Para un deportista de élite, no es fácil decir
adiós. Cuando se acerca el inevitable momento, cuesta elegir la manera de
hacerlo.
En mi opinión, es mejor una retirada a tiempo que
años de patético declive. Ver a grandes jugadores deambulando por ahí y
cambiando de equipo cada dos por tres es bastante triste. Es inútil resistirse
al paso del tiempo. Sin embargo, aquel que sabe que se acerca su hora y se
aparta a un lado, puede hacer que su retiro no sea tan traumático. En el fondo,
es algo tan sencillo como conocer los propios límites de cada uno. Quizás me traicione mi
mentalidad europea, cierto, porque veo a muchos jugadores veteranos que asumen
con toda tranquilidad el paso del tiempo y aceptan su nuevo rol con total
naturalidad. Entienden que no es malo jugar menos. Se puede aportar al grupo desde
el banquillo y ayudar a hacer mejores a los compañeros.
Este año se van dos grandes: Dimitris Diamantidis y Kobe
Bryant. La decisión que han tomado es la misma, pero ha sido comunicada de
dos maneras totalmente distintas.
Nada tiene que ver el griego con el americano, me
diréis, pero me interesa sacarle un poco de punta al asunto porque ha llamado
mi atención.
Diamantidis y Kobe son dos estrellas que han dominado
el panorama baloncestístico los últimos 15 años, uno en Europa y el otro en la NBA. Aun siendo dos cracks del deporte
de la canasta, tienen poco que ver.
Antes de comenzar la temporada, Dimitris Diamantidis anunció en una
entrevista que al final de la temporada dejaría el baloncesto. Consciente de su
lento pero progresivo declive, Diamantidis
aceptó de buen grado la situación. Tomó una decisión valiente y difícil, pero
el de Kastoriá lo tenía claro. Como lo tuvo claro cuando dejó la Selección o cuando
afirma sin titubeos que nunca fue su objetivo jugar en la NBA. Demostró madurez.
Los problemas surgidos durante la temporada anterior,
hicieron que el capitán tuviera que jugar más de lo necesario. Empezó participando poquito en la liga para reservarse para la Euroliga, pero acabó jugando muchísimo. La
temporada se le hizo larga y el cansancio se acumuló en sus piernas. Se tomó el
verano para reflexionar y deció, en frío, que lo mejor era abandonar en 2016.
Pero ojo, el base verde anunció que se iba a final
de la temporada porque “me siento fuerte
para aguantar un año más al 100%. Quiero darlo todo este año y conseguir
títulos con el Panthinaikós”. Físicamente se siente bien, de lo contrario igual
se hubiera ido antes. Acepta su destino. No entra en su cabeza el hecho de
arrastrarse por las pistas y alargar su carrera hasta los 38 o los 39 años.
Además, Dimitris es un chico muy normal nacido en una ciudad pequeña. Ha formado su propia familia, a la que le quiere dedicar más tiempo.
Sorprende la sencillez y humildad de Diamantidis, cuando podría ir por ahí
de mega estrella después de tantos años en la élite. Siempre alejado de los
focos, nunca ha dado que hablar fuera de las canchas. Apenas ha concedido
entrevistas en todos estos años y todas sus decisiones han sido meditadas.
Incluso cuando abandonó la Selección
por sorpresa en el Mundobasket de
2010, lo tenía muy pensado.
La manera de decir adiós de Kobe Bryant ha sido totalmente distinta. No sé si premeditadamente
o no, pero al terminar un partido de liga, comunicó su decisión. A partir de
ahí, reportajes, análisis y un “poema al baloncesto”. Muy americano todo, con
muchos focos y cientos de periodistas haciéndole preguntas. Nada que ver con la
marcha del capitán verde.
Kobe, al contrario
que Dimitris, se va “haciendo
ruido”. La bomba informativa, no sé si fue un impulso o no –se lo dice a Rivers en medio del partido-, tiene una
repercusión enorme.
