1 victoria y 4 derrotas. El debut en la máxima competición continental no podía ir peor. Sin embargo, el equipo reaccionó a tiempo, logrando 5 victorias en los siguientes 6 partidos, sellando su pase a los cruces.


El Olympiacós debía enfrentarse al incómodo Limoges con desventaja de campo. Además, debido a los altercados que se produjeron en el SEF el día del Madrid –lanzamiento de dracmas, básicamente-, no podía jugar allí. En Patras, donde ya se había enfrentado al Zadar en fase de grupos, logró ponerse por delante en la eliminatoria al vencer con apuros por 70-67. Un triple de Young empataba el partido y contrarrestaba el inverosímil 2+1 de Paspalj en el ataque anterior. El montenegrino agarró la bola en la siguiente posesión y la clavó de tres. El lanzamiento a la desesperada de Forte no entró.

El segundo encuentro acabó con victoria francesa por 59-53, un marcador que hablaba bien a las claras de lo que había pasado. Maljkovic formó una telaraña desde el banquillo con Zdovc, Forte, Young y Dacoury. El partido fue muy trabado y la baja anotación perjudicó a los griegos. El baloncesto control elevado a la máxima potencia. 

El tercer partido siguió los mismos parámetros, llegándose a los últimos 40 segundos con empate a 58. El Olympiacós quiso apurar al máximo su posesión, pero Paspalj, al recibir un pase, pisó la línea lateral. Jure Zdovc cogió la bola y anotó a falta de 2,8 segundos, a pesar de la oposición de Paspalj. Todavía tuvo el Olympiacós la oportunidad de ganar con un tiro de Zarko sobre la bocina que no entró. El Limoges se metía así en la Final Four del Pireo. El palo para los helenos fue tremendo. Una gran oportunidad perdida.
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Tocado, el equipo perdió en liga contra el Iraklís en la última jornada y acabó cuarto. Aquel año se aplicó por primera vez el nuevo formato de los play off. No contaban los choques anteriores contra rivales directos. 

Contra el Aris, los rojillos tuvieron que jugar en Chalkida por sanción –había habido jaleo contra el Panathinaikós-, pero se impusieron por 87-81 con 44 puntos de Paspalj. Los tesalonicenses empataron la serie (78-69), pero el factor cancha decidió (77-74) y el Olympiacós se plantó en semifinales.
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A los pocos días, sin embargo, el Aris dio la campanada en la Copa y ganó la semifinal en el Palacio de la Paz (66-71). Curiosamente, la final de la Copa también se iba a jugar en El Pireo. Los de Ioannidis perdían la oportunidad de jugar dos finales en casa (Euroliga y Copa de Grecia).
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Con desventaja de campo en las semifinales, el Olympiacós hizo el break en el Alexandrio contra el PAOK a las primeras de cambio. En un partido rácano a más no poder, los visitantes vencieron por 48-57. 

Los pireotas tuvieron suficiente con ganar el segundo (62-54) y el cuarto (59-49) para clasificarse para la final. Es decir, dejaron a los campeones de liga en 48, 54 y 49 puntos. El PAOK salvó el honor imponiéndose en el tercer choque (70-64). El triunfo ante los primeros clasificados de la fase regular dio alas a un equipo tocado tras los fiascos copero y europeo. Tocado pero no hundido.

La final de la liga acabó en parodia. El PAO no se presentó a jugar el cuarto partido de la serie y el Olympiacós se proclamó campeón.


En el primer choque, los verdes se impusieron en Glyfada por 62-51. En el segundo, el Olympiacós ganó en el SEF por 89-74, mientras que en el tercero los rojillos hicieron el break (72-77). El Panathinaikós protestó por el arbitraje, puso en duda el sistema de designación y decidió no presentarse al cuarto partido.
Que no hubiera partido no significa que no se celebrase la victoria por todo lo alto. El pabellón se llenó y se organizó una gran fiesta. Era el primer título de la Segunda Dinastía Roja. La última liga databa de 1978 y el último título de 1980 (Copa). Aquí un vídeo del tercer partido y de la celebración del título días después.


Definitivamente, el Olympiacós ya formaba parte de la élite nacional y europea. Para asaltar el trono continental, se necesitaban algunos retoques. Sorprendentemente, los campeones no renovaron a Walter Berry, que firmó por el PAOK en verano. Se deshacía así la mejor pareja de extranjeros de la liga y una de las mejores que haya visto Grecia.

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