domingo, 13 de diciembre de 2015

Maneras de despedirse.


Para un deportista de élite, no es fácil decir adiós. Cuando se acerca el inevitable momento, cuesta elegir la manera de hacerlo. 

En mi opinión, es mejor una retirada a tiempo que años de patético declive. Ver a grandes jugadores deambulando por ahí y cambiando de equipo cada dos por tres es bastante triste. Es inútil resistirse al paso del tiempo. Sin embargo, aquel que sabe que se acerca su hora y se aparta a un lado, puede hacer que su retiro no sea tan traumático. En el fondo, es algo tan sencillo como conocer los propios límites de cada uno. Quizás me traicione mi mentalidad europea, cierto, porque veo a muchos jugadores veteranos que asumen con toda tranquilidad el paso del tiempo y aceptan su nuevo rol con total naturalidad. Entienden que no es malo jugar menos. Se puede aportar al grupo desde el banquillo y ayudar a hacer mejores a los compañeros.

Este año se van dos grandes: Dimitris Diamantidis y Kobe Bryant. La decisión que han tomado es la misma, pero ha sido comunicada de dos maneras totalmente distintas.

Nada tiene que ver el griego con el americano, me diréis, pero me interesa sacarle un poco de punta al asunto porque ha llamado mi atención.


Diamantidis y Kobe son dos estrellas que han dominado el panorama baloncestístico los últimos 15 años, uno en Europa y el otro en la NBA. Aun siendo dos cracks del deporte de la canasta, tienen poco que ver.

Antes de comenzar la temporada, Dimitris Diamantidis anunció en una entrevista que al final de la temporada dejaría el baloncesto. Consciente de su lento pero progresivo declive, Diamantidis aceptó de buen grado la situación. Tomó una decisión valiente y difícil, pero el de Kastoriá lo tenía claro. Como lo tuvo claro cuando dejó la Selección o cuando afirma sin titubeos que nunca fue su objetivo jugar en la NBA. Demostró madurez.

Los problemas surgidos durante la temporada anterior, hicieron que el capitán tuviera que jugar más de lo necesario. Empezó participando poquito en la liga para reservarse para la Euroliga, pero acabó jugando muchísimo. La temporada se le hizo larga y el cansancio se acumuló en sus piernas. Se tomó el verano para reflexionar y deció, en frío, que lo mejor era abandonar en 2016.

Pero ojo, el base verde anunció que se iba a final de la temporada porque “me siento fuerte para aguantar un año más al 100%. Quiero darlo todo este año y conseguir títulos con el Panthinaikós”. Físicamente se siente bien, de lo contrario igual se hubiera ido antes. Acepta su destino. No entra en su cabeza el hecho de arrastrarse por las pistas y alargar su carrera hasta los 38 o los 39 años. Además, Dimitris es un chico muy normal nacido en una ciudad pequeña. Ha formado su propia familia, a la que le quiere dedicar más tiempo.

Sorprende la sencillez y humildad de Diamantidis, cuando podría ir por ahí de mega estrella después de tantos años en la élite. Siempre alejado de los focos, nunca ha dado que hablar fuera de las canchas. Apenas ha concedido entrevistas en todos estos años y todas sus decisiones han sido meditadas. Incluso cuando abandonó la Selección por sorpresa en el Mundobasket de 2010, lo tenía muy pensado.


La manera de decir adiós de Kobe Bryant ha sido totalmente distinta. No sé si premeditadamente o no, pero al terminar un partido de liga, comunicó su decisión. A partir de ahí, reportajes, análisis y un “poema al baloncesto”. Muy americano todo, con muchos focos y cientos de periodistas haciéndole preguntas. Nada que ver con la marcha del capitán verde.

Kobe, al contrario que Dimitris, se va “haciendo ruido”. La bomba informativa, no sé si fue un impulso o no –se lo dice a Rivers en medio del partido-, tiene una repercusión enorme.

En mi opinión, Bryant debería haber anunciado su marcha al principio o al final de la temporada, pero no durante la misma. No ha sabido elegir el momento. ¿Tan poco le importa lo que le pase a la franquicia a partir de ahora?


Los Lakers llevan varias temporadas dando pena. No me atrevo a decir hasta qué punto es culpa de Kobe, pero está claro que no es el que era y que todo lo que hace influye. Verle renqueante tirarse hasta las zapatillas es poco edificante, la verdad.

El angelino anuncia su marcha de manera repentina cuando queda más de media temporada por delante. La realidad es que una vez que Kobe finaliza la rueda de prensa, la temporada lagunera ha terminado. De aquí al final, partidos de la basura.


Evidentemente, el anuncio marca un antes y un después, aunque no en el tema estrictamente deportivo puesto que los Lakers siguen dando pena. Eso sí, nunca un equipo tan flojo va a llenar tantos pabellones. Marcelinho Huertas podrá explicarles a sus nietos que “yo debuté en los Lakers la temporada que Bryant lo dejó”.

Kobe Bryant ha pasado de ser un jugador de baloncesto a una estrella de cine. Al margen de algún que otro escándalo fuera de las pistas, que también los ha habido, siempre ha sido el protagonista de la cancha. Me pregunto qué pensarán los otros jugadores del equipo. ¿Podríamos decir que el alero es un “ex jugador en activo”? Él mismo reconoce que físicamente “no puede”. El espectáculo de salir a tirar triples o intentar batir algún récord antes de terminar, no es más que un patético cortometraje que se repite noche tras noche. Claro que, como todos sabemos, en la NBA se respeta enormemente la carrera de uno y los éxitos, aunque lejanos, no se olvidan. Y menos de Kobe, que fue el número uno de esto. En Europa echo en falta ese respeto por los grandes.

Me gusta que cada noche sea recibido con aplausos en todas las pistas, algo que en Grecia sería imposible. Lo que no entiendo es por qué Doc Rivers se empeña en renidrle un homenaje cada día. Discrepo de tanto “culto al líder”.

Kobe tira tres, cinco, diez, quince veces, con porcentajes indignos y alguna que otra piedra. Además, juega 30 minutos por partido. Los Lakers van sumando derrotas y a nadie parece importarle. La gente quiere ver a Kobe, claro, pero no al Kobe que se ríe cuando pierde la bola o que se sienta en el banquillo porque “no puede”. O por lo menos, eso es lo que yo no quisiera ver.

Si el alero hubiera aceptado la realidad y se hubiera apartado ligeramente para dejar el protagonismo a los más jóvenes, quizás los Lakers no estarían tan mal y el futuro no sería tan negro. Además, Bryant no acabaría destrozado en cada partido.


Que conste que para mí Kobe ha sido el heredero de Michael Jordan, pero no me ha gustado su manera de decir adiós. 

Quizás la marcha de Diamantidis haya tenido menos repercusión de la esperada, pero en Europa no dominamos algunos temas como en Estados Unidos. No veremos homenajes al de Kastoriá en ninguna pista de Europa –en Grecial tampoco, por supuesto-, pero podría estar bien. Tampoco sé si a Dimitris le haría mucha gracia.

Diamantidis se va lanzando un mensaje claro a su equipo: aguanto este año por vosotros y porque quiero acabar por la puerta grande. Es una manera extraordinaria de motivar a sus compañeros y a su afición. En cambio, Kobe parece decir: yo me voy y ahí os quedáis con el marrón. Eso sí, antes de terminar le daré al público lo que quiere ver: pan y circo.


Dimitris Diamantidis y Kobe Bryant, tan iguales, tan distintos. 

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