En mi opinión, Bryant debería haber anunciado su marcha al principio o al final de
la temporada, pero no durante la misma. No ha sabido elegir el momento. ¿Tan
poco le importa lo que le pase a la franquicia a partir de ahora?
Los Lakers
llevan varias temporadas dando pena. No me atrevo a decir hasta qué punto es
culpa de Kobe, pero está claro que
no es el que era y que todo lo que hace influye. Verle renqueante tirarse hasta
las zapatillas es poco edificante, la verdad.
El angelino anuncia su marcha de manera repentina
cuando queda más de media temporada por delante. La realidad es que una vez que
Kobe finaliza la rueda de prensa, la
temporada lagunera ha terminado. De aquí al final, partidos de la basura.
Evidentemente, el anuncio marca un antes y un
después, aunque no en el tema estrictamente deportivo puesto que los Lakers siguen dando pena. Eso sí, nunca un equipo tan flojo va a
llenar tantos pabellones. Marcelinho
Huertas podrá explicarles a sus nietos que “yo debuté en los Lakers la
temporada que Bryant lo dejó”.
Kobe Bryant ha pasado
de ser un jugador de baloncesto a una estrella de cine. Al margen de algún que
otro escándalo fuera de las pistas, que también los ha habido, siempre ha sido el protagonista de la cancha. Me pregunto qué pensarán los otros jugadores del equipo. ¿Podríamos
decir que el alero es un “ex jugador en activo”? Él mismo reconoce que físicamente
“no puede”. El espectáculo de salir a tirar triples o intentar batir algún
récord antes de terminar, no es más que un patético cortometraje que se repite
noche tras noche. Claro que, como todos sabemos, en la NBA se respeta enormemente la carrera de uno y los éxitos, aunque
lejanos, no se olvidan. Y menos de Kobe,
que fue el número uno de esto. En Europa echo en falta ese respeto por los
grandes.
Me gusta que cada noche sea recibido con aplausos
en todas las pistas, algo que en Grecia sería imposible. Lo que no entiendo
es por qué Doc Rivers se empeña en renidrle un
homenaje cada día. Discrepo
de tanto “culto al líder”.
Kobe tira tres,
cinco, diez, quince veces, con porcentajes indignos y alguna que otra piedra.
Además, juega 30 minutos por partido. Los Lakers
van sumando derrotas y a nadie parece importarle. La gente quiere ver a Kobe, claro, pero no al Kobe que se ríe cuando pierde la bola o
que se sienta en el banquillo porque “no puede”. O por lo menos, eso es lo que
yo no quisiera ver.
Si el alero hubiera aceptado la realidad y se
hubiera apartado ligeramente para dejar el protagonismo a los más jóvenes,
quizás los Lakers no estarían tan
mal y el futuro no sería tan negro. Además, Bryant no acabaría destrozado en cada partido.
Que conste que para mí Kobe ha sido el heredero de Michael Jordan, pero no me ha gustado su manera de decir adiós.
Quizás la marcha de Diamantidis haya tenido menos repercusión de la esperada, pero en Europa no dominamos algunos temas como en Estados Unidos. No veremos homenajes al de Kastoriá en ninguna pista de Europa –en Grecial tampoco, por supuesto-, pero podría estar bien. Tampoco sé si a Dimitris le haría mucha gracia.
Quizás la marcha de Diamantidis haya tenido menos repercusión de la esperada, pero en Europa no dominamos algunos temas como en Estados Unidos. No veremos homenajes al de Kastoriá en ninguna pista de Europa –en Grecial tampoco, por supuesto-, pero podría estar bien. Tampoco sé si a Dimitris le haría mucha gracia.
Diamantidis se va
lanzando un mensaje claro a su equipo: aguanto este año por vosotros y porque
quiero acabar por la puerta grande. Es una manera extraordinaria de motivar a
sus compañeros y a su afición. En cambio, Kobe
parece decir: yo me voy y ahí os quedáis con el marrón. Eso sí, antes de
terminar le daré al público lo que quiere ver: pan y circo.
Dimitris Diamantidis
y Kobe Bryant, tan iguales, tan
distintos.
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